Un verano diferente. Dos países. Dos culturas. Un centenar de desconocidos. Y una experiencia «inolvidable». Lo aseguran Estela Estévez e Imperio Rojas, las dos únicas extremeñas que acaban de regresar de la Ruta Inti, un programa cultural y académico destinado a jóvenes de entre 18 y 25 años de edad que este año ha viajado a Sudamérica, hasta las entrañas de la selva amazónica.

Durante un mes, estas dos extremeñas -de Valverde del Fresno y Badajoz, respectivamente- han recorrido junto a casi cien ruteros los lugares más emblemáticos y también los más desconocidos de Bolivia y Perú. Inquietas y aventureras, han conocido la historia de ciudades como Cuzco, Trujillo, Lima o La Pazy, han visitado las ruinas incas y han convivido con culturas indígenas de la selva amazónica. «Llevo pocos días en casa y todavía sigo analizando quién era yo antes del viaje y quién soy ahora. Hay cosas de mi vida cotidiana que ahora las veo y las valoro de forma distinta», cuenta Estela.

La convivencia con un centenar de desconocidos de varias nacionalidades ha sido otro de los alicientes de esta aventura. «El segundo día hicimos una dinámica de grupo para conocer las motivaciones de cada uno para hacer este viaje y acabamos todos abrazados, sin conocernos de nada. Fue muy emocionante y uno de los momentos más especiales para mí», prosigue la cacereña. «Es una experiencia increíble y muy enriquecedora», cuenta Imperio.

Respeto y cooperación

Este año bajo el lema ‘El renacer del sol’ se ha crelebrado la quinta edición de la Rutan Inte, cuyo objetivo es despertar vocaciones entre los más jóvenes, fomentar valores como el respeto así como los vínculos entre diferentes culturas, el espíritu de la cooperación y el desarrollo internacional. «Es como una escuela itinerante en la que nos enseñan la historia y la cultura de un país mientras lo recorremos». Y en esta edición se ha puesto el foco en la integración del mundo indígena desde dos puntos de vista: la educación integral y la sostenibilidad del medio ambiente, reseña la organización.

Las dos extremeñas llegaron hasta esta iniciativa buscando otra ruta más conocida, la Quetzal, que de momento ha dejado de realizarse. «Me presenté en dos ocasiones para participar en la Ruta Quetzal pero no me cogieron aunque me quedé en las puertas. Así que cuando conocí este programa no dudé en intentarlo, porque tenía muchas ganas de vivir una experiencia de este tipo», relata Estela, estudiante de Medicina en la Universidad de Salamanca.

El pasado febrero presentó el trabajo requerido -las dos escogieron un relato literario entre las opciones dadas- y resultó seleccionada. La motivación principal de Estela era precisamente que este año la ruta se desarrollaba en Bolivia y Perú «y ese cambio cultural y social es lo que más me llamó la atención; me encanta viajar y sobre todo a aquellos lugares que son diferentes, era una oportunidad muy bonita».

Para Imperio, sin embargo, esta ha sido su segunda experiencia como rutera Inti. «El año pasado ya participé en el viaje por siete países de Europa y me gustó tanto la experiencia y la filosofía de este programa, que no me lo pensé», cuenta esta joven estudiante de Derecho en la Universidad de Extremadura.

El viaje además de discurrir por varios países tiene un atractivo más para ambas: conocer a personas de diferentes lugares e interesados en vivir la misma experiencia. «Se crean unos vínculos muy especiales y llegas a hacer amistades duraderas», explica Imperio. «Este año la mayoría éramos españoles, pero también había gente de Chile, México, Portugal, Puerto Rico, Hungría... Aprendes mucho simplemente hablando con personas de tantos lugares. El balance es muy positivo», cuenta la cacereña.

Solo hay dos requisitos principales para poder participar, hablar castellano y tener entre 18 y 25 años. Luego, además, hay que superar un proceso de selección mediante un trabajo y una entrevista personal, al que este año se han presentado más de 300 personas.

