El acompañamiento es voluntario. Las estadísticas confirman que todos los padres aceptan y que casi siempre son las madres las que entran. «Es un método excelente para que los pacientes estén más tranquilos. Además, la mamá colabora con los médicos a la hora, por ejemplo, de realizar el test de seguridad previo a cualquier operación. Les dicen cosas a sus hijos, les cantan canciones, consiguen reducir su ansiedad y cuando el menor está inconsciente, la invitamos a salir. Cuando el niño o la niña se despierta lo primero que ve es la cara de su madre. Antes, cuando no estaba permitido ese acompañamiento, se vivían situaciones tensas. Incluso, inmovilizábamos a los niños más nerviosos al despertar. La sabiduría popular dice que el niño que se duerme tranquilo se despierta tranquilo y que el que lo hace llorando se despierta llorando. Pues igual en un quirófano», resume el doctor Sanabria. Los beneficios del acompañamiento materno no solo se dan en los minutos y horas posteriores a la intervención sino también pasado un mes. «Tras pasar por un quirófano muchos niños pueden sufrir pesadillas o ansiedad por la separación de su madre, o tener trastornos en la alimentación o no controlar el pis». Está demostrado que el acompañamiento minimiza los efectos colaterales.