Ayer puso punto y final a una dilatada carrera sindical que ha ido pareja a la etapa democrática. Miguel Angel Rubio Ramos (Cáceres, 1947) empezó trabajando de albañil cuando solo era un niño y en las obras forjó el sentimiento político y sindical que con vehemencia ha defendido estos años. Salió elegido concejal con el PSOE en 1979, entonces en la oposición, y en la legislatura 1983-1987 fue concejal de Obras. Secretario de la Federación de la Construcción de UGT de Cáceres desde 1977, ocupa seis años después la secretaría provincial. Con la fusión con la del metal, asume el liderazgo ya a nivel regional, hasta ahora.

--¿Se jubila o le jubilan?

--Hay dos cuestiones. Me jubilo por la edad y porque llevo 49 años y ocho meses cotizados a la Seguridad Social, y cobro mi justa pensión de jubilación. En cuanto a mis responsabilidades en la organización, puedo decir que no me jubilan, porque ha sido una decisión personal, ni siquiera me ha venido una señal de los compañeros de que fuera conveniente que no me presentara a la reelección. Creo que había llegado el momento de pasar página, porque si no la pasaba ahora, puede que efectivamente me jubilaran.

--¿Qué da más trabajo, el andamio o ser sindicalista?

--Más trabajo, aunque parezca que ser sindicalista es ser un vividor, da estar en el sindicato por las horas que le tienes que echar a este trabajo. Cuando tienes un cargo de responsabilidad, es como las funerarias, tienes que estar en servicio permanente. Físicamente es más dura la construcción, pero el compromiso que tienes con el sindicato te lleva a dedicarle mucho más tiempo.

--Ha estado más años en los despachos que en el tajo. ¿Se acuerda como se pone un ladrillo o se ha aburguesado un poquito?

--Uno no es como es, sino como te ven los demás. Yo empecé en el andamio con 14 años como pinche en las obras de la Delegación de Hacienda de Cáceres, y me bajé de él con 33 años. Este oficio es como montar en bicicleta, nunca se olvida. Siempre he tenido mi cajón de herramientas de albañil con las paletas bien engrasadas por si menester fuere volver.

--¿Cómo se puede ser político, y llevar el área de Urbanismo en el ayuntamiento, y sindicalista a la vez? ¿Parece que ahí hay un conflicto de intereses?

--Estuve dos legislaturas en el Ayuntamiento de Cáceres y no me fue difícil compatibilizar ambas cosas. Si uno es honesto en la vida, no tiene por qué haber problemas. Puedo ir con la cabeza muy alta --y eso lo pueden ratificar los empresarios de la construcción y los promotores--, porque yo sabía en todo momento cuándo estaba en el ayuntamiento y cuándo en el sindicato. Algún problemilla tuve de incompatibilidad. Recuerdo una huelga que hicimos de los autobuses urbanos y yo era a la vez teniente de alcalde. Hubo un momento de fricción y yo personalmente me sentí incomodo. Sin embargo, en el área de urbanismo no tuve esos problemas.

--¿Por qué se afilió al PSOE?

--Primero me afilié a UGT. En 1971 trabajaba en unas obras en Cáceres. Llevábamos más de un mes sin cobrar y se me ocurrió decir en el corrillo durante la hora del bocadillo (que es sagrado para los albañiles) que si no nos pagaban lo que había que hacer era parar y ya está. Y lo hicimos. Era lo más parecido a una huelga en aquel entonces. Llegó la policía para ver qué pasaba y me cogió subido en el bidón dirigiéndome a mis compañeros. La político- social me puso entonces ya en la lista de peligrosos. Cinco años después me fueron a buscar a una obra Agustín Bermejo y Manuel Cupido, que fue el primer secretario general de UGT en la provincia de Cáceres, e insistieron en que me afiliara. Y ahí empezamos a reconstruir la UGT. Entonces tomas contacto con el partido, porque en aquella época había mucha ligazón entre UGT y PSOE, y me afilio a él a principios de 1978.

--Visto con la perspectiva de los años, ¿cree que le mereció la pena ser concejal?

--A cualquiera que se le da la oportunidad de representar a sus conciudadanos en una institución tan cercana al pueblo es importante hacerlo. Si además lo ponemos en el contexto político del momento, donde era la primera corporación democrática después del largo periodo de dictadura, creo que eso tiene un plus añadido. Y tuvimos que hacer más con menos, porque no había estructura ni dinero (ni el alcalde ni los concejales cobrábamos). Había muchísimos problemas de toda índole; había calles sin asfaltar y barrios sin alcantarillado; y las AAVV por entonces eran muy reivindicativas. Uno hizo lo que pudo, pero merecieron la pena las dos legislaturas que estuve porque me permitió adquirir unos conocimientos importantes.

