Aunque a lo largo de las últimas décadas ha ido retrocediendo en la región de forma sostenida, el sacrificio de cerdos en domicilios particulares para autoconsumo ha logrado resistir en Extremadura. Lo ha hecho sobreviviendo a los obstáculos que han supuesto el envejecimiento y la despoblación de las zonas rurales o que cada vez haya menor número de personas experimentadas para ejecutar esta práctica. Y ahora lo ha conseguido también pese a la covid.

Las matanzas domiciliarias han podido seguir desarrollándose estos meses pese a la pandemia por «el importante valor económico y social» que conserva esta tradición en algunos municipios extremeños, según se arguye en la guía de actuación específica que para ellas elaboró la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales con el fin de prevenir contagios de SARS-CoV-2.

Hasta el pasado 8 de febrero, los veterinarios adscritos al Servicio Extremeño de Salud controlaron 1.699 matanzas caseras en las cuales se sacrificaron un total de 3.295 cerdos (casi dos animales de media). Los datos aparecen muy concentrados en la provincia de Badajoz, con 1.442 (un 85%). Y sobre todo en dos de sus áreas de salud en concreto, la de Llerena-Zafra, donde se tuvo conocimiento de 744 matanzas domiciliarias y del sacrificio de 1.471 ejemplares, y la de Badajoz, donde los números fueron 413 y 945, respectivamente.

Las matanzas caseras exigen varios días de intenso trabajo en los que tradicionalmente la familia cuenta con la colaboración de amigos y vecinos que echan una mano desde el primer momento pero con los que también se comparte el otro componente principal de esta tradición, el festivo. El problema es que esta vez pueda acudir a la fiesta un invitado no deseado, el coronavirus, cuya segunda y tercera olas han coincidido además con el grueso de esta campaña matancera.

Para reducir el riesgo de que se conviertan en focos de contagio, técnicos de la Dirección General de Salud Pública del Servicio Extremeño de Salud (SES) elaboraron a inicios de la campaña una guía de actuación que recoge una serie de instrucciones para la realización de matanzas domiciliarias. Así, se limita le aforo a un máximo de seis personas, a menos que los convivientes excedan de esa cifra, y quien solicite realizarla --trámite que se efectúa en cada ayuntamiento--- debe confeccionar una lista con todos los que asistan a ella, incluyendo sus teléfonos de contacto, un registro que conservará durante quince días para tenerlo a disposición de la autoridad sanitaria. Se celebrará, siempre que sea posible, al aire libre o en locales con buena ventilación y suficiente espacio para poder mantener la distancia interpersonal. Si coinciden personas no convivientes, aunque sea de forma puntual, es obligatorio el uso de mascarillas. Igualmente, se pide no compartir los utensilios como cuchillos, baños o tijeras, desinfectándolos siempre después de cada uso.

Pasados los tres primeros de los cinco meses de campaña --que discurre entre el primer día de noviembre de cada año y el último de marzo del siguiente-, todo apunta en cualquier caso a que la cifra de matanzas domiciliarias en la región quedará bastante por debajo de las dos anteriores (3.860 en la 2018/2019 y 3.340 en la 2019/2020). Esta tradición ha ido registrando un descenso prácticamente ininterrumpido en las dos últimas décadas. Si la campaña 2001/2002 fueron 26.541, con 48.148 cerdos sacrificados, en la 2011/2012 ya había caído a 7.547, con 14.979 animales.