En el instituto la Geografía comparte protagonismo con la Historia. Forman una misma asignatura con mucho contenido interesante pero poco tiempo para difundirlo. Y esto, en cierto modo, ha contribuido a perpetuar la idea que la sociedad en general tiene de esta disciplina. Y no, no se trata solo de memorizar capitales, países, ríos o montañas. «Es difícil luchar contra esa idea generalizada, pero la Geografía no es solamente aprenderse los ríos y las montañas. Es una materia muy práctica y tiene muchas aplicaciones para la gestión el medio ambiente y la planificación y ordenación del territorio», explica Susanne Schnabel, catedrática de Geografía Física y coordinadora del Grupo de Investigación GeoAmbiental de la Universidad de Extremadura (UEx).

Y tampoco la docencia es la única salida profesional para los titulados en Geografía: investigación, planeamiento urbano en las administraciones, cartografía y tecnologías de la infomación geográfica, meteorología, estudio de paisajes, de riesgos naturales e incluso el turismo, son las dedicaciones de aquellos que cursan está carrera cuyo número de matriculados en la región está en números bajos.

Para luchar contra los clichés y poner en valor esta disciplina científica, varios profesores del Departamento de Arte y Ciencias del Territorio de la UEx introdujeron ayer a una treintena de alumnos del IES El Brocense de Cáceres en una de las áreas más desconocidas de la Geografía: la vida en los suelos. Esta es solo una de las actividades desarrolladas dentro de la III Semana de la Ciencia, que organiza la Universidad de Extremadura hasta el próximo viernes, 15 de noviembre, para promover la cultura científica en la región.

Una profesión muy práctica

La actividad contó con una profesora experta en este campo, Sara Remelli, recién llegada para la ocasión desde la Universitá de Parma (Italia), con la cual mantiene una estrecha relación este grupo de investigación de la UEx. Divididos en grupos, los estudiantes recogieron muestras de suelo en los alrededores de la Facultad de Filosofía y Letras (donde se estudia el Grado de Geografía) para analizarlas en el laboratorio. Allí cuentan con un sistema, que se llama embudo de Berlese-Tullgren, que gracias a una fuente de calor permite analizar los microartrópodos que habitan en los suelos. «Los bichos huyen del calor y de la claridad y a los diez días acaban cayendo a través del embudo en un bote con alcohol y glicerina», cuenta el profesor universitario Manuel Pulido. Luego, esos pequeños animales (insectos, lombrices, artrópodos...) se identifican en un microspio. «Cada uno tiene su particularidad y también una puntuación en función de una guía». Se suman todos los puntos y el valor final determina la calidad que tiene ese suelo. «Si supera más de 200 tiene una calidad máxima y si está por debajo de 50 está entre los más bajos».

¿Y qué aplicaciones tiene? «Determinar la calidad de un suelo es clave, es como una análisis de sangre para una persona. Sirve para conocer si estamos funcinando bien y eso significa que a una persona que está utilizando ese terreno para cultivar le intereasa conocer los nutrientes que tienen esa tierra para que su cultivo tire adelante, o en el caso de un espacio protegido para conocer si está garantizada la biodiversidad. Cada se está dando más importancia a esto; la vegetación que vemos, al final, es reflejo de cómo está el suelo».

Quizás estudiar los suelos sea la tarea más desconocida de todas las que realizan los profesiones de la Geografía pero ni mucho menos es la única. «Tocamos también relieves, aguas, rocas, clima... en definitiva, las interacciones del medio físico con la vegetación y los usos humanos», explica Schnabel.

Al final de la actividad un mensaje para los futuros estudiantes: «cada uno que se dedique a lo que quiera, pero que al menos sepan lo que hacemos los geógrafos», concluye Pulido. Una última curiosidad: Michael Jordan, Theresa May o el Principe Guillermo de Inglaterra estudiaron Geografía en la universidad.