Es invisible. Y si no se ve, no existe. Como un fantasma. Las campañas de la DGT han concienciado durante los últimos años sobre el impacto de accidentes de tráfico. La insistencia colectiva asume precauciones para evitar siniestros y los más jóvenes ya conocen los riesgos que entraña ponerse al volante. Los contratiempos en carretera son una de las causas de muerte no natural en España, pero ¿qué pasa con la primera? Con el suicidio no ocurre lo mismo. El estigma de la familia, la culpa, el miedo e incluso la vergüenza camuflan una realidad con cifras que asombran. Desde 2008 encabeza el ránking en causas de muerte externa y duplica las cifras de siniestros en la carretera.

En Extremadura hay un suicidio a la semana. En España, diez al día. El Observatorio de Salud Mental de España (Fsme) contabiliza alrededor de 3.600 en España y 58 en Extremadura en 2015. Estos datos los extrae del último informe de defunciones que el Instituto Nacional de Extremadura (INE) lanzó en febrero de este año. El Instituto de Medicina Legal de Extremadura anota 63 casos en 2016, según el informe anual del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). En cualquier caso, el seguimiento reciente y difícil registro de los casos provoca un vacío a la hora de abordar el tema y expertos anotan que la cifra puede ser superior a los números oficiales. Los hay que apuntan incluso que pueden a llegar a doblar los datos públicos.

Hasta ahora el silencio en torno a esta realidad basa su defensa en el ‘efecto dominó’, pero recientemente colectivos han comenzado a romper una lanza contra el secretismo y apuestan por dar una patada --tímida aún-- con un propósito claro: hacer de muro de contención ante el repunte de las cifras en los últimos años. Cada 10 de septiembre, hace unos días, se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio y Extremadura abrió la veda para pedir a la Junta acciones para «normalizarlo» como un problema más de la sociedad «sin alertar, pero sin obviarlo». En esta postura coincide Julia García White, coordinadora del área de Salud Mental del Servicio Extremeño de Salud en Cáceres. «Tenemos que hablar de suicidio a la población, es uno de los mayores problemas a nivel sanitario que hay ahora mismo», pone de manifiesto.

Aunque la tendencia de casos es a la baja, 2016 ha sufrido un repunte. Extremadura es una de las regiones con una de las tasas de suicidios más bajas por habitante pero no por ello la situación es menos preocupante. García White asegura sin tapujos que la realidad es prácticamente diaria. «Es muy frecuente ver en los servicios de urgencias tentativas suicidas», asevera. En ese sentido, detalla que «un porcentaje muy alto de los casos no ha querido quitarse la vida, pero no deja de ser dramático porque es una llamada de auxilio, es su lenguaje cuando ya no saben cómo pedir ayuda, no deja de ser un revulsivo de que algo grave le está pasando», apostilla.

Este patrón se repite en su mayoría en mujeres. Lo cierto es que hay más suicidios consumados en hombres, pero ellas triplican la cifra en tentativas, gran parte de las veces por ingesta de medicamentos. Aunque los estudios extraen un perfil de persona con tendencias suicidas que también asume Extremadura --varón entre 40 y 50 años--, la responsable de Salud Mental aclara que «cubre todos los espectros clases sociales, no tenemos un análisis detallado, nadie está exento».

La detección de síntomas no siempre es fácil. Según los expertos, se centran en la soledad y en la falta de comunicación. A esos dos factores, García White añade otro que considera crucial: la desesperanza. «Cuando valoramos a una persona, valoramos no que esté triste sino su desesperanza, estar desesperado no es lo mismo que estar desesperanzado, hay un matiz muy importante», señala. «No ven salida, incluso piensan que están haciendo un favor a la familia, pueden llegar a pensar que incluso les quitan de encima un problema, algo que no es real».

De hecho, en esta realidad la familia juega un rol fundamental. «Lógicamente si una persona tiene un buen apoyo familiar tiene menos riesgo, si tiene un entorno mucho más estable», detalla. «No todo el mundo reacciona igual al mismo problema, el soporte familiar es muy importante para evitar la soledad».