El viaje arrancó en Bolivia el 14 de julio y, hasta el 12 de agosto, la expedición ha visitado las principales ciudades de Bolivia y Perú y se ha empapado de su historia y su cultura. «Visitamos Machu Picchu y muchos lugares, hacíamos caminatas y excursiones en barcos, dinámicas de grupo, charlas, yincanas y por las noches los ruteros que quisimos hicimos talleres académicos sobre lo que cada uno pudiera aportar; me encantaba esa actividad. Yo, como estudiante de Medicina, lo hice sobre primeros auxilios y reanimación cardiopulmonar, pero los había de teatro, de feminismo, de húngaro,... hasta grabamos un documental. Ha sido una formación complementaria muy interesante», recuerda Estela.

Los últimos diez días los han pasado conviviendo con las comunidades indígenas de la selva amazónica y aprendiendo de su forma de vida. Allí realizaron actividades diferentes como avistamiento de caimanes, observar los atardeceres en el Amazonas,... «y la biblioteca humana, una actividad que consistía en que un miembro de alguna tribu nos contaba cómo era su vida y respondía a nuestras preguntas», recuerda Estela.

«Hay que vivirlo, sin duda»

¿Y con qué lugar te quedarías? «Con la catarata de Gocta. Hicimos una caminata hasta allí y nos bañamos justo debajo de la catarata; mirar hacia arriba y ver cómo te caía el agua fue una sensación de libertad alucinante», dice. Para Imperio «es díficil elegir, porque en conjunto la experiencia es increíble, te abre mucho la mente estar en lugar tan distinto y con gente muy diferente», pero recuerda especialmente un día: «hicimos un viaje en barco de noche a las islas de Uros, en el lago Titicaca. No se veía nada más que las estrellas y de repente empecé a escuchar música indígena. Cuando nos dimos cuenta estábamos en una isla flotante y la gente de allí nos estaba dando la bienvenida con sus bailes típicos y su música. Nos pusimos a bailar con ellos, nos dieron de cenar y dormimos allí. Me impresionó mucho ese momento».

Por eso, ninguna de las dos descarta repetir la experiencia -en el caso de Imperio sería ‘tripitir’- bien como rutera o como personal de intendencia de la ruta, voluntarios que se encargan de preparar la comida para toda la expedición. Y por eso animan también a otros jóvenes a lanzarse y vivir la aventura. «No podemos llegar ni a imaginar cómo son las cosas un pasito más lejos de donde nosotros estamos. Mucha gente me pide que le cuente la experiencia pero es que no se puede contar, es un enriquecimiento brutal», relata Estela.

Estas dos extremeñas se han propuesto divulgar la Ruta Inti para que sea más conocida y aumentar los ruteros extremeños. «Hay gente de muchas universidades de España, pero que estudien en la de Extremadura y en la de Salamanca solo hemos estado nosotras y queremos que se conozca más porque es una experiencia verdaderamente increíble», cuentan. En la Universidad de Sevilla esta ruta está reconocida como un programa de excelencia académica y en Valencia también se realizan acciones de promoción en facultades y colegios mayores, «e incluso conceden alguna ayuda para el viaje». «Nos encantaría que otras universidades también apoyaran este proyecto».

De momento, estas jóvenes se han tenido que costear la experiencia -la inscripción son unos 700 euros que incluye comida, actividades y alojamientos en tiendas de campaña o similares-, pero eso no les hace plantarse. «Yo estoy encantada, me encanta viajar y conocer gente nueva», cuenta Estela. De hecho, fue en una experiencia parecida donde esta joven decidió estudiar Medicina. «Cuando estaba en 2º de ESO representé a Extremadura en la Olimpiada Matemática Nacional, en Vitoria, y allí hicimos una actividad por equipos en la que me tocó con dos chicos que me llamaron mucho la atención por su comportamiento. Luego me enteré que uno tenía autismo y otro asperger, me puse a leer sobre tema y me apasionó tanto la idea de trabajar en ese mundo, que decidí optar por Medicina con la intención de especializarme después en algo relacionado con el estudio del cerebro, Neurología, Psiquiatría,.. no sé. Aquella experiencia en Vitoria fue brutal, me reportó mucho porque me encanta ser parte de un grupo y conocer a gente con diferente pusto de vista y opiniones». Y eso es precisamente lo que permite la Ruta Inti (que ya prepara una nueva edición): una experiencia «diferente, enriquecedora y para repetir sin dudarlo», concluyen Imperio y Estela.