El catedrático de la Universidad de Extremadura (UEx) Enrique Moradiellos, Premio Nacional de Historia de España 2017, advierte de que volver a discutir en Europa de fronteras y de independencias supondría regresar a finales del siglo XIX y principios del XX, un período crítico que desembocó en las dos guerras mundiales.Su obra Historia mínima de la Guerra Civil española, de 298 páginas, acaba de ser galardonada con el premio que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, dotado con 20.000 euros. Moradiellos (Oviedo, 1961) subraya que «la historia advierte».

«Volver a hablar de soberanías y de independencias irrestrictas, volver a discutir fronteras y quién tiene más fuerza o menos para determinar esto o aquello es abrir la caja de Pandora», sostiene el historiador afincado en Extremadura desde el año 2006. A su juicio, sería regresar a finales del XIX y principios del XX, dos siglos que trajeron grandes conflictos bélicos con millones de muertos, una Europa devastada y dividida por la guerra fría. «No hay ningún estado europeo cuyas fronteras puedan considerarse sagradas», según el historiador, que indica que las de Alemania o Italia «son del otro día» y que alerta de los problemas territoriales internos en varios países, como Francia con Córcega.

Tras el desafío independentista catalán, «en Europa se tientan las barbas», dice el catedrático, que defiende el proceso de construcción europea con 27 estados que «mal que bien funcionan» y no 98 «mal avenidos», y hace pedagogía con ello. Así, resalta que el acuerdo del carbón y el acero tras la II Guerra Mundial supuso poner en común a dos países que se odiaban, Francia y Alemania, después de «tres generaciones matando y muriendo».Contar con una autoridad única superior, aunque se mantengan los estados, y con justicia o ejércitos comunes, hace «muy difícil ir a la guerra». Moradiellos comparte con el jurado la «ecuanimidad» con la que aborda la contienda española en su obra y su «llamamiento a la concordia».

VIRTUD DE ESCUCHAR // Su línea de trabajo es la de tratar de ver la complejidad de cada fenómeno, sin maniqueísmos, sin explicaciones monocausales y sin sectarismo. A su juicio, frente a la propaganda o los mitos, en la historiografía española predomina la ecuanimidad, que no es «equidistancia», sino la virtud de escuchar a unos y otros, de ver las fuentes que son probatorias, cotejarlo y ofrecer una explicación.

Además de ello, considera que «el arma crítica de la historia es también la comparación con otros países y avatares», ya que España y otras naciones han caído en pesar que lo aquí pasó «es único, singular y privativo».

Así, ha recordado que entre 1919 y 1939 hubo varias guerras civiles en Europa, no únicamente en España, aunque cada analista crea que la suya es «la más cruenta, la más sangrienta, la más importante; te das cuenta que no es para tanto». «Los países tienen visiones a veces conmiserativa de su historia que compensan con actitudes de orgullo patriótico».

Su libro es un «llamamiento a la concordia» porque las cosas no suceden por una «causa única y omnipresente», sino por una confluencia de razones. Los españoles, a su juicio, conocen «relativamente mal» su historia porque cuando se le ha dado importancia a esta disciplina ha sido de forma «doctrinaria» o «mitológica».