El anuncio reza: "Chico de 26 años, graduado en Filología Hispánica. Ofrezco clases particulares en Plasencia. Además, ¡ayudo con TFG! Precio muy económico (6-8 euros la hora)". Y deja un número de teléfono con el que contactar.

A priori, es un reclamo más de los miles que se encuentran por internet en el que jóvenes recién licenciados y en paro ofrecen sus servicios como profesores. Pero la clave está en las siglas TFG. Hacen referencia al 'Trabajo de Fin de Grado', un trámite necesario para obtener la titulación desde la implantación del Plan Bolonia y que trae de cabeza a los estudiantes. De ahí que muchos busquen ayuda e incluso no les importe pagar, si se lo pueden permitir, para que sea otro quien les haga el trabajo.

Así se alimenta el mercado negro del TFG, un fenómeno en auge (solo hace falta hacer una búsqueda en la red para ver tanto la oferta como la demanda) del que Extremadura no se escapa, tal y como explica el chico del anuncio --que estudió la carrera en el campus de Cáceres y prefiere no revelar su identidad-- y reconoce la propia universidad: "Nosotros nunca hemos detectado un caso, pero la picaresca no la podemos evitar", asegura Agustín Vivas, director de la Oficina de Información y Comunicación de la Uex.

Ayuda por horas

"Yo puse el anuncio hace unas semanas para sacar un dinero extra porque sé que hay demanda y en ese momento no estaba trabajando (ahora da clases en una academia)", explica el joven de Plasencia. Su motivo es el más común entre quienes ofertan este servicio. No obstante, también hacen uso de este mercado quien, aún teniendo empleo, necesita redondear el sueldo para llegar a fin de mes.

"Enseguida me llamaron varios estudiantes --continúa-- para que les echara una mano con el TFG. Ninguno me ha pedido que se lo haga entero, solo que le asesore. Lo que hago es marcarles las pautas de cómo tienen que ir desarrollando el proyecto".

En su caso el precio de la ayuda para el trabajo de fin de grado es de 10 euros la hora. El coste medio oscila entre los 300 y hasta los 500 euros si el servicio es, directamente, que la otra persona se encargue de todo, es decir, el desarrollo de un tema totalmente a medida. "Hay mucha gente que se desespera y busca la manera de quitarse el problema de encima. Y quien puede, paga".

El director de la Oficina de Información y Comunicación de la Universidad de Extremadura advierte que existen diversos mecanismos de control para evitar tanto el plagio como la falsa firma de un trabajo. "Hay un registro general donde se van archivando, de manera que es fácil detectar si hay algún proyecto que ya se haya presentado. Las nuevas tecnologías sirven también para evitar fraudes de este tipo", subraya. "Además, los profesores hacen un seguimiento continuo de los TFG, de manera que veo complicado que sea otro quien haga el trabajo, porque después hay que presentarlo y explicar qué método se ha llevado a cabo", apostilla.

No obstante, es consciente de que estos brotes de picaresca son más que habituales en el entorno universitario. "Pasó lo mismo cuando se hablaba de que una persona entraba por otra para hacer un examen. Existen sistemas de control (como que sea obligatorio llevar el DNI) para evitar que esto ocurra".

Si hay pruebas de que un trabajo es un plagio, queda automáticamente anulado. Al igual que si se descubre que quien pone su rúbrica no es la misma persona que quien realmente ha desarrollado el proyecto, advierte Agustín Vivas.

Asimismo, quiere destacar que la importancia de que un alumno haga por sus propios medios el TFG reside en que "es la primera vez que éste se enfrenta a una metodología de carácter científico". "No se trata de un trabajo cualquiera --prosigue-- sino que el objetivo es llevar a cabo una investigación seria. Es, al fin y al cabo, una asignatura más".

Insiste Vivas en que, dada la importancia, el profesor sigue la evolución del alumno muy de cerca. "Nosotros tenemos entre nuestra funciones hacer de tutores con el TFG, es parte del trabajo universitario. Y nuestra misión es que el alumno tenga la capacidad de hacer esta tarea por sí mismo".

Pero el chico placentino del anuncio discrepa de este criterio: "En muchas ocasiones, uno de los motivos por el que los alumnos acuden a gente como yo es porque el tutor del TFG no se involucra porque ni siquiera él mismo lo valora. Incluso muchas veces ellos creen que es una tontería más de seis créditos y ven casi como un 'castigo' tener que tutorizar este tipo de trabajos, ya que les quita tiempo para sus proyectos".

Agustín Vivas insiste en que el alumno encuentra en estas tutorías toda la ayuda necesaria y que dirigir un TFG es tarea de todos los profesores universitarios.

La teoría está clara, pero en la práctica el mercado negro de los trabajos de fin de grado se ha hecho su hueco. También en Extremadura.