El exceso de peso se determina habitualmente calculando el Índice de Masa Corporal (IMC) de una persona. «Es la forma más fácil, pero no la mejor», explica David Peñalver, endocrino en el Hospital Virgen del Puerto de Plasencia. «Para determinar el IMC se tiene en cuenta peso y altura, pero eso puede dar falsos resultados, por esto también se suele medir la cintura». Cuando se superan los 102 centímetros en hombres y los 88 en mujeres se habla de obesidad androide y esta es la peor «porque esa grasa provoca consecuencias cardiovasculares». ¿Cuáles son los riesgos? «El exceso de peso en sí mismo ya es un factor de riesgo cardiovascular y de muchas otras cosas: diabetes del tipo II, hipertensión, dislipidemia, apnea de sueño... problemas que aumentan el riesgo cardiovascular. Y también se relaciona con algunos tipo de cáncer». «La obesidad es una epidemia creciente en nuestra sociedad. Los datos que vemos son muy preocupantes y afecta más en los niveles sociales más bajos», apunta este especialista. Por eso, echa en falta más formación e información para combatir tal epidemia. «Hay gente que sabe lo que tiene que hacer y no tiene voluntad para cambiar sus hábitos, pero también hay personas que creen que lo están haciendo bien por tomar magdalenas integrales, no son conscientes».

Por su consulta en el hospital placentino pasan cada día pacientes obesos y para él, la obesidad sí es oficialmente una enfermedad. «Otra cosa es que para las instituciones no sea considerado así pero por un tema básicamente de financiación de los fármacos». No obstante, el doctor considera que si se abordará el sobrepeso y la obesidad de forma efectiva y «las instituciones se lo tomasen en serio» se evitaría luego la financiación de otros tratamientos actuales para abordar esos problemas asociados como la diabetes, la hipertensión... «Pero hay otras muchas cosas que se pueden cambiar de forma sencilla en el propio entorno, entre ellas, por ejemplo las máquinas de refrescos en hospitales o centros educativos. No es normal que los médicos digamos a los pacientes que no fumen y cuiden la ingesta de azúcar y sal y a la salida de la consulta haya una máquina con refrescos azucarados y bollería. Eso hay que cambiarlo».

Luego también hay que hacer prevención, «especialmente en las edades más tempranas, que es cuando se adquieren mejor los hábitos alimenticios y de ejercicio físico», y actuar a través de la Atención Primaria, que es la primera puerta del sistema sanitario. Luego están los endrocrinos como él que, entre otros problemas nutricioanles, hormonales y del metabolismo, tratan casos de obesidad mórbida (un IMC por encima de 40) o con factores de riesgo añadido que son difíciles de controlar en la Atención Primaria. En los casos más complicados, los pacientes tienen la opción de cirugía bariátrica «pero no se puede transmitir la idea de no tengo buenos hábitos, engordo y luego me opera, no porque la cirugía es un fracaso si no lleva aparejados cambios de hábitos en la alimentación y en la actividad física». Desde luego, insiste, ante esta «epidemia» quedan muchos retos por delante: «la obesidad es difícil de abordar pero entre todos creo que podremos hacer algo».