No toda ruptura matrimonial tiene que acabar con las partes tirándose los tratos a la cabeza, discutiendo sobre la custodia de los niños y cargando a los abogados con la responsabilidad de salir indemnes en el reparto de bienes. "Es posible romper una relación conyugal y mantener los lazos". El mensaje es de la Asociación Extremeña de Mediación Familiar (Amfami), una de las dos organizaciones --la otra es la Asociación de Atención y Mediación a la Familia (Atyme)-- que desde el 2000 presta este servicio en la comunidad autónoma.

Esta iniciativa de gestión y resolución de conflictos fue puesta en marcha por la Consejería de Bienestar Social y, aunque de ello ya han pasado 7 años, no termina de consolidarse. Según la Junta, entre el 2000 y el 2006 sólo han pasado por sus dependencias 179 parejas y en lo que va de año, otras 14. La cifra es minúscula si se tiene en cuenta que al año se rompen unos 2.000 matrimonios. Es decir, solo un 2% de quienes inician un divorcio o una separación acuden a este servicio público.

"El problema es que hay una falta de cultura de la mediación. No se sabe en qué consiste y se piensa que ante una ruptura no hay más alternativa que la vía judicial. Falta conocimiento y la difusión es lenta", explica Chon, una de las responsables de Amfami. Ella es mediadora, "el profesional que juega un papel imparcial y neutral para que las partes expongan emociones y necesidades cierren un acuerdo".

El 99% de los casos atendidos son procesos de separación o divorcio y al servicio se acude de forma voluntaria. Basta con solicitar una cita (se puede hacer a través de la consejería). "Lo primero que hacemos es una entrevista para exponer a las partes en qué consiste el proceso y evaluar si el conflicto es mediable". Y es que hay situaciones en las que resulta inviable intervenir: "Los dos deben estar de acuerdo en que tienen un conflicto y quieren solucionarlo, porque cuando la posición de uno de ellos es desequilibrada, no se puede mediar".

Chon insiste en que el objetivo primordial es lograr un beneficio para toda la familia. "Aquí nunca hay adversarios", insiste. De hecho, en muchos casos sólo se recurre al juzgado para formalizar el acuerdo, ya que "son medidas hechas a la carta por ellos mismos, sabiendo que las van a cumplir".

En ese trato entra todo, desde la residencia que ocupará cada una de las partes, hasta cómo se contribuirá al gasto familiar. Pero sobre todo se trabaja mucho en que los menores no sufran y no perciban la situación de conflicto. "Más de la mitad de los acuerdos contemplan la custodia compartida", agregan en Amfami.

El proceso apenas dura un mes y medio, seis o siete sesiones, y en más del 50% de los casos se resuelve satisfactoriamente con un acuerdo entre los ya ex cónyuges. "Es más, hemos tenido algún caso de reconciliación, aunque esa no es nuestra función".