A Vanesa Angela Pérez Pascual no le importa que la comparen con la teniente O´Neal , la intrépida militar a la que Demi Moore dio vida en las salas de cine. Hasta le hace gracia. Es la primera mujer que presta servicio en el Centro de Instrucción y Movilización Número 1 (Cimov 1) de Cáceres con este cargo. El más alto, además, alcanzado hasta ahora por una militar en la unidad cacereña. Pero ni las comparaciones con Hollywood ni la responsabilidad de su rango intimidan a la teniente Pascual, que dirige la instrucción de la Primera Sección de la Tercera Compañía del Cimov 1. "Tengo mis formas de hacerme respetar", asegura.

Como ella, más de 15.400 mujeres forman parte de las Fuerzas Armadas de España. Cada vez son más y cada vez tiene más responsabilidades. De ellas, 321 están actualmente destinadas en la Brigada de Infantería Mecanizada Extremadura XI, alojada en la Base General Menacho de Bótoa, y 15 trabajan en el Cimov 1 de Cáceres, donde además 44 mujeres han ingresado este año para formarse. EL PERIODICO solicitó también los datos correspondientes a la Base Aérea de Talavera la Real, pero no se ha obtenido respuesta.

Las militares de estas bases extremeñas han celebrado este mes, como el resto de sus compañeras en todo el país, el vigésimo aniversario de la entrada de la mujer en el Ejército español. Fue en septiembre de 1988 cuando 31 pioneras se incorporaron a las Academias Militares, materializando así el real decreto-ley publicado en febrero de ese año, que otorgaba al sexo femenino la posibilidad de acceder a todos los empleos militares, si bien limitaba el acceso a determinados cuerpos y escalas. Hasta 1999 no se suprimieron definitivamente las limitaciones existentes para que las mujeres pudieran incorporarse a cualquiera de los destinos profesionales existentes en las Fuerzas Armadas.

"Somos cada vez más"

Hoy en día las mujeres componen el 12,3% del Ejército español. En el caso de la Brigada Extremadura XI, el índice es ligeramente inferior y se queda en el 11,3%. No obstante, la presencia femenina en la Base General Menacho ha aumentado de forma significativa en solo tres años, ya que en el año 2005 las mujeres únicamente suponían el 1,6% del personal allí destinado. "Pero somos cada vez más mujeres, aunque cuando estoy aquí yo no me considero mujer, sino simplemente soldado". Quien así habla, Sonia Gallardo, lleva cuatro de sus 24 años en el Ejército y resume sus proyectos de futuro como: "formarme todo lo que pueda, ir ascendiendo y poder jubilarme aquí".

Es la voz, primero, de un militar satisfecho con su trabajo --"el Ejército tiene que gustarte mucho para quedarte, ya seas hombre o mujer"-- y, después, de una mujer convencida de la igualdad en las Fuerzas Armadas --"jamás he sentido ninguna diferencia con respecto a mis compañeros en mi trabajo"--. Reconoce que hay menos mujeres, sin duda, pero destaca que cada vez hay más.

Ella, desde luego, tiene claro que las Fuerzas Armadas eran el destino profesional que le había marcado su vocación. "Siempre me había gustado este mundillo, los desfiles y tal, porque tengo militares en la familia ", comenta. Primero, no obstante, probó con el quiromasaje y la peluquería. Pero tanto la experiencia práctica como la compensación monetaria le defraudaron. Justo lo contrario de lo que le ha ocurrido en el Ejército, con el que se muestra entusiasmada.

"Fue mi novio, también militar, quien me animó a dar el paso y probar", comenta. Hoy, ya marido y mujer, comparten la Base General Menacho --donde hay unas 35 parejas mixtas legalizadas-- como lugar de trabajo. "Antes los dos estábamos incluso en la misma compañía, la de Servicio del Batallón de Carros del Regimiento Castilla 16, aunque ahora él ha cambiado de unidad, porque ha ascendido a cabo primero".

También la intención de Sonia es hacer carrera en las Fuerzas Armadas. De momento, es soldado y recientemente ha sido nombrada escribiente de su compañía, es decir, que se encarga de tramitar toda la documentación de sus compañeros. Antes fue cargadora y tiradora de un carro de combate "y me gustaba más, la verdad, que lo que hago ahora".

Pero son etapas por las que, como en cualquier trabajo, hay que ir pasando y la próxima tiene previsto que sea el curso de cabo que le permita lograr su primer ascenso.

Un ascenso que ya ha conseguido su compañera en la Base de Bótoa Ana Isabel Díaz. Ella es cabo del Grupo de Artillería de Campaña ATP XI, dentro del cual trabaja como especialista de la administración junto con tres compañeros más, dos hombres y otra mujer --paridad total, en ese caso--. Ingresó en 1999, con 18 años recién cumplidos, "tenía un amigo en el Ejército que me dijo que las mujeres podíamos entrar y decidí probar". A quien no entusiasmó demasiado esa decisión, como suele ocurrir en estos casos, fue a sus padres: "al principio, lo típico, les daba un poco de miedo, pero hoy están muy orgullosos de mí y muy contentos".

El padre de la teniente Pascual, en cambio, se ha quitado a través de su hija la espinita de su profesión frustrada, la de militar. Esta estudió primero Magisterio, pero compartía con su progenitor la admiración por las Fuerzas Armadas y decidió no quedarse con la duda. "En realidad tenía claro que quería ser militar, pero entré para probar, como pruebas cuando empiezas en cualquier profesión". Y tan bien superó la prueba que hoy se dedica a transmitir la devoción por el Ejército a los soldados que se forman en el Cimov 1.

Ella es quien manda

Pero, siendo todavía hombres en su mayoría, ¿qué tal llevan eso de que sea una mujer quien manda? "Al principio sí que les choca un poco, pero pronto se olvidan de ese detalle y se centran en que soy su superior". ¿Y la gente de la calle? "A veces se sorprenden, pero normalmente la reacción es muy positiva, sobre todo hay muchas mujeres que te dicen olé. Y no faltan quienes te comparan con la teniente O´Neal, pero son estereotipos que poco a poco se van superando", explica. Por su optimismo, desde luego, que no quede. El rango más alto alcanzado por una mujer es el de comandante (por encima están los de teniente coronel, coronel y generales), "pero todo se andará", augura Pascual.

Quizá esa sea pronto la aspiración de la hija de la cabo Raquel Ramos. Sencillamente porque a sus tres años ya está más que acostumbrada a ver a sus padres con el uniforme militar. "Por supuesto que no me importaría que entrara algún día en el Ejército, al contrario, me alegraría mucho", dice la orgullosa mamá en la secretaría del Cuartel del Cimov 1, donde está destinada en la actualidad. Ella ya admiraba los convoyes del Ejército que pasaban por su pueblo (Villamesías), cuando era pequeña. Hoy comparte profesión con su hermano, que ingresó poco después que ella en las Fuerzas Armadas, y su marido, al que conoció en la centro de instrucción cacereño.

Como Sonia, Ana Isabel y Vanesa Angela, Raquel nunca se ha arrepentido de entrar en el Ejército. Nunca ha sentido tener que enfrentarse a más dificultades que sus compañeros masculinos por ser mujer. Tampoco creen que esa condición les haya proporcionado alguna ventaja. Pero, sobre todo, todas esperan que las diferencias entre hombres y mujeres en las Fuerzas Armadas algún día se diluyan, como se han diluido las que alguna vez les separaron en la ley o en la práctica. Como las diluyen ellas, día a día, con su trabajo. "Todo se andará", decía la teniente Pascual. Todo se andará.