Quien pierde dinero no pierde nada, quien pierde salud pierde algo, quien pierde la paz lo pierde todo», reza un proverbio árabe, la lengua sagrada del islam. Sorprende que una cultura en la que en su saludo formal se incluye la palabra ‘salam’, es decir, ‘paz’, pueda ser tan belicista como se le representa desde determinados canales. Al contrario, los conocedores del Corán insisten en que la paz es el bien más preciado por su religión. Un grupo de musulmanes extremeños hablan con El Periódico para contar cómo profesan su fe y conviven en la región.

«Ya no nos vale encerrarnos en la mezquita. No tenemos que callar y no nos vamos a callar», dice Adel Najjar, presidente de la Unión Islámica de Extremadura e imán de Badajoz.

Se demostró en la manifestación del pasado día 20 en la capital pacense en la que reiteraron, una vez más, que el terrorismo nada tiene que ver con su fe.

Lo cierto es que a día de hoy todavía hay quien pone el dedo acusador en la comunidad musulmana cada vez que se produce un ataque. «Uno oye comentarios en tertulias que no se pueden creer. Usan este acto para sus intereses personales», lamenta Mohamed Tak Tak, presidente de la comunidad en Plasencia.

«Se me cae el alma al suelo. [El terrorismo] es totalmente contrario a nuestras creencias», subraya.

«La vida humana es lo más valioso. Dios dijo que el que mata a una persona es como si matara a toda la humanidad», tercia Said Abu Fares, presidente de la comunidad de Cáceres.

«Siempre que hay un atentado los ojos nos miran a nosotros», reconoce Abu Fares.

A pesar de ello, la tónica común es un sentimiento de integración en una tierra que ya consideran como suya.

«Extremadura me ha tratado como un hijo. Nosotros luchamos por ella, no sólo espiritualmente. Son tu gente, tus vecinos, no nos miramos por cultura. Si seguimos en la convivencia tenemos la batalla ganada contra el radicalismo», asegura Najjar.

De hecho, muchos de ellos han recibido muestras de solidaridad y cariño tras el atentado, de comprensión de quienes saben que los terroristas utilizan su religión como excusa.

Sin embargo, no todo el mundo está abierto a escapar de la acusación fácil.

«Nunca he sentido rechazo, la gente sabe diferenciar. Pero habrá excepciones de gente confundida», cuenta Zohair Fezzaoui, originario de Marruecos y afincado en Badajoz desde hace once años.

Las redes sociales se han convertido en un canal abierto y público para esa gente confundida.

Lo cuenta Miriam Al Adib Mendiri, una reconocida ginecóloga en la zona de Tierra de Barros de padre sirio y musulmán y madre española y cristiana: «Algunas veces lees comentarios tipo ‘que se vayan a su puto país’ y yo pienso ‘¿me parto por la mitad y me voy? ¿estoy en guerra conmigo misma?’», dice.

«Mi padre falleció hace unos años, él era emigrante, musulmán y árabe, y fue un médico muy querido en el pueblo -Villafranca de los Barros-. Por eso, cuando hay un atentado y empieza todo el mundo en las redes sociales a meter a los árabes o musulmanes en el mismo saco, yo salgo siempre recordando bien alto a toda la gente de dónde vengo, para que tomen conciencia y recuerden que mi padre era musulmán (...) Mucha gente en cuanto ven lo que escribo cambian de opinión, porque se dan cuenta de que no pueden meter a toda una raza o religión en el mismo saco. Hay otra gente que le da igual, que siguen con el odio al diferente», asegura.

Asimismo, está quien no repara en el daño que causan algunas bromas, aunque no sean malintencionadas, a su vecino.

Rachida Sabir lleva casi 30 años en Badajoz, donde han nacido sus hijos y nietos y donde se sitúa el cuartel de Bótoa, en el que trabaja: «Algunas veces hay quien hace chistes de una marroquí trabajando en un cuartel, que es un peligro, y la verdad es que por dentro te duele», narra.

el papel del imán/ El islam, en especial en su rama suní, no cuenta con una jerarquía visible que sea la encargada de elegir imanes, como sí ocurre en el cristianismo o el judaísmo.

«Cada comunidad elige a su imán. En las comunidades sencillas cualquiera puede serlo», cuenta Najjar.

Sí es cierto que países como Arabia Saudí o Catar invierten ingentes sumas de dinero en financiar mezquitas por toda Europa.

Entre las funciones principales del imán está dirigir el rezo, enseñar árabe y el Corán a los niños y charlar con la comunidad, como enumera Yihya Bernauda, presidente de la comunidad de Talayuela, donde se concentra más del 40% de los musulmanes extremeños.

Bernauda reitera que el islam obliga a la «convivencia de todos, independientemente del color o la lengua».

Por eso, cada vez más imanes participan con su comunidad en charlas para promover el conocimiento mutuo. También es el caso del imán de Badajoz.

«El imán ya no puede ser sólo un conocedor del islam, tenemos que adoptar un papel de mediador social», reconoce Najjar.

