A Luis Canelo, la noticia de la concesión de la Medalla de Extremadura le cogió en pleno descanso de su última exposición madrileña en la Galería Meta. En un periodo de tranquila espera antes de volver a ponerse frente al lienzo. Desde Madrid, donde vive hace 25 años, habla de este reconocimiento y de su experiencia artística.

--Cómo entiende este galardón?

--Es un reconocimiento valioso porque se premia una trayectoria, y esto me da cierta tranquilidad, reposo, comodidad.

--¿En qué momento vital le pilla?

--Terminé en primavera mi última exposición individual y, como ocurre siempre, entro en un periodo de descanso porque el trabajo me lleva tiempo y produce una gran fatiga física y mental. Así que me doy un plazo de tres o cuatro meses antes de volver a pintar, pensando en aportar algo nuevo.

--¿Y ese estado cómo es?

--Aunque son muchos años como pintor, sigo sintiendo una inquietud ante la expectativa de lo que voy a pintar. Yo empiezo realizando apuntes, dibujos, van surgiendo formas...

--Siendo un pintor con un lenguaje propio, en qué medida se filtra en usted el arte de hoy.

--Cuando eres joven piensas en conseguir un lenguaje propio y admiras entonces a la generación anterior a la tuya y recibes su influencia; entonces intentas avanzar con tu lenguaje y cuando lo haces, llegas a una estabilidad artística a partir de la cual tu propio lenguaje va enriqueciéndose, y posee su propia inercia. Dicho esto, yo siempre he sentido curiosidad por lo que se hace en el arte. Me veo todas las exposiciones. He sido un pintor curioso por los demás y de gustos eclécticos siempre que en lo que veo haya talento.

--Cómo mira la Extremadura artística?

--En los años 60 no había vanguardia en Extremadura. Sólo en Madrid y Barcelona. Aquí no existía infraestructura artística, ni galerías, ni exposiciones. Hoy, los jóvenes pueden exponer, hay historiadores, críticos... Personalmente conozco a la gente de mi edad: a Fernando Carbajal, Valentín Cintas. Y aquí en Madrid a gente más joven como Florentino Díaz o Emilio Gañán.

--Habla del trasfondo filosófico de su obra. ¿Cuál es ese trasfondo?

--Naturalmente no se puede pintar un texto filosófico; pero sí pintar según la configuración intelectual que uno tiene. A principios de los años 90 pinté un homenaje al filósofo Anaxágoras, que pensó sobre la formación de la materia. Y supongo que filósofos racionalistas influyeron en mí; pero el pintor tiene que definirse pintando.

--El arte y el mercado parecen formar un mismo elemento.

--El mercado no te lo planteas. Tú vas a lo tuyo. El pintor sólo se dedica a pintar y el galerista asume todo lo demás. Soy un pintor retirado, si quiere de vida anónima. Pero también es mi carácter.