Es difícil imaginar hoy el campo extremeño sin todo lo que le ha aportado en las últimas décadas el movimiento cooperativo. Han modernizado el sector agroalimentario regional, y se han convertido en uno de los principales motores de su economía extremeña. "El movimiento agroalimentario cooperativo ha conseguido vertebrar nuestra región. En muchos de nuestros pueblos, la cooperativa es la única empresa o industria que existe", resalta Carmen Moreno, directora-gerente de Cooperativas Agro-Alimentarias Extremadura. Esta entidad aglutina como socios a alrededor de 45.000 agricultores y ganaderos de la comunidad autónoma. Genera más de 1.400 empleos directos fijos y casi 2.000 eventuales. Las 230 cooperativas que integran esta federeción facturaron en el 2011 más de novecientos millones de euros, aproximadamente un 5,3% del PIB regional.

"Las cooperativas han mejorado la calidad de vida de los agricultores y ganaderos, ayudando a mantener su renta, y han contribuido a la incorporación de jóvenes al sector", recalca Moreno, para quien estas sociedades "han ayudado a que el agroalimentario sea el primer sector económico de nuestra región, de España y de Europa".

DESDE LOS CINCUENTA Fue en los años cincuenta cuando nacieron varias de las cooperativas que acabarían derivando en lo que actualmente son algunas de las mayores empresas agroindustriales de la región, como Acorex, la Agrupación de Cooperativas Valle del Jerte o Acenorca, aunque el boom cooperativo llegaría dos décadas más tarde, en los setenta. Sin este modelo empresarial, precisa Moreno, el campo extremeño sería hoy "muy distinto" porque, argumenta, las cooperativas han jugado un papel muy importante como empresas sostenibles del medio rural, ya que no se deslocalizan y reinvierten sus beneficios en el territorio, "donde generamos riqueza y empleo, contribuyendo a su desarrollo". En su opinión, el cooperativismo ha liderado la transformación del campo extremeño, "apostando además por la agroindustria y haciendo que tengamos una agricultura y ganadería técnicamente avanzadas y comercialmente competitivas". Así las cosas, el crecimiento experimentado en las últimas décadas por sectores como el hortifruticultor, el vitivinícola, el del aceite o el ganadero parece imposible sin la participación que han tenido en él las cooperativas.

Pero, ¿qué beneficios aporta este modelo asociativo? A nivel general, reduce los intermediarios en la cadena alimentaria y posibilita una mayor eficiencia y transparencia en los mercados, "permitiendo ofrecer alimentos seguros a precios asequibles". Más particularmente para los agricultores, les facilita el aprovisionamiento de materias primas, lo que disminuye sus costes de producción, y les da asesoramiento para el cuidado y la mejora de sus explotaciones. Igualmente, permite incorporar

la parte de valor añadido relativa a la transformación y facilita la comercialización e internacionalización de los productos.

En este sentido, las cooperativas han contribuido a paliar uno de los males endémicos del campo extremeño, la no transformación de sus productos, con la puesta en marcha de numerosas agroindustrias. "El cooperativismo es una salida a la producción. Lo ha demostrado durante muchísimos años", remarca Moreno. "Hace años tuvimos como reto transformar las materias primas con las que contamos. Y lo conseguimos. Y ese valor añadido nos lo hemos quedado", remacha.

También se han registrado avances importantes en lo que atañe a la comercialización. Más de dos tercios de las cooperativas extremeñas de segundo grado cuentan con productos de marca propia. Con todo, el de salir al mercado directamente sigue siendo uno de los grandes desafíos del sector. "Estamos en el camino y, del mismo modo que logramos el reto de transformar, estoy segura de que ahora conseguiremos el de comercializar y quedarnos también con ese beneficio", aventura. Así, productos como el tomate ya no salen de la región solo en bidones, sino que lo hacen como productos finales con marca propia, como el ketchup, o en envases individuales de tomate con aceite.

INNOVACION En este sentido, la I+D+i juega un papel fundamental para abrir mercados. Casi una cuarta parte de las cooperativas extremeñas toman parte en proyectos innovadores, lo que convierte a Extremadura en la segunda región con un mayor porcentaje, solo por detrás de Castilla y León. Dos ejemplos de ello son Tomates del Guadiana, que ha conseguido que su aceite con licopeno figurara en los estantes de algunas de las principales grandes superficies españolas, u Oviso, lanzando al mercado fiambre de cordero loncheado "para dar mayor salida a este sector". Otras cooperativas investigan y desarrollan nuevos envases para el vino o venden sus ibéricos ya loncheados.

Tanto en este ámbito, como en el de las exportaciones, Moreno afirma que "se está en un buen momento a pesar de la crisis". "La visión empresarial es cada vez mayor y se están aprovechando oportunidades de internacionalización para dar salida a nuestros productos", destaca.

"Hoy podemos presumir de cooperativas que exportan sus productos a los cinco continentes, y lo que es más importante, con su propia marca, abriéndose cada vez más camino en este área", subraya.

Sobre cómo están soportando la crisis estas empresas, esta responsable de Cooperativas Agro-alimentarias, aclarara que, aunque no son "ajenas" a ella, su "fortaleza" les está permitiendo resistir la crisis mejor que otras empresas. Fundamentalmente, precisa, porque las cooperativas "son las empresas de los agricultores y ganaderos, que son los que se están "apretando el cinturón".