Diego Neria Lejárraga nació en Plasencia el 6 de julio de 1966. Miento, porque no nació con ese nombre, nació niña. Fue un hombre encerrado en la cárcel de un cuerpo de mujer, como él mismo dice, hasta que se sometió a una reasignación de género en el 2007. Católico practicante, "aunque no beato", sus inquietudes acerca de la religión católica y el colectivo transexual le llevaron a escribir al Papa. Su Santidad le recibió y hoy lo cuenta en un libro en el que se define a sí mismo como El despiste de Dios .

--¿Ha cambiado algo su visita al Papa? En usted supongo, ¿pero en la Iglesia?

--En cuanto a mí, sí. Hay un antes y un después por muchos motivos. En la Iglesia, habrá sacerdotes que sí hayan cogido el "mensaje" de que el Papa recibe a un transexual y hay otros que lo que han hecho es condenarlo, rechazarlo y ponerse en su contra. No hay más que ver los comentarios que algunos obispos, españoles, están haciendo en contra de la transexualidad, que no tiene nada que ver con lo que predica el Papa de abrir los brazos a todo el mundo. La rama, que yo llamo histérica, el brazo armado de los conservadores de la Iglesia, continúan condenando este tipo de detalles que está teniendo el Papa.

--Aún así, ¿sigue creyendo en la Iglesia Católica?

--Yo he perdido en esta vida de todo, pero la fe no la he perdido nunca, un palo detrás de otro, y la fe me ha ayudado siempre. En cuanto a la Iglesia Católica, tengo cosas a favor y cosas en contra, como todo el mundo. Pero creo que cambiará porque para mí el referente de la Iglesia Católica ahora mismo es el Papa Francisco. Todo lo que me venga detrás, me da igual. Me parece que la Iglesia en la que yo creo tiene que cambiar muchas cosas y esta es la puerta para empezar a cambiarlas. Que no lo viviré. Por ejemplo, poderme casar por la Iglesia ni lo sueño.

--Explíqueme eso...

--Ahí ha habido mucha duda. Es inviable porque tu partida de nacimiento en el juzgado de lo Civil está cambiada. Yo ya soy varón y me llamo Diego, pero mi partida bautismal continúa siendo la misma. La Iglesia a mí no me la va a cambiar y en la Iglesia la que vale es esa, así que es imposible que lo que para ellos es una mujer se case con otra, es un absurdo. Es luchar contra corriente. Me parece que es muy pronto. La institución sigue exactamente igual y para ella yo sigo siendo alguien extraño y alguien raro y para la parte bestia de la institución sigo siendo un enfermo y hay que tener compasión con ello, que es lo que yo aborrezco.

--¿Qué experiencia ha tenido en Plasencia con los curas?

--Ha habido de todo. La mayoría de mis párrocos personales me han tratado siempre con un respeto absoluto y han entendido el tema siempre. Yo he continuado yendo a misa y no he tenido problemas salvo escasas excepciones que han sido muy duras para mí porque, como católico, que te condenen de esa manera...

--¿Alguna vez le han negado la comunión?

--No me la han llegado a negar porque no me he arriesgado a ir a por ella, pero sí se me ha avisado de que posiblemente no se me daría así que no he entrado en polémicas. Si tú no me la das, ya me la dará alguien, y así ha sido. Y con la cabeza visible de la Iglesia aquí, Don Amadeo, nunca he tenido problemas. Como obispo y como amigo, siempre he recibido de él el abrazo y el cariño y respeto que buscaba. Así que, cuando yo escribí la carta al Papa, que ni pensé que iba a haber respuesta, estaba muy tranquilo.

¿Por qué la escribió?

--A raíz de un ataque famoso que tuve por parte de un sacerdote placentino que ya ni está, eso me crea un vacío, una crisis, no con mi fe, pero sí con mi relación con la institución y dejo de practicar un poco. Si tenía que rezar, rezaba, pero no en una iglesia sino en mi casa y lo sigo haciendo, aunque no soy de misa diaria ni todos los domingos. Aquello me generó una crisis espiritual muy fuerte porque me sentí muy dañado y, una buena tarde, cansado de no poder ir donde me apetecía y de sentirme en un sitio donde no se me quería, la escribo y, a la hora de poner el remite, pensé, a quién se la mando, y puse al Papa, a la Ciudad del Vaticano, que yo no tenía dirección ni nada, y al cabo de dos o tres meses, llegó la primera llamada.

----¿En esa llamada ya le dice que quiere recibirle?

--Sí, sí. Me adelanta que tiene la carta con él y que tiene mucho interés en conocerme. Por el acento, pensé que era un teleoperador. Yo estaba con mi padre y yo ya había perdido la esperanza de que llamara. No me creyó nadie. Cuando colgué estaba llorando como una magdalena, emocionado y asustado. Mi padre me preguntó que con quién hablaba y yo le dije que con el Papa y me dijo: o sea, que me da un ictus a mí y tú te quedas tonto. No se lo creyó y no lo hizo hasta bien avanzado el proceso y el obispo en eso es parte fundamental porque yo hablé con el Papa de forma íntima y había que confirmar que aquello era cierto. Si no es por Don Amadeo, esto habría sido imposible.

--Todo ese proceso lo cuenta ahora en el libro

--Sí. Arranca en Sevilla cuando salimos y el avión despega. Utilizo personas reales del avión para entrar y salir en mis recuerdos y muchos ya los tenía escritos, aunque ha habido que retocar mucho y ordenar. Estaba todo en bruto. La última parte toda es nueva, la visita, los sentimientos tanto míos como de Macarena, mi pareja, que sin ella esto tampoco habría sido posible. Un ejemplo, el día de la visita, cuando íbamos a Santa Marta, me paré en seco en la calle y le dije: no voy, estoy muerto de miedo, me dio un ataque de pánico.

--¿Y qué tal la reunión?

--Muy bien. Fue una reunión con un hombre que pisa el mismo suelo que nosotros, cercano, sencillo, humilde, con una perspectiva de futuro para el ser humano que no habla más que de humildad y de ayudar, de igualdad. El respeta al ser humano, por igual, sin entrar en colectivos. Es un guerrillero en el buen sentido de la palabra.

--¿Se reconcilió con la Iglesia?

--Me reconcilia un poco, me tranquiliza un poco, pero así y todo, después de venir me he encontrado con alguna tontería, pero no te afectan de esa manera, lo que me venga de críticas y barbaridades de gente que no tiene ni idea de qué es la transexualidad. No entro. No acepto la crítica desde el insulto.

--¿Cómo ha sido la vuelta a Plasencia?

--Como con cualquier placentino que hace que Plasencia esté en el candelero por una buena causa. Yo noto el cariño en la calle y el apoyo. Aunque yo el cariño lo he notado siempre.

--¿Cuál es ahora su objetivo?

--No quiero hacer de esto un circo. Creo que estoy en la obligación de poner mi granito de arena para que cambie la actitud de la sociedad, sobre todo de violencia, hacia no solo el colectivo transexual, sino hacia muchos que han estado igualmente machacados.