Extremadura fue una de las comunidades autónomas que se vio más profundamente afectada por el fenómeno de la emigración que se acentuó sobre todo en los años sesenta. Hasta tal punto que la región perdió entre 1951 y 1980 más de 700.000 habitantes por esta causa. Esta población se repartió por diversos destinos de España y Europa, donde muchos siguen residiendo. En esos lugares han nacido sus hijos y sus nietos. Allí han creado un nuevo hogar donde las raíces y la nostalgia (y, por supuesto, el acento) siempre están presentes. Cada verano, muchos de ellos vuelven a sus pueblos y la mayoría convive con ese sentimiento de no pertenecer ni a un sitio ni a otro.

Dentro de España la mayoría se marchó a Madrid (a la que llaman la tercera provincia extremeña), Cataluña y País Vasco, donde estaban las grandes industrias del metal.

Fuera del país, gran parte de los emigrantes se dividieron entre Alemania y Suiza. Francia también fue otro de los destinos. Para los receptores, no dejaba de ser mano de obra barata aquellos que llegaban no solo procedentes de Extremadura, también de otras comunidades como Andalucía y Murcia. R.S.R.