TLto esquivas pero es fulminante, queda estampado en la memoria y un poco más abajo. ¿Y el último? Aún perdura como un latigazo. Largo muy largo ¿quién puede ya acordarse de aquél incauto picoteo? Se adivina, pero hasta que se materializa sobrevuela tu cabeza un batallón de flechazos. No sabe a nada pero es el mejor bocado o tal vez sí, había un regusto a pleamar y fue tierra adentro, en la ladera deslizante de un pueblo atravesado por una lengua de agua dulce. Mi recuerdo se vuelve azul, el color de la espera, ese segundo vaporoso que transcurre desde que te mira con la intensidad de un punzón hasta que te apresa y te tritura.

Va y te descoloca, te agita y te convierte en un enmarañado mapa de mareas. Y entonces tú inicias la exploración hacia un arrecife de coral, donde no alcanzas a hacer pie y te hundes. Tocas fondo pero estás viva y coleando. Flotas en un lecho submarino donde se extienden sin piedad corrientes oceánicas de manglares. ¿Este fue el primero o el último? No sé, su boca me confunde cada noche cuando nos disponemos a besarnos hasta hacer "amaneceres". Y él me pregunta si algo me molestó de ese día y yo contesto que le quiero más tiempo, que quiero seguir acurrucada en sus labios, perderme allí hecha ráfaga de besos.

Beso sin palabras que floreció en esto que te escribo y juraré no haber dicho. Beso incompleto que espera nuevas amanecidas para volver a ser beso de tus besos. Retomar el punto exacto donde lo dejamos para atemperar por fin la avaricia y el desasosiego, pues así vago desde aquél primer beso nuestro puro albor y verbena.

Besos como versos que se hacen besando. Versos que transmutan en besos encadenados. Y vas y me preguntas si algo me molestó de tus besos, sí, te reclamo, quiero más, besarte todo el tiempo, ser tus únicos y definitivos besos, ser el beso de aquella madrugada tan nuestra, un beso en forma de oriente del que recuerdo todas y cada una de sus estrellas.

Fue un beso de tierra adentro, con fuerte oleaje y mareas descontroladas.