TOtperación malaya. Hasta el nombre suena a piratas del Caribe, a bucaneros con parche en el ojo y pata de palo trincando lo que puedan. Vaya por Dios, qué patio.

Dicen algunos que estas cosas engrandecen la democracia, pues qué quieren que les diga, yo me quedaría más tranquila simplemente con que estos trinques no se produjeran. Sí, está muy bien que se haya descubierto el juego, pero hubiera estado mucho mejor que el juego no hubiera existido. O quién es tan bobo de creerse que nadie lo sabía. Tantos millones, tantos coches de lujo, tantas casas como palacios, no pueden esconderse fácilmente. Ni aunque sean regalos de boda, como esas sacas con miles de euros. Dinero público, de todos, no se les olvide.

No hace falta recordar que esta gente ha conseguido la oportunidad de estafarnos a todos democráticamente, es decir, el pueblo les ha votado sin que nadie le obligue. También subió Hitler al poder gracias a las urnas, vaya antecedente. Lo que sí constituiría una garantía para todos los votantes sería que la justicia triunfara de verdad, no como casi siempre. Que no se perdieran los papeles, que no los robaran del juzgado, que no escaparan a otros paraísos fiscales los culpables. Entonces sí que se engrandecería la democracia. Ojala sea así. Que la justicia, pobre, tan ocupada en dirimir pleitos entre salsas rosas y corazones rotos, entre querellas de artistas de segunda y gentuza de tercera, sea capaz de poner orden.

Operación malaya. Vaya nombrecito. Entre el parche de pirata y la venda de la justicia, vamos apañados. A ver si lo que quieren estos delincuentes de guiño cómplice es que cerremos los ojos.