En menos de una década, la cifra de colmenas censadas en Extremadura ha aumentado un 66%. A día de hoy se alcanzan las 606.000, frente a las 364.390 que tenía contabilizadas el Ministerio de Agricultura en el 2007, un incremento que triplica el que de media se ha registrado en España y que ha convertido a la región en la que mayor número de ellas tiene de todo el país.

Los factores que explican esta evolución son varios. Uno de ellos es que en los años de crisis económica la apicultura ha sido una actividad refugio para personas que habían perdido su empleo en otros sectores. Al hijo de padre apicultor que estaba trabajando fuera de su pueblo y «no quería saber nada de las colmenas» no le quedó más remedio que volver a ellas cuando la situación se torció en otros sectores como la construcción, explica Antonio Prieto, apicultor y secretario de Ganadería de UPA-UCE. Además, en materia de precios, «hubo unos años que estuvieron bien, que permitían ganar dinero con la apicultura», algo que, puntualiza, ya dejo de ser así.

Para Ventura Gil, presidente de la Asociación Profesional de Apicultores Extremeños (Apaex), hay más elementos que han influido en este crecimiento. «La Junta ha abierto muchos cursos de incorporación para la empresa agraria en general, pero sobre todo para apicultura», asegura. Una incorporación que, critica, se ha fomentado en exceso desde las organizaciones agrarias porque «eso significaba que a corto o medio plazo iban a ser socios suyos». Se habló del sector como si se pudiese ganar dinero «con facilidad» en él, y de las ayudas agroambientales como si fueran un «chollo», argumenta, a pesar de que no hace falta ser profesional para solicitarlas, «basta con tener más de 150 colmenas». A su juicio, este aumento «bestial» de la cabaña ha creado un problema «grandísimo con los asentamientos y con las distancias entre ellos». El sector «está inflacionado al cien por cien. Hay una burbuja y va a explotar porque el precio de los productos ha caído a la mitad», considera, a la vez que subraya que «aquí se ha metido gente joven con unas inversiones fuertes, pero esto puede ser su ruina. No van a poder aguantar un precio del producto por debajo, incluso, del coste». En este sentido, añade, la inversión inicial necesaria para poner en marcha una explotación es «como mínimo, de cien mil euros». «Solamente en la adquisición de los enjambres y de las cajas, ya necesitas unos 60.000 euros», apostilla.

PROFESIONALIZACIÓN / Antonio Prieto, en cambio, hace hincapié en el alto grado de profesionalización que se ha conseguido en Extremadura. «En otras comunidades puede haber más apicultores, pero tienen tres veces menos colmenas. Extremadura se ha profesionalizado muchísimo. Cualquier apicultor que entra no lo hace con cuarenta o cincuenta colmenas, sino con quinientas o seiscientas», arguye, de forma que puede acabar viviendo de esta actividad. De acuerdo a las cifras de UPA-UCE, en la región hay 1.459 profesionales dedicados a la apicultura, más de una cuarta parte de los 5.500 que esta organización agraria contabiliza en toda España.

En lo que sí hay coincidencia es en que los precios se están moviendo ahora en niveles demasiado bajos. Según las estimaciones de UPA-UCE, en las mieles multiflorales se sitúan en torno a los 2,5 o 2,6 euros por kilo y en las monoflorales (romero, azahar o encina) alrededor de los 3,5 euros por kilo, «muy por debajo de la calidad de nuestra miel».

Apaex apunta que se está ya incluso por debajo de esos niveles, llegando a caer en algunos casos hasta los 2,2 o los 2 euros por kilo, lejos de los 2,65 euros donde el ministerio sitúa el coste de producción en origen en una explotación tipo de quinientas colmenas. Ventura Gil precisa que, tras mantenerse varios años en unos niveles «altos», los precios comenzaron a descender en el 2015, una tendencia que se agudizó en el 2016. Gil vincula directamente este abaratamiento con «la importación masiva de mieles de China», que el 2015 —últimos datos del ministerio— batió su récord, con 17.847 toneladas, un 17,3% más que en el ejercicio anterior. «El control comercial está en manos de cuatro empresas. Las mismas que se dedican a importar mieles de China por un euro el kilo son las que compran la española por dos y la venden en Alemania o Francia a cuatro. Ganan por ambos lados», censura. En este sentido, cree «fundamental» que se obligue a detallar el país de origen en el etiquetado comercial, para que los consumidores puedan saber cuándo la miel que toman proviene de China, Ucrania o Argentina y cuándo de países de la UE.

Si la producción extremeña está muy concentrada en origen, fundamentalmente en las comarcas de La Siberia y Las Hurdes, también lo está en destino. «La miel extremeña va mayoritariamente a Alemania. Los alemanes lo que quieren es garantía sanitaria, y de aquí no sale ningún kilo de ninguna cooperativa ni de ningún almacén sin que haya sido analizado en Alemania y le hayan dado el visto bueno, cosa que no sucede igual con la miel China que entra en España», cuenta Gil.

PRODUCCIÓN / El aumento de las colmenas no ha venido acompañado en los últimos años de un auge similar en la producción de miel. De un lado, detalla Gil, por cuestiones climatológicas, que no han acompañado a un sector ya castigado de por sí por la varroa, un parásito de las abejas melíferas. De otro, «porque como se ha necesitado aumentar tanto el censo, se ha dedicado mucha colmena a producir enjambre», con la consiguiente merma de producción.

En el caso de esta última campaña, Apaex cifra en un 50% el descenso de producción, después de un año que, climatológicamente, ha sido «nefasto» para la apicultura. En esta línea, en UPA-UCE calculan unos 4 millones de kilos «frente a los 7 millones» que hubiese habido en un año «normal».