José Manuel García Diego es el responsable del Área de Estudios de FINE y autor de ‘Empleo postcrisis en la banca española (II): Los bancos se instalan en la crisis’. Ha desarrollado la mayor parte de sus más de cuatro décadas de carrera profesional en Caja Cantabria —con poco más de veinte años era ya director de una sucursal—, antes de que esta entidad se integrase en Liberbank, banco que también absorbió a Caja Extremadura.

—A lo largo de todo el estudio se incide en la idea de que el cierre de oficinas ha sido una excusa de los bancos para despedir trabajadores y mantener así beneficios y rentabilidad, ¿por qué cree que ha sucedido esto en España y no en otros países europeos?

—Porque los banqueros en Europa han supeditado su funcionamiento y sus decisiones a cuestiones que tienen que ver con la Responsabilidad Social Corporativa. Han tenido en cuenta al propio Estado, a los ciudadanos, a la clientela y a los trabajadores, y no solo el interés de los accionistas, que es lo que ha sucedido en España. Se puede y se debe ganar dinero, pero no a costa de lo que sea. Esa es la razón por la que la rentabilidad de la banca española se sitúa actualmente muy por encima de la europea.

—La banca ha prescindido de un tercio de sus empleados desde el 2008, ¿piensa que esta destrucción de empleo se va a frenar a corto plazo?

—No, para nada. Esta es una variable que se sigue vinculando a la rentabilidad. Guindos, que ahora es el número dos del BCE, está tratando de influir en él para seguir forzando la máquina y ahorrar más gasto mediante despidos. Todo por una exigencia de rentabilidad del inversor. ¿Qué pasa, que el inversor alemán, italiano, inglés o francés no pide la misma rentabilidad que en España? El ROE aquí es de los más altos de Europa, pero se sigue defendiendo la receta de despedir trabajadores y cerrar oficinas. Y si los pueblos se quedan sin sucursales y estamos contribuyendo con ello decisivamente a la ‘España vaciada’, pues qué le vamos a hacer. El que dirige un banco a sabiendas de que no lo pueden dejar caer se permite el lujo de hacer lo que le parezca oportuno porque sabe que está asegurado. Así, mientras España se relanza de nuevo, la banca no está ahí para impulsar a las economías domésticas con el crédito a los hogares y mucho menos a las empresas, donde cae en 450.000 millones de euros. Ese dinero que falta ¿quién lo ha puesto?, pues la banca en la sombra, operadores del mercado que no tienen la consideración de bancos y, por lo tanto, tampoco sus exigencias regulatorias.

—¿Considera que la tendencia a la precarización y a recurrir a agentes financieros es ya inevitable? El BBVA, por ejemplo, ha recortado notablemente su red de agentes en el último año...

—Aquí hay que matizar. El BBVA es el banco que más agentes financieros tenía en España, pero no son del tipo de los que yo hablo. Pueden ser gestorías que intentan colocar los productos de esa entidad a los clientes. Es una cuestión distinta del que se hace cargo de una oficina recién clausurada de Liberbank en Gata, por ejemplo, que al día siguiente de cerrar abre con el mismo rótulo, y ofreciendo los mismos servicios, solo que ganando mil euros al mes. Son únicamente una herramienta más para incrementar la rentabilidad de los accionistas, trabajadores sin derechos, falsos autónomos como así están fallando los tribunales. Esto es un fraude de ley. Algunos son prejubilados del banco a los que se les vuelve a contratar. Lo que han creado, además, es un miedo insuperable a perder el puesto de trabajo. Y eso a pesar de que estamos en época de bonanza económica.

—El estudio resalta también el capital humano que se está desperdiciando, gente muy formada, con experiencia y aún en la plenitud de su carrera laboral.

—Gente que está muy formada y especializada pero para trabajar solo en un sector en concreto. Este capital humano, que ha costado muchos años y mucho dinero formar, pues se va por la alcantarilla. Ahora contratan a vendedores para llamar por teléfono a la gente. Es a lo que se dedica actualmente la banca. Es una vergüenza.

