Fue más que una boda. Vincent y Bruno hicieron la semana pasada mucho más que casarse. Al rubricar su amor ponían el colofón a años de lucha por un derecho social que muchos se preguntan cómo Francia aún no tenía. Con la primera boda de una pareja homosexual, celebrada el 29 de mayo en Montpellier, Francia se ha convertido en el 14º país del mundo en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo hace casi ocho años después de la reforma del Código Civil en España lo que ha permitido que hasta la fecha 198 parejas de gays y lesbianas se den el 'sí quiero' en Extremadura; algunas también se han divorciado en este tiempo.

La cifra de matrimonios podría ser superior según la Fundación Triángulo. Su presidente, José María Núñez, estima que habría más enlaces porque muchos registros no están informatizados. Aún así, en términos proporcionales en Extremadura se producen menos matrimonios, "probablemente porque aún hay mucha gente con problemas para reconocer su homosexualidad, y casarse, lógicamente, significa reconocerlo", cuenta Núñez, que insiste que lo importante no es el número, sino que quien quiera hacerlo, puede. En España, hasta el primer semestre del 2012, hubo según datos oficiales 24.510 matrimonios de parejas del mismo sexo.

El 3 de julio se cumplirán ocho años de la reforma del Código Civil. Ocho años desde "un día histórico", como el que acaba de vivir Francia. "La aprobación en España fue un momento increíble, salimos todos a la calle exultantes, llorando", recuerda el presidente de la Fundación Triángulo. Y de la emoción, a la tranquilidad cuando el pasado noviembre el Tribunal Constitucional rechazó el recurso que había interpuesto del Partido Popular contra el matrimonio en igualdad. "Ahí descansamos de verdad, aunque siempre hay que seguir vigilando de reojo, que todo puede involucionar".

En todo este tiempo la integración ha ido ganando terreno, incluso es mayor grado de lo esperado, según un estudio del psicólogo Santiago Agustín, realizado primero en Extremadura y posteriormente de forma ampliada en el país. Atrás quedó la polémica en la tramitación parlamentaria en España, pero nada que ver con el calvario de una de las leyes estrella del presidente socialista François Hollande. El matrimonio gay generó críticas y protestas en España, pero en ningún caso con la virulencia alcanzada en el país vecino. La sociedad lo asumió en seguida y pronto el PP dejó de abordar la cuestión, a la espera de la decisión del Tribunal Constitucional, que finalmente avaló la ley por una amplia mayoría. En Francia, el día de la aprobación definitiva la dureza se dejó sentir dentro del Parlamento y fuera, donde se sucedieron protestas en las calles del país a lo largo de los últimos meses, adornadas, en ocasiones, con actos violentos y agresiones homófobas.

¿Sorprende más viniendo de Francia, el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad? "Es curioso que la gente se esté sorprendiendo tanto. Tenemos que librarnos de estereotipos en todo, incluso en la percepción que tenemos sobre la mayor o menor apertura en estos temas de los diferentes países. Nadie se percató, pero el rechazo popular al matrimonio igualitario en Portugal fue muy bajo, y ahora en Francia ha sido mayor, cuando todos hubieramos asegurado lo contrario a priori, fijo. Bien está que se apruebe en todos los países, sea más pronto o más tarde. Es un camino que no podemos permitir que pare", dice Núñez.

EN FAMILIA "Francia ha sido una victoria más y la celebramos como casi nuestra", cuenta Sisí Cáceres, responsable del área de Familia de Extremadura Entiende, colectivo de lesbianas. En realidad sorprende no solo de Francia, sino de cualquier país que no asuma la igualdad de derechos. Igualdad que no es tan plena como quisieran. "Aún hay obstáculos que sortear para conseguir los mismos derechos", cuenta. El más sorprendente es quizás que las parejas homosexuales tengan que estar casadas para poder registrar los hijos a nombres de los dos padres o madres. "Si el matrimonio es posterior al nacimiento lo único que queda es que una de las madres o padres adopten a su hijo". Para asesorar en estos temas y luchar por conseguir la plena libertad existe este colectivo, que cuenta con cuatro familias inscritas y unas 40 socias.

Cáceres reconoce que aún hay parejas que les cuesta dar el paso porque pertenecer a un colectivo ya te identifica, pero ella reivindica más unión para que los hijos de estas nuevas familias tengan más referentes que los tradicionales y para alcanzar metas comunes, como lograr registrar a los hijos sin casarse y evitar la exclusión de las lesbianas en el servicio de reproducción asistida de la sanidad pública. Por todo, el 'sí' de Bruno y Vicent, que ahora les espera el sueño de ser padres, es un acto en el que lo social todavía trasciende a los individual.