--¿Hubo algo más que la huelga de autobuses para distanciarse del partido y centrarse en el sindicato?

--Cuando Juan Iglesias Marcelo decide no presentarse a alcalde y el candidato socialista iba a ser Carlos Sánchez Polo, opto por no ir en las listas porque tenía mis diferencias con Carlos. Si a eso le añadimos que UGT había crecido mucho, y que la organización necesitaba una dedicación 'full time', era difícil de compatibilizar. Y opté por seguir como secretario general de la UGT, porque siempre me he sentido más sindicalista que político, aunque el sindicalismo también tiene una parte política.

--Tuvo duros enfrentamientos con el entonces presidente de la Junta Rodríguez Ibarra. ¿A qué se debieron?

--Había una afinidad importante entre ambos hasta el 14 de diciembre de 1988. La huelga general de ese año, la primera que se hacía después de la Guerra Civil, provoca una ruptura muy importante entre PSOE y UGT. Y Juan Carlos en aquel momento quizá no entendió por qué salíamos a la calle los dos sindicatos. El pensaba que en Extremadura, donde acabábamos de firmar un Plan de Empleo, no había razones para ir a la huelga general. Nos llamó a su despacho a Miguel López y a mí e intentó convencernos para que saliéramos diciendo que UGT no apoyaba la huelga en esta región. Cuando dijimos que no, Juan Carlos monta en cólera y vino casi a decir que prácticamente nos iba a echar que Extremadura. Incluso Federico Suárez nos llamó nacionales-sindicalistas. La verdad es que fue durísimo. Aquello supuso un encontronazo fortísimo, aunque el tiempo sirve de bálsamo y hoy puedo decir que mis relaciones con él son buenas.

--¿Tiene el PSOE ahora mismo opciones de gobernar en Extremadura y en España?

--Creo que sí. Se han cometido errores; muchos errores. La última etapa de Zapatero ha deteriorado muchísimo al PSOE y lo que es el concepto de socialdemocracia, y eso el partido lo está pagando, porque ante la ciudadanía tiene todavía poca credibilidad de poder hacer políticas de izquierda. La última Conferencia que ha celebrado el partido creo que ha situado ideológicamente al PSOE en el siglo XXI. El problema es que se han aprobado muchos temas, pero eso no llega a la ciudadanía, salvo que saques un decálogo en el que expliques qué vas a hacer con la sanidad, con la educación, con las pensiones, etc. El otro día le dije a Guillermo (Fernández Vara) que el programa electoral para las próximas elecciones es sencillísimo: hay que reponer a su estado anterior todo lo que está deteriorando la derecha. Tengo esperanzas en que volvamos a ilusionar a la ciudadanía.

--¿Ha dejado de ser el PSOE una referencia de izquierdas?

--Creo que no. Quién es la referencia de la izquierda, UPyD y Rosa Díez, que lleva en política desde que tenía faldita corta e iba al colegio, e incluso tuvo responsabilidades de gobierno. IU creo que recuperará algo y hace falta también que esté, porque no tenía representación. Pero en el caso de esa coalición, es más lo que se predica que lo que se hace, y el ejemplo lo tenemos en Extremadura, aunque en Andalucía está apoyando a los socialistas. Pero si el PSOE vuelve a ser capaz de centrar (y no digo centrar políticamente, porque se es de derecha o de izquierdas; yo lo del centro no lo tengo muy claro) las políticas de izquierda en torno a él y vuelve a tener su espacio político, será un partido de gobierno. Hemos hecho examen de conciencia; estamos haciendo la penitencia ahora y, además, hay que cambiar de cartel. Rubalcaba no es el candidato.

--No parecen buenos tiempos para la política ni, por lo visto últimamente, para el sindicalismo... ¿Qué no funciona?

--La política que está haciendo el PP es ultraliberal, y si vas deteriorando todo lo público y recortando derechos, hace que los sindicatos de clase, UGT y CCOO, seamos un obstáculo para llevar a cabo esas políticas. Somos el garbanzo en el zapato de la derecha española. Los sindicatos estamos recuperando la capacidad de movilización y ya ves a miles de personas en las manifestaciones detrás de la pancarta que encabezan los dirigentes sindicales. Pero hay un acoso mediático por parte de la derecha política, económica y de algunos medios de comunicación. Si a eso le añadimos que algún error podemos haber cometido, tenemos el caldo de cultivo para que nos ataquen. Está el tema de Andalucía, donde si alguien ha metido la mano en la caja, hay que actuar con contundencia contra él. Pero peor lo pasaron Pablo Iglesias y Largo Caballero, a los que acusaron de vivir a costa de los trabajadores. Nunca han sido buenos tiempos para los sindicalistas. El mismo Pablo Iglesias lo decía: cuando los patronos y el capital nos aplaudan, empezar a pensar que en algo nos estamos equivocando.