—¿En qué se va a traducir la desertización financiera para los municipios españoles?

—Se está traduciendo, porque ya no es un futurible. Es un tangible. Se está generando la ‘España vaciada’. Por ejemplo, busqué un municipio tipo en Valladolid, con seis o siete mil habitantes, en el que había tradicionalmente dos oficinas. Una, de una caja de ahorros, desapareció. La otra era de una entidad que se fusionó, y que tenía presencia en una población a doce kilómetros, así que también cerró esta. Lo que ha pasado después de cinco años es que antes había un colegio y ahora es solo un parvulario; el centro de salud se ha convertido en un dispensario; y un club social bastante potente que existía son ahora dos hogares del jubilado.

—¿Tan importante es para un pueblo tener banco?

—Un pueblo no se vacía de una sola vez, es algo que tiene un lógica socioeconómica. Unas cosas van enlazadas con otras. Si cierra la sucursal del banco, es muy probable que las pequeñas empresas que haya en el pueblo terminen yéndose a producir a un sitio donde tengan servicios financieros. ¿Qué pasa cuando sucede eso? Que se va la gente en edad productiva, detrás de ellos los niños, y los que se quedan solos son los abuelos. Es un fenómeno muy potente y que además avanza a velocidad de vértigo.

—¿Se están cerrando oficinas rentables?

—Claro, son las que acaban como agencias financieras. Son oficinas rentables pero que no tienen los umbrales de rentabilidad, como dicen ellos, «que exigen sus inversores». El gobernador del Banco de España recientemente ha dicho que el coste de capital exigible por los inversores de la banca es el 7%. Si estamos con el euríbor en negativo, ¿por qué exige un capitalista de la banca un 7%?, ¿cuántos inversores en el resto de actividades lo hacen? En los sectores más importantes ‘matarían’, no por un siete, por un 3%.

—En Extremadura la situación entre las dos provincias es muy diferente en términos de exclusión financiera y niveles de concentración.

—Sí, antes de la crisis la provincia de Badajoz tenía una cobertura de oficinas de dos cajas de ahorros que era muy importante y, aunque han cerrado muchas, todavía quedan, algo que no sucedía en Cáceres. Además, en Badajoz es mayor la presencia que hay de las cajas rurales.

—También subraya los peligros que supone la concentración del sector.

—El principio de la competencia es uno de los pilares básicos del Tratado de Roma, y así ha seguido en Maastricht y Lisboa. Sin embargo, con la banca se deja que haga todo lo contrario, es inexplicable. La comisión y el Parlamento europeos miran para otro lado. También es verdad que en Europa las cosas han ido en otra dirección. En Francia o en Inglaterra, diez años después de arrancar la crisis, la concentración ha disminuido, pero hay provincias en España donde entre cinco entidades suman el 85% o el 90% del mercado. Cuando había cajas de ahorros, que eran 47 y controlaban la mitad del negocio financiero en España, ponerse de acuerdo para fijar precios de comisiones o de hipotecas era muy difícil. Ahora resulta muy fácil.

—Parece muy pesimista acerca de la posibilidad de que esto tenga marcha atrás...

—Soy pesimista porque en la cabeza de los banqueros de España se ha alojado de una manera definitiva el neoliberalismo más salvaje. No creen en nada. En Liberbank, el mismo día que nos citan en Madrid para decirnos que nos van a hacer un recorte más, en este caso de 23 millones de euros, dos horas antes, otro directivo reúne a la prensa especializada para decirle que a 30 de septiembre tienen un exceso de capital y que seguramente lo que harán con ese excedente es repartirlo entre los accionistas. Eso fue el mismo día, pero es que hace tres meses le han subido el 90% el sueldo al presidente del consejo. Cuando yo hablo de capitalismo salvaje me refiero a eso. Es política de tierra quemada. A los agentes financieros les exigen un aval de 30.000 euros para firmar el contrato. Han inventado lo que los más retorcidos capitalistas de la historia ni habrían podido soñar: que los trabajadores paguen por trabajar. ¿Cómo se puede ser optimista con esto?