Su abuelo era un ingeniero naval enrolado en un buque de guerra alemán durante la I Guerra Mundial. El barco fue hundido frente a las costas portuguesas. Como Portugal era anglófila, el marino tuvo que pasar a España. Entró en los círculos de industriales alemanes que estaban montando fábricas de cerveza, entre ellas la de El Aguila. Montó la de Madrid, conoció a una toledana y se quedó en España. De ahí proviene el segundo apellido de nuestro personaje: Müller.

El primero, Mosquera, llega desde Monforte de Lemos (Lugo), donde su abuelo paterno era ganadero y desde donde llega a Mérida a la sombra de otro gallego, José Fernández López, el empresario del matadero emeritense. El abuelo Müller acabó viniendo también a Mérida a montar las cámaras frigoríficas del matadero, ahí se cruzan las estirpes gallega y alemana y nace José Mosquera Müller.

¿Alemán, gallego, emeritense...?

-- Me siento muy orgulloso de ser de Mérida porque aquí se puede practicar todavía la vida contemplativa de Fray Luis de León y ser espectador de los sucesos tan crudos que suceden en el resto del mundo. Por mi trayectoria vital me siento profundamente extremeño: nací y vivo en Mérida, estudié en Cáceres y mi mujer es de Navas del Madroño (Cáceres) y estudió en Badajoz. En Mérida siempre he estado vinculado al museo de arte romano, primero con José Sáenz de Buruaga, su director, después con su hijo, José María Alvarez, con quien tuve mi primer sueldo y mi primer contrato. He estado vinculado a Adenex en sus inicios, a las cofradías de Semana Santa, presidiendo durante dos años la Junta de Cofradías de Mérida. Estoy muy vinculado al mundo taurino, quizás por la relación de mi familia al mundo del campo.

Es usted un especialista en la dinastía taurina de los Bienvenida.

-- Los Bienvenida, el abuelo y el padre, nacieron en el pueblo pacense de Bienvenida, de ahí les viene el apodo. Ellos no renunciaron nunca a sus orígenes extremeños y me consta que intentaron que el apodo se convirtiera en apellido. Es una familia que tuvo que emigrar de Extremadura a Sevilla a finales del siglo XIX para ganarse la vida. El abuelo no cuaja como torero, pero sí como buen peón y está con toreros importantes del siglo XIX como por ejemplo Bocanegra. Su hijo, el Papa Negro, retoma la tradición paterna y la mejora. El crítico José de la Loma, alias Don Modesto, estaba muy unido a Ricardo Torres Bombita , a quien llamaba el Papa Blanco. Cuando vio torear a Manuel Bienvenida, le pareció que podría representar un hito en la historia de la tauromaquia y lo llamó el Papa Negro, que es como llaman al superior de los jesuitas. Pero en 1910, un toro de Trespalacios le dio una cornada en una pierna y lo dejó cojo. Aún así siguió toreando porque tenía que mantener a la familia.

Fue metiendo la semilla de la tauromaquia a sus seis hijos y los seis fueron toreros, unos más irregulares, otros más bohemios y otros cuajaron. El Papa Negro era también un bohemio que llevaba coleta cuando ningún torero la llevaba ya, que te lo encuentras toreando en medio de la selva sudamericana o escapando de los disparos en episodios de la revolución mejicana. Los Bienvenida han sido una de las dinastías más extensas de la historia de la tauromaquia y si bien no han marcado hitos, sí llegaron a la perfección, aunque no hayan innovado como Belmonte, Joselito, el Guerra o Fuentes, que sí innovaron.

EL PAPA NEGRO

Arqueólogo, taurino... cronista de Mérida.

-- Al poco de fallecer José Sáenz de Buruaga, el anterior cronista, me nombró la coporación municipal cronista oficial de Mérida. Don José, que así se le conocía en Mérida, fue además archivero, arqueólogo, profesor, director del museo... Era un hombre polifacético y entregado a los demás. Su hijo también fue cronista de la ciudad y también lo fue Fermín Ramos, que no fue arqueólogo como los otros dos: venía del mundo jurídico, pero estuvo vinculado a la arqueología porque fue delegado de Bellas Artes en Mérida durante muchos años y estuvo en el Patronato de la Ciudad Monumental, antecedente del actual Consorcio.

¿Cuál es la relación de la Mérida moderna con la Mérida arqueológica?

-- Mérida tiene un grave problema de identidad. La realidad presente fagocita el hecho arqueológico. Parece como si lo arqueológico no tuviera presencia en la ciudad, pero sí tiene presencia y muy intensa. El cronista no está sólo para estudiar el pasado, sino para proporcionar material crítico e independiente de la Mérida de hoy a los historiadores del futuro. El cronista debe opinar en la prensa, debe ser vocero de lo que sienten los vecinos, los barrios. Porque Mérida no es sólo el centro histórico, sino sus barrios. Mérida ha cambiado una enormidad. Los barrios están muy distanciados de la ciudad, no parecen Mérida. Hay que facilitar medios de comunicación cultural entre el centro, donde se administra y se comercia, y los barrios, donde se vive.

¿En el devenir histórico de Mérida, cómo se situaría el momento actual?

-- Los legionarios romanos se licencian, se les entregan unas tierras y los colonos se instalan aquí en Mérida. Esa es la circunstancia gozosa de la fundación, pero el gran momento de Mérida es a partir del siglo IV, cuando Mérida se convierte en sede del gobernador de toda España. Se convierte en capital de la península en un momento en que el imperio está en disgregación. El imperio se hunde y Mérida alcanza su primavera. Con los mulsulmanes, la población sigue siendo hispanorromana, pero cristianizada y eso es un problema para los árabes. El emirato tiene que levantar la alcazaba para evitar las algaradas continuas en la ciudad. Hay una etapa triste después, cuando nos vemos continuamente en medio de la guerra: la Reconquista, las de Portugal, la de Independencia, la Guerra Civil... Mérida se encuentra siempre en los frentes aportando... dinero, soldados, residencia para la tropa, impuestos. A cambio, Mérida no recibió nada porque el gobierno de Mérida siempre estaba muy lejos de aquí. El hecho de que la Orden Militar de Santiago rigiera los destinos de la ciudad fue un baldón. Santiago de Compostela estaba muy lejos y era la primera interesada en que Mérida siguiera así, hibernante y sumisa. Cuando se restablece el poder de la corona, la situación sigue siendo parecida hasta que llega el ferrocarril y cambia el sentido de Mérida.