La pandemia de coronavirus ha puesto casi fin a los problemas de suministro que desde hace varios años venían sufriendo las farmacias de todo el país debido a la «guerra de precios» entre la industria y el Estado. «No es que haya de todo en todos sitios pero la situación ha mejorado muchísimo», afirma Cecilio Venegas, presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Extremadura. En la última semana solo seis fármacos tienen alertas por problemas de suministro, frente a las más de 300 presentaciones que llegaron a faltar de forma casi permanente a lo largo del año 2019.

Yurelax, Primperán (30 y 60 comprimidos), Amchafibrin, Hidroclorotiazida Kern Pharma y Celebrex son las medicinas prácticamente imposibles de conseguir en estos momentos en las farmacias extremeñas. Sin embargo, también a diferencia de lo que ocurría antes, todas tienen sustitutos genéricos o medicamentos equivalentes en otros laboratorios. El precio medio de estos envases de 3,16 euros e incluyen cinco principios activos diferentes indicados en tratamientos del tracto intestinal, antihemorrágicos, diuréticos, antiinflamatorios y reumáticos y relajantes musculares. «Parece que la industria se está poniendo las pilas», indica Cecilio Venegas.

Además de estos, otros 14 fármacos han anotado en la última semana un crecimiento significativo en las faltas, aunque sin llegar a producir alertas provinciales. Preparados tan conocidos como Duphalac, Voltarén, Liofora Diairo, Polaramine, Faltoril o Yasmin están en esta lista, entre las que sí figura un medicamento no sustituible: Theo-Dur, indicado para el tratamiento del asma.

La falta de suministro que durante los dos últimos años ha afectado a las farmacias españolas y extremeñas no se puede explicar en un solo motivo, aunque el económico está entre los fundamentales. En España existe un sistema de precios de referencia que fija el Gobierno y que sitúa el coste de los medicamentos entre los más baratos de toda Europa. A la industria no le interesa sacar al mercado ciertas presentaciones a esos precios y se defiende poniendo algunos lotes de vez en cuando, pero envía el grueso de su producción a países como Reino Unido o Alemania, donde estos mismos fármacos pueden ser hasta ocho veces más caros. Por ello, según Venegas, «lo que falta es muy barato, no lo caro, porque a la industria no le interesa tenerlo en el mercado a ese precio tan bajo».

Como ejemplo se puede citar el omeprazol, un medicamento que hace años podía costar hasta 7.000 pesetas y que ahora se adquiere por dos euros. En definitiva, un problema del que han resultado damnificados los usuarios y también los propios farmacéuticos, que en la mayoría de los casos tienen que buscar un sustituto a esa pastilla que falta.

«Además de las tareas burocráticas que conlleva la receta electrónica tienes que convertir ese medicamento en otra cosa que tengas», explica Venegas, que se congratula por que la situación al fin haya cambiado. La mayoría de las veces la sustitución se produce por un genérico, pero también se han dado casos en los que el paciente acude a la farmacia con la receta de un fármaco financiado y acaba llevándose uno que no lo está. «Es una guerra clara entre el Estado y las farmacéuticas», concluye Venegas.