Imaginen a Pepa , una mujer que vive en Cánovas, en Cáceres. Ella y su marido son una familia única. Tienen diez hijos. Hace unos años su situación era casi perfecta. Reformaron su piso, instalaron domótica en casa y renovaron todos sus electrodomésticos por los mejores del mercado. Muchas de esas compras las decidieron pagar a plazos porque sus diez hijos estaban trabajando. Todos tenían coche, smartphone y en el verano se iban de vacaciones a destinos de revista, a miles de kilómetros.

En el mismo bloque vivía Angela . También tenía diez hijos, todos trabajando, y un tren de vida similar. Incluso ambas familias se iban juntas de vacaciones. Había una diferencia. Una prima de Angela era la presidenta del banco que les daba los préstamos y mientras que a Pepa le hacía pagar intereses, a Angela le daba todo tipo de facilidades. Unos años más tarde, tres de los hijos de Pepa estaban en el paro, la domótica en casa empezaba a estropearse y ya no había tanto dinero para una gasolina cada vez más cara. Lo peor era lo del banco de la prima de Angela. Los intereses habían subido y cada vez se iba más dinero en pagar al banco que en gastar en las necesidades de la familia.

A todo esto Angela seguía con todos sus hijos trabajando y 'echaba una mano' en casa de Pepa. Se ofreció para darle unos consejos. Les hizo cambiar los smartphones por Alcatel, vender los coches, los ordenadores y ahorrar hasta en papel. Tanto que los 3 hijos de Pepa parados ya no tenían ni para imprimir currículos. Los tenían que anotar a boli en una servilleta. Y claro, cuando se los daban a los empresarios, no causaban muy buena impresión. Y eso que Florentino Pérez y Falcao lo habían puesto de moda.

Angela animaba a Pepa a seguir ahorrando, sin descuidar el pago al banco de su prima mientras sus hijos se habían quedado con los coches de Pepa y los smartphone de toda la familia. Podían pagarlo. La prima de Angela seguía en el banco.

Cambien el nombre de Pepa por el de España y el de Angela por el de Alemania. Nuestra tasa de paro alcanzaba esta semana el 26% (en Extremadura el 34). En el país germano han cerrado 2012 con la mejor tasa de los últimos 20 años (menos de un 7%). Su apuesta sigue siendo la austeridad más extrema, pero es muy fácil dar consejos desde el yate a los que se han quedado en pateras. Sin el agua al cuello y haciéndose cargo de nuestros coches y smartphones (nuestros hijos más formados que se van allí a trabajar) es fácil hablar de lo preocupados que están por nuestro paro juvenil.

Merkel nos echaba una reprimenda esta semana por tener al 55% de nuestros jóvenes parados. Pero, ¿cómo quiere que busquemos trabajo si no nos deja ni comprar los folios donde imprimir currículos? Estos días en Extremadura, segunda región con mayor tasa de paro, al escuchar a los parados en las oficinas del Sexpe se notaba impotencia, desesperanza. Los datos de la EPA (Encuesta de Población Activa) ya no encienden las alarmas de emergencia. En realidad llevan parpadeando desde 2009 y con tanto tiempo encendidas, corren el riesgo de fundirse.

XMIENTRASx tanto uno mira con atención lo que ocurre a su alrededor. Guindos hablaba de que España volverá a crecer en el segundo semestre de este año, vemos previsiones que ponen la luz en 2014, que recogeremos los frutos de tanto esfuerzo. La mayoría de medidas anunciadas son a medio-largo plazo, pero se necesita un techo para no mojarse mientras se construye la nueva casa.

Esos techos de cartón han llegado esta semana con la renovación del Plan Prepara, la ayuda de 400 euros, aunque todos saben que hacen falta más cartones, o mejor, un plástico que nos proteja de la lluvia. Los arquitectos de la obra en Extremadura mientras tanto discutían en el parlamento regional esta semana. José Antonio Monago reconocía el mal dato de la EPA y pedía "un poco más de apoyo" a Fernández Vara para seguir acometiendo reformas estructurales.

Hace un mes, Monago dijo a Vara y Escobar que tenían que hablar. Entonces lo que estaba encima de la mesa era el presupuesto, pero también unas cifras del paro que deberían llevar a nuestros dirigentes a quitarse las chaquetas de colores, y en mangas de camisa arremangadas, consensuar medidas que sean de interés general. El extremeño de a pie parece pedir soluciones y no enfrentamientos. Es hora de que Pepa, su marido y sus diez hijos se sienten en el salón a hablar todos juntos. Al menos que lo intenten.