La falta de mecanismos hasta el momento dificulta la labor de los sanitarios. «A los propios profesionales nos cuesta mucho hablar a la sociedad del suicidio da pudor, da miedo, no sabemos como hacerlo», añade. En ese sentido, destaca el intento de la salud de «abordar este tipo de problemas» pero lamenta que aún «no se han establecido protocolos y programas al respecto». Otro de los condicionantes que dificulta las posibilidades es que «un porcentaje muy importante de pacientes no está en la red de salud mental». Al respecto, García White aboga por la implicación de la atención primaria y la ruptura de tópicos sobre la salud mental.

SOCIEDAD «FRUSTRADA» / Los condicionantes no siempre están claros. Profesionales que se encargan desde el 2014 de un programa de atención a suicidas en el hospital Gregorio Marañón de Madrid consideraron que las enfermedades mentales o conductas adictivas están detrás de un 90% de los casos, pero en otro 10% se debe a circunstancias «vitales». De hecho, Psicólogos Sin Fronteras anotó hace unos días que los suicidios se han incrementado en España un 30% en los últimos tres años especialmente a consecuencia de la crisis económica que expone a situaciones repetidas de «insomnio, depresión o situaciones de exclusión». La psiquiatra añade también un condicionante moral y social. «Vivimos en una sociedad en la que la gente se frustra con mucha facilidad, cualquier negativa produce mucha frustración, la gente tiene proyectos de futuro que no se ven cumplidos, no solo ha habido una crisis económica sino una crisis de valores», resalta.

De las 58 muertes registradas en la región por suicidio, 36 fueron por ahorcamiento. Es la técnica más utilizada después de la precipitación de un lugar elevado y la sobredosis de medicamentos. 48 fueron hombres y 10 mujeres. La franja de edad repunta entre los 50 y los 60 años, pero hay un dato que resalta García White: el aumento de casos entre 15 y 29 años. Es la primera causa de muerte por delante incluso de los problemas oncólogicos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en algunos países es la primera causa de muerte entre los jóvenes de 10 a 24 años. Eso sí, descarta que en Extremadura siga patrones como el macabro juego de la Ballena azul, que registró algunos casos en España. En la región no hay ninguno documentado ni contrastado al cien por cien.

Como adelanto, expertos han elaborado una guía de prevención para los padres y para los profesores y anima a vigilar «cambios anímicos, incrementos de la tristeza, la falta de comunicación, excesivos encierros de los jóvenes en sus habitaciones y, sobre todo, pide que hablen y que pregunten a sus hijos».

lucha contra el estigma // Esta nueva corriente de profesionales como García White apuesta por tratar el suicidio como una dolencia con financiación propia para comprender sus mecanismos y para que «la población afectada reciba los apoyos que necesita». Por el momento, el Gobierno no tiene planes específicos para afrontar un problema, pero la Junta ya trabaja en este tema. De hecho, en mayo se presentó el Tercer Plan de Salud Mental. La psiquiatra del área de Cáceres preside el comité del área de suicidios.

Los objetivos inciden en «impulsar acciones para la sensibilización y la prevención, una mejora de la detección precoz, actuaciones dirigidas a personas en situación de riesgo y tener un seguimiento de las personas con tentativa y su continuidad asistencial». Las acciones concretas pasan por concienciar a los extremeños sobre la «importancia del bienestar psicológico». El propósito es crear un registro de casos para elaborar un análisis de la situación actualizada, formar al personal sanitario y no sanitario y elaborar programas que aseguren la atención y el seguimiento de casos de tentativas, entre otros.

Uno de los pilares sobre los que se cimienta el plan es «la lucha contra el estigma y el autoestigma» de la enfermedad mental primero y del suicidio después. Este proyecto se centrará también en el luto las familias de personas que se han quitado la vida. «No pasan un duelo normal, se quedan con una culpa terrorífica, tienen sensación de abandono e incluso sentimientos encontrados», sostiene. El sentimiento común es que hablar ayuda a canalizar. «El suicidio hay que abordarlo», concluye.