La pandemia del coronavirus dispara el número de personas necesitadas en Extremadura y las iniciativas para ayudarlas.

La onda expansiva del coronavirus no para. Inmersos de lleno en una segunda ola, los efectos de la pandemia en la economía se siguen dejando notar en la región. El número de pobres crece al mismo ritmo que las despensas solidarias.

Los voluntarios se unen para entregar ropa, alimentos o material escolar. Emplean su tiempo libre en repartir en sus sedes y también a domicilio. Juan Carlos y Manuel son dos de los integrantes de una creciente y silenciosa solidaridad en red en Extremadura.

La Lista de Juan Carlos...

El Banco de Alimentos atiende a 9.000 familias de la provincia de Cáceres. El perfil ha cambiado con la pandemia y ahora familias de clase media, mujeres maltratadas y pueblos sufren la falta de comida.

Juan Carlos Fernández Rincón preside desde 2013 el Banco de Alimentos de Cáceres. Siempre han realizado una gran labor pero ahora la perspectiva es distinta: «La gente que llama a nuestra puerta ha aumentado, aunque también ha cambiado», sostiene. Las donaciones se han transformado, al igual que la forma de donar. Por la pandemia, «se tira mucho de online». Atienden a casi 9.000 familias de la provincia, el mismo número del que se ocupa Cruz Roja, de modo que la cifra se eleva a 18.000.

Rincón apunta que ha aflorado un perfil que antes no existía. Se refiere a personas que trabajaban en los mercadillos, por ejemplo, que han estado bastante tiempo sin poder vender. Ciudadanos en erte, con un despido, familias desestructuradas, otras que vivían al día, y numerosos procedentes de la clase media.

A ellos se suman mujeres separadas, maltratadas... «Entregamos una gran cantidad de comida a niños pequeños». El aumento ha sido muy generalizado, bastante de los pueblos. «Antes en un pueblo la gente se iba apañando, pero el coronavirus ha cambiado todo».

La lista de Juan Carlos. Haciendo recuento de alimentos.

Fernández Rincón recuerda que en mayo recibieron una ayuda de la Diputación de 18.000 euros y se realizó un reparto a municipios. «Estamos muy orgullosos de esa acción porque fue rápida y ágil. Contamos con los trabajadores sociales de las mancomunidades y nos ayudaron un montón.En 15 o 20 días logramos llenar un gran vacío».

Con esta segunda oleada del covid intuye que las necesidades seguirán. Por eso, el Banco de Alimentos ha sido precavido y ha guardado dinero para los meses de septiembre a diciembre, «que pueden ser duros si la pandemia azota con fuerza», destaca.

Agradece la solidaridad de Cáceres, que hoy es más necesaria que nunca. Y advierte:«somos de interés público, con lo cual esas donaciones tienen su desgravación». Rememora que «en grandes eventos que hemos hecho de recogida de alimentos, nuestros índices han sido muy elevados y nos hemos situado a la cabeza respecto a otras provincias españolas. Eso da idea del valor de la gente. No ha sido difícil captar voluntarios», sentencia. «Nosotros con una llamada estamos hablando de 1.100 voluntarios que se han movido durante un solo fin de semana», aunque los fijos suman alrededor de 50.

Es vital que los voluntarios se cuiden, «porque si nosotros nos tenemos que confinar, no podremos dar alimentos a tanta gente que lo necesita. El Banco, que tiene delegación en Plasencia, no da alimentos a personas sino a asociaciones, unas 109 en la provincia, y ellas son las que se encargan de ir a nuestros almacenes a recoger la comida y repartirla».

Colaboración

Asociaciones de vecinos, de mayores o cofradías colaboran. El colectivo realiza tres grandes operaciones kilo en Mercadona, Carrefour, El Corte Inglés y Tambo, en marzo, abril, mayo y junio. Esas recogidas, unos 39.000 kilos, se han perdido a causa del virus, sin embargo gracias a la sensibilidad de la población, se han llegado a 210.000. «La gran donación de este año ha sido Pitarch, que nos ha regalado 114.000 euros; El Farallón hizo el otro día una por encima de 7.000 o grandes superficies que constantemente nos dan. Ha habido muchas donaciones anónimas. Torta del Casar ha realizado una campaña preciosa, en la que sus productos llevan nuestro logotipo. Ellos venden en medio mundo, y que nos incluyan en una satisfacción enorme para nosotros». Rincón, mientras revisa su lista, concluye: «Seríamos felices si no tuviéramos que donar alimentos a nadie».

