"Salma se va apagando, se cansa cuando hablamos por teléfono y lleva un mes tendida en el suelo, sin poder moverse de la jaima. Insiste en que no está bien y que quiere ir al médico". Quien habla es Juan Valadé un extremeño de 54 años para quien Salma es "una hija más", de la que miles de kilómetros la separan.

Pero, ¿quién es Salma? Es una niña de doce años, pizpireta e inquieta que padece una esclerosis en el oído derecho. No es una enfermedad grave --aunque sí molesta ya que provoca pérdida de audición-- que puede solucionarse con una intervención quirúrgica. El problema es que aún es demasiado pequeña para someterse a la operación, por lo que el médico le prescribió varios fármacos para minimizar la pérdida de audición hasta entonces. Y esos fármacos, por raro que parezca, suponen otro problema.

A Salma le detectaron la enfermedad el verano pasado, durante su estancia --por cuarto año-- en Azuaga, dentro del programa Vacaciones en Paz que desarrolla la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. Ahora está en su casa, una jaima de los campos de refugiados de Tinduf, con sus padres biológicos y tres de sus cuatro hermanos, a los que pronto se sumará otro que viene de camino. Para Salma no es fácil acceder a una farmacia, ni siquiera a la consulta de un médico.

"Llegar al hospital más próximo a los campamentos, el de S´Mara, supone un coste demasiado elevado para la familia", apunta Valadé, y ya se le han acabado los medicamentos que se llevó en septiembre, tras finalizar su estancia en Extremadura. A esto se añade un problema más en esta historia; y es que puede que las del año pasado fueran las últimas Vacaciones en paz , de la niña. El programa solo permite venir a cada niño durante cinco años, y Salma casi los ha agotado.

De ahí que Valadé se muestre especialmente preocupado, más aún teniendo en cuenta la escasa ayuda internacional (alimentos, medicinas...) que ha llegado a los campos de refugiados, dentro de una estrategia de la ONU para presionar al Frente Polisario. Temen que la enfermedad diagnosticada pueda agravarse como consecuencia de la desnutrición. "O con otras dolencias, porque la semana pasada nos decía que no era capaz de comer ni beber nada", explica con preocupación la madre extremeña , Mercedes Redondo.

"Nosotros solo queremos que Salma esté bien, que pueda recibir el tratamiento que necesita para su enfermedad, en España o donde sea", insiste Juan Valadé. El y el resto de la familia --tienen tres hijos, ya mayores-- envían periódicamente a los padres de Salma algunos alimentos básicos, "lo que podemos, porque somos unos trabajadores", apostilla.

Una de las alternativas que han pensado para que Salma pueda medicarse es hacerle llegar del mismo modo los fármacos que requiere. "Pero la doctora que la trató aquí dice que antes tiene que diagnosticar un médico cuál es su situación actual, de ahí nuestro interés por que la vea algún especialista". Por este motivo están viendo las opciones que hay. El viernes acudieron a la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en Badajoz y la próxima semana se reunirán con el Subdelegado del Pueblo Saharaui en Extremadura Alá Alí, para estudiar las opciones para ayudar a Salma.

"Somos conscientes de que el caso de Salma no es aislado entre los niños saharauis. Pero para nuestra familia es importante poder contribuir a su bienestar.", apunta Verónica Valadé, hermana extremeña de la pequeña Salma.