--¿Qué sintió cuando cerraron empresas tan emblemáticas como Gresiber o Waechtersbach?

--No es agradable ver que trabajadores que llevan muchos años en una empresa no pueden terminar en ella su vida laboral. Eso te quita el sueño. El proyecto industrial de Gresiber no pudo salir adelante y en Waechtersbach también fue muy duro que cerrara. En esta última fuimos capaces de salir de una quiebra, con nuestro trabajo y el buen hacer de Felipe Vela, pero al final no se pudo mantener tampoco. Y cuando ves salir a los trabajadores, después de treinta y tantos años, con sus enseres personales y hacer el hatillo, ya sin retorno, es un momento complicado. Yo tengo la imagen de ser una persona muy dura, pero tengo grandes sentimientos, y el día en que se cierra yo me tengo que ir a un rincón para que los compañeros no vieran que se me caían las lágrimas tras comprobar que aquello por lo que tanto habían luchado ellos y por lo que yo me había desvivido, cerraba sin poder hacer nada.

--¿Pero también habrá tenido algunas alegrías?

--No crea que te llevas muchas alegrías. Y además el reconocimiento es poco. Cuando uno hace lo que tiene que hacer tampoco son satisfacciones. He sido muy cruel siempre conmigo mismo y con los compañeros que han estado alrededor de mí, porque siempre hay que poner sobre la mesa solo lo que se ha hecho mal y lo que hay que corregir.

--¿Con la Reforma Laboral tienen margen de maniobra los sindicatos para negociar o están ahora maniatados?

--La Reforma Laboral ha sido un torpedo en la línea de flotación de las relaciones laborales. El Gobierno Zapatero lanzó ya un torpedo, abaratando y facilitando los despidos. Antes el convenio era ley. Ahora, con la Reforma Laboral, prácticamente deja de ser ley. Al empresario se le han dado todas las posibilidades para poder incumplir el convenio y desregular aquello que las partes mutuamente han firmado. Vemos que la Reforma Laboral no ha creado empleo; ha devaluado el factor trabajo; y es mucho más difícil llevar a cabo la negociación colectiva. Un ejemplo de lo mal que está funcionando lo tenemos en Siderúrgica Balboa. Quitar en los ERE la tutela administrativa perjudica la negociación, porque era la autoridad laboral la que decidía si se podían llevar a cabo las pretensiones de la empresa. La Junta podía jugar sus bazas, incluso políticamente. Pero ahora el papel que puede jugar el Ejecutivo es mínimo; ya es difícil que sea mediador, lo que conlleva que si los sindicatos no están de acuerdo con la decisión de la empresa, la vía que les queda es irse directamente al juez.

--La gente cree que son lo mismo UGT y CCOO porque siempre le ve ir de la mano a todos lados. ¿No hay diferencias ya entre ambos sindicatos?

--Es cierto que cada vez nos diferenciamos menos. Antes las diferencias podían ser mayores por la vinculación política de ambos: UGT con el PSOE y CCOO con el Partido Comunista. Ahora nadie puede decir que UGT sea la correa de trasmisión del PSOE, cuando antes la Casa del Pueblo era la misma para los socialistas y los afiliados de UGT. La unidad de acción que estamos teniendo hace que no se visualicen esas diferencias, aunque hay un elemento que nos hace confrontar, que son las elecciones sindicales. Competimos en el mismo campo para ver quién es el sindicato mayoritario. Y esa pugna se traslada a los centros de trabajo de cara a obtener la mayor representación. Pero la unidad de acción hace que no haya grandes diferencias ya. Creo que con el tiempo podríamos llegar a tener una unidad orgánica, porque se está viendo que no hay grandes diferencias entre CCOO y UGT.

--Pero el sindicalismo vertical es muy peligroso...

--Hay más sindicatos, pero son sindicatos amarillos. Los únicos sindicatos de clase son UGT y CCOO. Los otros centran su actuación sindical, aunque quieran abrirse más, en un colectivo concreto que es el de los empleados públicos, como es CSIF. Cuando se habla de sindicatos se hace en plural y se dice "los sindicatos", no "la UGT" o "el sindicato CCOO". Cuando actuamos en conflictos importantes es raro que haya diferencias entre nuestros dos sindicatos.

--Diga brevemente qué le sugieren las siguientes personas: Felipe González.

--Un gran estadista.

--José María Aznar.

--Una persona mediocre y con poca visión.

--Rodríguez Zapatero.

--Quiso implantar un socialismo que la realidad económica le impidió.

--Rajoy.

--Un hombre atrapado por los mercados.

--Rodríguez Ibarra.

--Un gran político, que puso a Extremadura en el mapa de España, que no estaba.

--Fernández Vara.

--Una gran persona.

--Monago

--Un encantador de serpientes.