El tradicional ritmo de la charanga no despertó a nadie ayer por la mañana. La lluvia y un cielo cerrado con candados eran los que daban los buenos días. El ambiente no era de Carnaval: no había nadie por la calle, hacía un intenso frío, las casetas estaban cerradas al mediodía y no hubo degustación de migas.

En cambio, el ambiente cambió a las 7 de la tarde, la hora de comienzo del pasacalles carnavalero --ese desfile espontáneo y alternativo que también se ha convertido recientemente en cita obligada--. Daba igual la lluvia, los moralos sacaron de nuevo su sangre de fiesta y el desfile devolvió a la gente a la calle, tanto para verlo como para participar. Incluso parece que el agua que caía del cielo desde hacía horas quiso sumarse a la fiesta dando una tregua y bajando su intensidad. A las ocho de la tarde, los ritmos contagiaron de nuevo las calles y aquellos que se fueron a la cama temprano sí tuvieron sintonía de acompañamiento. El agua también será compañera hoy y esperemos que aliada.