La llegada de Miguel Angel Perera al toreo marcó un antes y un después. Se desató una tremenda ilusión entre la afición extremeña, porque veía en el joven diestro de la Puebla del Prior a un torero que iba a dar momentos de gloria a Extremadura en el ámbito taurino. Y cuando acaba de concluir su cuarta temporada como matador de toros, Perera no solo no ha defraudado, sino que atraviesa un momento que le permite tocar con la yema de los dedos la cumbre del toreo.

Pero no ha sido fácil la temporada. Ha habido quejíos por seguiriyas, más al final su toreo se ha tornado de cante grande. Hoy, gracias a las virtudes que atesora este gran torero, los cantes son gozosos por bulerías.

--Cuando concluyó la pasada temporada tomó la decisión de cambiar de apoderados. ¿Cómo valora aquella decisión?

--Aquella decisión me resulta muy fácil de valorar. Lo difícil fue tomar la decisión de dejar una casa importante para irme con Fernando Cepeda, un apoderado independiente que era matador de toros. Pero yo estaba convencido que era la decisión correcta porque me iba a permitir crecer como torero, y así ha sido. Me encuentro con Fernando muy bien y además es más que un apoderado: es un amigo. El ha sido la persona clave, pues ha tenido muy claro cómo iban a discurrir las cosas cuando parecían torcidas. Me dijo con premonición como iba a discurrir la temporada, y el tiempo le ha dado la razón.

--La temporada comenzó bien, pues alió a hombros en Valencia, pero se torció en Sevilla y Madrid...

--Más que torcerse, no salieron las cosas. En Sevilla no tuve fortuna y en Madrid tuve la cogida el 18 de mayo. No pude matar ningún toro aquel día, pero además el segundo de mi lote embistió para armarle un lío. Y se lo armó otro compañero mientras que yo estaba en la enfermería. En fin, sucedió así y no hay que darle más vueltas.

--A partir de ahí llegaron momentos malos. Parece que hubo empresarios que le quisieron pasar factura. No se valoró el final de la temporada anterior y los triunfos de Quito y Valencia.

--No sé si se me quiso pasar factura, o es que así está montado el toreo, que para unas cosas hay memoria y para otras no. Sin embargo, yo lo tenía muy claro y sabía cómo tenía que refrescar las memorias: y lo he hecho triunfando todas las tardes y ante todos los toros. De ello me siento muy satisfecho.

--Efectivamente, llegaron los triunfos, sobre todo unos meses de agosto, septiembre y octubre con salidas a diario a hombros. ¿Qué es lo que permite a un torero hacer fácil lo difícil?

--Pues es un cúmulo de circunstancias. Primero verte en situaciones que no deseas. Entonces hay que ser consciente de la situación, tener los pies en el suelo. Después la madurez te permite ver las cosas claras. Llega la confianza y con ella la moral. Todo ello te permite venirte arriba.

--Los triunfos de agosto y septiembre fueron importantísimos...

Ciertamente han tenido una gran repercusión. La primera tarde de Albacete fue muy importante, además porque la corrida era televisada. Ese día sabía lo que me jugaba, pero tenía mucha confianza e hice el toreo bueno. Ello me permitió torear otras dos tardes en esa feria. Después llegó la salida a hombros de Murcia, el rabo de Nimes, las tres orejas de Barcelona. Pero también he cuajado grandes tardes y faenas en plazas de menor categoría, como Villanueva del Arzobispo o incluso Barcarrota.

--Hay un runrún en los mentideros taurinos sobre usted...

--Afortunadamente sí. Me siento orgulloso de que me reconozcan los profesionales y la prensa. También los buenos aficionados. Pero yo quiero llegar también al gran público y a las empresas.

--El final de temporada lo ha sido en plazas de responsabilidad: Sevilla, Madrid y Zaragoza.

--Son todas plazas muy importantes y me siento orgulloso de adquirir esos compromisos. Creo que ha sido un mérito por mi parte no rehuir esas plazas y una responsabilidad, y de todo ello he salido fortalecido. Para mí han sido muy importantes mis actuaciones en Sevilla, Madrid, y el broche de Zaragoza, con una oreja.

--Y del sitio que ocupa en el toreo en Extremadura y en el corazón de los aficionados extremeños, ¿se siente satisfecho?

--Por supuesto. Extremadura vive un momento muy importante en el ámbito taurino y yo me siento orgulloso de ser uno de los toreros, junto a mis compañeros, que contribuyo a ello. Siempre he sentido el calor de la gente y especialmente de los aficionados extremeños. Desde muy pronto tuve muy fieles partidarios, gente que confiaba en mí y me acompañaba allá donde toreaba. A decir verdad, me siento profeta en mi tierra y llevo a Extremadura siempre en el corazón.

--Vamos a hablar de su evolución como torero...

--Sin duda se ha producido. Creo que ha tenido mucho que ver mi apoderado Fernando Cepeda. Han sido muchos los momentos que vivimos juntos, viajes, comidas, charlas en el callejón, siempre hablando de toros, de matices, de tratar de corregir mi toreo para torear cada vez mejor. Creo que con la muleta toreo más limpio, pero donde se me nota de verdad es con el capote a la verónica. Antes coger la capa me costaba. Ahora quizá me falte regularidad, pero toreo con mayor soltura. El oficio y la madurez te dan recursos para no tener que esperar al toro bueno. Ahora, además del toro bueno, soy capaz de cuajar al medio toro que decimos los toreros, al toro no tan bueno.

--Si mira usted para atrás, cuando comenzó en 1999 en la Escuela de Badajoz, o al 2004, cuando tomó la alternativa. ¿Dónde quiere llegar?

--A ocupar los puestos de privilegio mientras esté en activo y, cuando me retire, que se me recuerde como una figura indiscutible del toreo, como se recuerda a esas grandes figuras que están en la memoria de todos.