Critica además que el de Ripoll pueda ser reconocido como autoridad: «Hay cosas que yo no entiendo. Alguien que ha pasado cuatro años en la cárcel por drogas cómo va a estar capacitado para ser imán», dice.

Por ello y para evitar este tipo de contradicciones, la Unión Islámica de España está estudiando más medidas de control, como la creación de un listado con los imanes de todas las comunidades del país, según Najjar.

EL AMOR COMO la mejor ARMA/ «Hay dos banderas, la del amor o la de la violencia y tenemos que elegir», recuerda Al Adib Mendiri.

«La única bandera que existió en mi familia es la del amor y cuando hay amor da igual todo lo demás», evoca.

Una bandera que cada vez es más común en la región, con la unión de matrimonios mixtos.

Es el caso de Adil El Boubkri y Lourdes Padilla, una familia de Zafra cuya pequeña Noor se está criando en dos culturas que se respetan y son compatibles entre sí, a pesar de los que quieren sembrar la división.

El Boubkri es originario de Sidi-Ifni, antigua provincia española al norte del Sahara Occidental y hoy territorio marroquí y se quedó en Extremadura «por el destino» al enamorarse de su mujer.

«He llevado a mucha gente a mi tierra y me dicen que eso no es lo que se nos vende», afirma.

«Solemos ir una vez al año para que mis suegros vean a Noor y allí hay iglesias, sinagogas y ningún problema. Respetaban que me pusiera en bañador en la playa aún bañándose tapadas», añade Padilla.

Tal y como recuerda su marido el mundo islámico está lleno de matices: «Nos venden Afganistán, Irán... Pero por ejemplo la mujer bereber tiene una forma de vestir diferente. Y depende de la zona», explica.

MUJER Y HOMOSEXUALIDAD/ La opresión de la mujer es otro de los temas recurrentes cuando se quiere atacar al islam.

«Si alguien tiene que hablar es la mujer musulmana, pero el hombre y la mujer son socios. Decir que la mujer es menos es decírselo a tu madre, a tu hermana. Eso no tiene sentido», razona Fezzaoui.

«En nuestro país tenemos mujeres policías, mujeres enfermeras, medicos...Yo digo ‘id y preguntad’. El islam reconoce que las mujeres tienen derecho a separarse desde hace 14 siglos», cuenta El Boubkri.

«Por supuesto que hay machismo, pero el grado de violencia machista depende mucho de cada país y de cada estrato social. El mundo árabe abarca muchísimos países y no hay el mismo grado de machismo en una zona que en otra, o en un entorno social que en otro. En cualquier caso, no olvidemos que en todas las sociedades patriarcales existe esta lacra que es el machismo, aún queda mucho por hacer en todo el mundo para acabar con esto. Por otra parte, la crudeza de la violencia es mucho mayor en los lugares de mayor pobreza. Hay países árabes en los que las mujeres iban en los años 70 con minifalda y ahora van totalmente tapadas. Lo que está claro es que el barbarismo se relaciona íntimamente con la pobreza, en esos ambientes la gente se agarra con más facilidad al extremismo», explica Al Adib Mendiri.

«El otro día vi que criticaban un minuto de silencio que se hizo en una mezquita tras el rezo porque sólo había hombres. Lo que no saben es que esa era la hora de la oración de ellos. Que no digan que es por machismo, es que en ese momento no había ninguna mujer allí», relata Sabir, apuntando a la importancia de que a una imagen se le dé contexto.

Sobre la homosexualidad, el islam en sí mismo tampoco está alejado de lo que dicen las otras dos grandes religiones monoteístas: «Nuestra religión cree en la relación y el matrimonio entre el hombre y la mujer, igual que nuestros hermanos católicos o judíos. Pero no atacamos a nadie», explica Najjar.

«El islam no lo recoge como legal, pero se respeta la intimidad. Dios nos creó libres», expone Fezzaoui.

A él el amor también le unirá para siempre a España, ya que contrajo matrimonio la pasada semana en Badajoz, una ciudad que ya considera su hogar.

Como hogar es también Extremadura para los 20.000 musulmanes aquí instalados y repartidos en 20 comunidades.

La crisis económica, encontrar un trabajo digno y un buen futuro para sus hijos son sus principales preocupaciones, como las de cualquier otro extremeño.

Vencer el miedo y conocerles es la primera derrota para el terrorismo. Investigar los tentáculos e intereses que sobre él se mueven es el siguiente paso para exigir una política internacional responsable.

Como recuerda Al Adib Mediri: «No nos quedemos en la superficie para arreglar este grave problema. Vamos a seguir por ejemplo el caminito que hace el petróleo con el que se financia el ISIS y ver dónde acaba. No puede ser que por unos extremistas acosen al islam. Se dice que si en los países del Golfo se emitiera una fetua -pronunciamiento legal- contra el terrorismo, este se termiría. ¿Por qué no exigen esto a Arabia Saudí nuestros gobernantes?».