La lista de Manuel

La Red de Solidaridad Popular trabaja a diario con un listado de 125 familias a las que da de comer, viste y entrega material escolar. Sus responsables pronostican que este número se va a incrementar.

«Sin cobrar ayudas, sin empleo, con el coronavirus de por medio. Un caos», asegura Manuel García Garzo, miembro de la Red de Solidaridad Popular de Cáceres. Es jueves por la tarde y acaban de mantener una asamblea para escuchar la problemática de los más vulnerables de la ciudad. Desde su local, en la calle Pedro Romero de Mendoza, del barrio de Mejostilla, han mandado cartas a políticos nacionales y regionales «porque no es lo mismo ver las cosas desde el atril que a ras del suelo», explica.

«Cuando pisas la calle te das cuenta de las dificultades de la gente, de personas que no tienen para comer, que les han cortado la luz, el agua, que el paisaje no se vislumbra muy optimista». Solo para dar comida tienen una lista de 75 familias necesitadas.A ellas hay que sumar las que acuden en busca de material escolar o de asesoramiento administrativo. Mensualmente suman 125.

En este colectivo no hay cargos, todos son voluntarios que trabajan de igual a igual, «hoy por ti, mañana por mí», dice Manuel. Él se ocupa del Área de Derechos Sociales y de otra que denominan de Reivindicación. «La problemática que se palpa aquí es que una de las medidas estrella del Gobierno fue el Ingreso Mínimo Vital. Para todos nosotros pasó de ser una tabla de salvación a una esperanza frustrada. Consideramos que hay un atasco burocrático tremendo. No llegan los fondos».

La lista de Manuel - Los expedientes de las familias.

Eso se acentúa con la situación actual, marcada por la pandemia y, sobre todo, por la vuelta al cole con lo que implica de gastos extraordinarios para las familias. Hoy por hoy la labor de la Red es fundamental. «A las instalaciones vienen las personas, se agolpan allí y la mayoría con el mismo perfil:han perdido su empleo o tienen un trabajo precario y necesidades muy duras y severas. Les hace falta ropa, material escolar y comida».

Conexión a Internet

En la oficina les dan todo lo que pueden. Pero si quieren tirar de la administración se encuentran «con que no cogen los teléfonos y la burocracia es muy compleja». Al lado de Manuel está Daniel Gordo, también miembro del colectivo, que asiente:«Hay gente que no sabe leer ni escribir, ni disponen de ordenador y mucho menos de conexión a internet. No tienen opciones a rellenar los documentos, lo hacemos nosotros porque para eso estamos aquí, para ayudarnos los unos a los otros».

Yudany Maza y Manuela Fernández, que se encargan del área de Despensa, cuentan que básicamente reparten «leche, aceite, arroz, macarrones, judías blancas de bote, atún... productos no perecederos. En breve pretendemos hacer una recogida de material escolar, que se repartirá».Las donaciones llegan desde el Fondo Europeo de Garantía Alimentaria. Igualmente, ayudan a particulares. Hay un teléfono, un correo electrónico y redes sociales para poder acceder a la oficina, que también atiende de manera presencial.

La Red dispone de un listado. Una vez a la semana las familias acuden. Allí les tienen preparado su lote en función de los miembros de la unidad familiar. Van de manera escalonada y cumpliendo las medidas de seguridad. Les avalan siete años de experiencias. «Si ya de por sí la pobreza severa es cruel, se marca aún más llevando a la espalda la carga del coronavirus. Hay gente que ha perdido a sus seres queridos, personas de clase media que han perdido su trabajo o que han cerrado sus negocios». Un drama con nombres y apellidos que, según vaticina Manuel, «se va a ir incrementando».