Cuenta una leyenda popular en la Serena que tres amigos cazaban en Extremadura y uno de ellos se quedó sin munición. Como la necesidad agudiza el ingenio, ni corto ni perezoso, se sirvió unas piedrecillas del suelo para usarlas como proyectiles y satisfacer su jornada de caza. Lo que no sabía en ese momento aquel cazador era que había localizado un yacimiento de wolframio, un material trascendental para la región en los años venideros. Esos pequeños cantos iban a convertirse en el ‘oro negro’ de la época. Esta fábula da nombre a la mina Tres amigos, una de las tantas explotaciones del metal que, sin saberlo, iba a cambiar el curso de la historia.

En plena revolución industrial, el wolframio --conocido como tungsteno-- supuso un giro para el sector de las eléctricas --era utilizado para los filamentos de las bombillas--, para diseñar piezas de automóvil y debido a su gran dureza, para fabricar herramientas en general. Empresas de minería de varios países pusieron su ojo en la riqueza de la Serena y centenares de vecinos extremeños vieron su fuente de ingresos en las galerías. Hasta Alemania, Inglaterra o Francia viajaba el metal en bruto para tomar forma una vez allí.

No obstante, más allá del uso meramente industrial, el destino que ha marcado sin duda su explotación La Serena ha sido la industria de la guerra --y de guerras-- del siglo XX. El material extraído en el valle fue clave para fabricar armamento bélico. De las manos de un minero al tanque, lo que está claro es que el wolframio extremeño estuvo presente en las dos guerras mundiales, la guerra civil española y el conflicto de Corea, según recoge el historiador Antonio López en el libro Historia y patrimonio minero en valle de la Serena. La singularidad de las minas de San Nicolás. Es la Asociación para la Defensa del Patrimonio de Valle de la Serena la encargada de editar este estudio en el que incluyen sus textos seis especialistas en la materia minera de la comarca extremeña: Antonio López Rodríguez (historiador), Yolanda Pereira (arqueóloga), Diego Sanabria (arqueólogo), José Luís Martín de la Vega (ingeniero de Minas), Juan Carlos Salamanca (geólogo) y Juan José Minaya (conservador de bienes culturales y gestor de patrimonio).

De manera paralela a esta publicación, la asociación para el estudio y recuperación del patrimonio bélico reciente Frente extremeño trabaja para elaborar el primer catálogo de patrimonio bélico, un proyecto financiado por la Diputación de Badajoz. En ambos casos, el propósito es visibilizar el patrimonio del valle y rescatarlo del «olvido», remarca a este diario Antonio López.

El historiador relata que La Serena se convirtió sin aspirarlo en un punto estratégico durante los principales conflictos de la mitad de siglo: la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la Guerra Civil (1936-1939), la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). No obstante, detalla que fue dos años después del inicio de la guerra de las dos Coreas (1950-1953) cuando las minas alcanzaron sus niveles máximos de producción y explotación. Fue el francés afincado en Don Benito José Cazalet Lamarque el empresario que encontró el yacimiento de San Nicolás y el propietario de la primera compañía que explotó los terrenos. En los primeros años el metal fue exportado a Francia. Durante la Gran Guerra el wolframio extremeño llegó a las tropas aliadas.

En los años 20 sufrió un declive de producción. El comprador francés había desaparecido, aunque más tarde volvería a aparecer y a reflotar la empresa. Cabe destacar que durante el golpe de estado que desembocó en la Guerra Civil en 1936 y más tarde en la dictadura de Franco, el valle de la Serena se mantuvo como bastión de la resistencia republicana. Durante esos años y una vez que comience el segundo conflicto mundial, la producción se agudizará de nuevo. En este caso, el metal que servirá de refuerzo para los proyectiles llegará a las tropas nazis de Hitler. En este sentido, López argumenta que Franco tomó esta decisión debido a la deuda que había contraído con el dictador alemán durante la Guerra Civil por la Legión Cóndor, el refuerzo de 600 aviones y más de 10.000 efectivos que Hitler había legado a las tropas de Franco durante el conflicto.

Pasadas las dos guerras mundiales y el conflicto español que dejó el país asolado por el hambre en los 40, en la década de los 50 Corea del Norte y del Sur se enfrentan en guerra y el wolframio extremeño vuelve a convertirse en un reclamo estratégico para el armamento militar. Según López los «años cincuenta fueron para la provincia de Badajoz los de mayor incremento de hectáreas en explotación y de toneladas extraídas»

fortuna y ESTRAPERLO // «Era algo fuera de serie. En aquella época había 6 o 7 bailes, 3 o 4 cines. Había cine de verano y cine de invierno», relata Francisco Triguero, un jubilado de Valle de la Serena entre los testimonios que recoge el libro. Esta declaración ratifica la riqueza que el ‘oro negro’ trajo a la comarca extremeña. Empresarios, ingenieros, infraestructuras y dinero, mucho dinero. La ‘fiebre’ camufló la desdicha y la pobreza de esos años en el país y trajo júbilo y manos llenas. Y de manera paralela a esa riqueza desmedida que se acabó pronto para unos y para otros supuso un modo de ganarse la vida y que servía de cortina de humo para la época, llegó de la mano, como una hermana del dinero, la corrupción y el contrabando. Entre la inflación del precio por la demanda y las ganancias sumergidas, López destaca que eran los propios mineros los que camuflaban el mineral y luego lo revendían. «En los años 50 los mineros escondían piezas, en el mercado negro podían venderlas luego por el doble o el triple de su precio», manifiesta. Las guerras entre concesionarias de las explotaciones, el fin de los conflictos mundiales a gran escala y las crisis del petróleo determinaron el descenso de la actividad minera y varios parones entre los 60 y los 70 hasta que la actividad de extracción de wolframio quedó en una situación prácticamente residual.

Hay una cosa clara. El legado que dejó la mina San Nicolás es extenso. De acuerdo a la publicación y un estudio que desarrolló el IGME sobre patrimonio minero, en 2009 aún mantenía «varios pozos y socavones; restos del lavadero --en la fotografía--, incluidos elementos mecánicos». Ese informe destaca también el buen estado de conservación y añade que «de la explotación de los años 40 quedaban las bancadas de una machacadora y un molino, los aljibes delas cribas hidráulicas y las bases de los rumbos. También quedaban diversas edificaciones como las oficinas, talleres, casetas de electrificación, escuelas, economato, cuartelillo de la Guardia Civil, viviendas».

Los robos, el vandalismo y unos trabajos silvícolas de 2012 destruyeron gran parte de las instalaciones. Este fue el punto de inflexión para que la Asociación para la Defensa del Patrimonio de Valle de La Serena desarrollara iniciativas para salvar la mina. Un catálogo sobre patrimonio, un libro. Todo para dar cuenta de la historia del valle e intentar salvar los vestigios de la ruina. Ahora usará la documentación que ha recabado durante años para iniciar los trámites para que se declare Bien de Interés Cultural y se paralice finalmente su deterioro.