En Extremadura hay más de 170.000 personas que han conseguido dejar de fumar, según los últimos informes y encuestas realizados desde la Consejería de Sanidad. Además, hay alrededor de 35.000 extremeños --de los cerca de 400.000 fumadores de la región-- que estarían dispuestos a intentar dejar su vicio en las próximas semanas, aunque para ello necesitan un empujón .

Aunque estos datos parezcan esperanzadores, el secretario técnico del Plan de Drogodependencias de la Junta, Carlos Martín Araujo, deja claro que el tabaquismo es una adicción como cualquier otra, de forma que no existe una fórmula mágica para curarse de una plaga que provoca de forma directa o indirecta unas 1.800 muertes anuales en la región. De hecho, Martín Araujo afirma que la tasa de éxito se sitúa actualmente entre el 30% y el 50% cuando se usan "las técnicas adecuadas".

Y es que en los últimos años han proliferado en toda España --y también en Extremadura-- clínicas o particulares que ofrecen soluciones milagro para dejar de fumar en pocos días. Araujo aclara que "no hay evidencia científica" de que haya un método efectivo fuera del tradicional: parches de tabaco y, sobre todo, mucha ayuda psicológica. Es decir, que a día de hoy no está demostrado que la acupuntura, el láser o la cromoterapia, por citar algunas de las técnicas más conocidas, funcionen. Sin embargo, reconoce que lo que sí hacen correctamente estas clínicas es el trabajo psicológico, por lo que "algo ayudan" en el ámbito de la motivación.

SANIDAD PUBLICA

El responsable de la política de Drogodependencias señala que cualquier extremeño que acuda al médico y manifieste su deseo de dejar el tabaco será ayudado tanto en los centros de atención primaria, como en unidades especiales de hospitales y en los Centros de Drogodependencias.

En opinión de Araujo, al tratarse de una adicción y no de una enfermedad corriente, el factor psicológico es uno de los más importantes, por lo que en ningún caso hay garantía total de que se pueda superar.

Precisamente por eso, Sanidad apuesta por un actuación de carácter preventivo y que se basa en un programa integral abordado por las Consejerías de Sanidad y Educación y que afecta a jóvenes de entre 3 y 16 años. Además, hay un segundo programa que se aplica de forma específica entre los 14 y los 16 años, justo la edad en la que se empieza a fumar.

Según explica Araujo, un niño en desarrollo tiene una especie de mochila en la que almacena todo lo que aprende y le rodea. Si cuando alcanza los 16 años en esa mochila se han logrado introducir más valores y componentes que le induzcan a no probar el tabaco --como la autoestima o el deporte, por ejemplo-- será más fácil que escape del vicio.