Por primera vez, tres ministros europeos han acudido juntos al Líbano. Hemos trasladado un mensaje de amistad y de solidaridad de países tan cercanos al Líbano como Francia, Italia y España. Pero también nos ha movido otra intención, la de todos los europeos después de la cumbre de Lisboa: señalar nuestra voluntad de hacer todo lo posible para que el Líbano pueda salir de la crisis que atraviesa. Nuestros tres países tienen una responsabilidad especial para con el Líbano. Siendo los que más contribuyen a la FINUL, Italia, Francia y España han asumido una parte fundamental de los esfuerzos que ha desplegado la comunidad internacional en apoyo del Ejército libanés para garantizar la seguridad en el sur, tras el conflicto del verano del 2006. También hemos pagado un precio por ello: el 24 de junio morían seis soldados del contingente español. Pero estamos resueltos a actuar a favor de la independencia, de la soberanía y de la unidad del Líbano.

Ahora bien, las libertades elementales están en peligro. Nuestros amigos libaneses, independientemente de su procedencia o de su confesión, están preocupados, y con razón: hace meses que el Parlamento no se reúne, se impugna al Gobierno, los diputados de la mayoría son víctimas de atentados y deben esconderse en un hotel. Y se acerca el momento de las elecciones presidenciales --el 24 de noviembre-- y el país, que de ordinario se ha gobernado por consenso, no ha podido ponerse de acuerdo sobre el nombre de un candidato o de varios. Más allá del Líbano, de lo que se trata es de defender el desarrollo de un modelo que garantice la coexistencia de hombres y mujeres de religiones y orígenes diferentes. El Líbano es portador de un mensaje único para Oriente Próximo, para el Mediterráneo, para el mundo. No lo olvidemos. No hay que ceder. Se lo debemos a nuestros amigos libaneses.

La esperanza sigue viva. Los diputados acudirán a una nueva cita que acaba de establecerse para el 12 de noviembre, para la primera ronda de la elección presidencial. Una alianza interlibanesa con vistas a la elección de un presidente representativo, que concite una unión mayoritaria, en los plazos previstos, no solo es algo necesario, sino que aún es posible. Un presidente que además sea capaz de restaurar la autoridad de la función y cuya elección no parezca algo dirigido contra ningún campo ni ningún país.

El sentir que hemos recogido en nuestras entrevistas con las principales personalidades del Líbano refuerza nuestra esperanza. Existe la voluntad de proseguir el diálogo que se reinició en el Líbano tras la reunión de todos los partidos políticos en Francia. Existe además la voluntad de que este diálogo conduzca a un resultado. Los ecos de una aspiración razonada al compromiso se oyen tanto entre la mayoría como en la oposición libanesa. Los líderes, y prácticamente todos han vivido la guerra civil, son conscientes de que un bloque no puede ganar en contra del otro. Todos saben que un vacío presidencial implica el riesgo de que el bloqueo institucional actual se convierta en caos y en un conflicto sangriento.

Por primera vez desde hace mucho tiempo, todas las comunidades libanesas, pueden decidir por sí mismos su destino. Esta responsabilidad histórica debe ser asumida plenamente en un espíritu de responsabilidad. Toda la comunidad internacional tiene la obligación de ayudarles, incluidos sus países vecinos. Es un momento de esperanza: empezamos a imaginar el formidable impulso que podría aportar una alianza en el Líbano a la paz en Oriente Próximo y especialmente al diálogo entre palestinos e israelís.