"El Amazonas de Francisco de Orellana, casi quinientos años después, todavía existe, aunque bajo la amenaza de una depredación humana sin escrúpulos" . Esta es la principal conclusión que ha extraido la expedición extremeña que durante un mes ha seguido los pasos del conquistador de Trujillo por tierras y aguas de Brasil. