«Soy de un pueblo pequeño de Costa de Marfil. En mi país la mutilación genital femenina es una costumbre con la que yo no estoy de acuerdo. Mis padres han muerto y el resto de mi familia quería practicársela a mi hermana pequeña de 9 años, me negué. Pedí ayuda a varias ONG y a la policía pero no pudieron hacer nada. Mi familia me amenazó. Me dijo que o abandonaba nuestro pueblo o acabarían conmigo. Me fui a Mali a casa de un amigo y dejé a mi hermana con una familia que la protege. Desde Mali emprendí el viaje a Europa. Ha durado un año y medio. Aquí no tengo a nadie pero ojalá todo salga bien y pueda traer a mi hermana conmigo».

Esta es la historia de Doumbia, un joven de solo 18 años, de la República de Costa de Marfil. Este país es, junto a otros como Nigeria, Somalia o el Congo, de donde procede el mayor número de mujeres refugiadas por riesgo de mutilación genital femenina según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Esta práctica afecta a más de 200 millones de mujeres en el mundo según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cada año, más de 3 millones de mujeres y niñas menores de 15 años son mutiladas en países de África, Asica, Oriente Medio y la Península Arábiga.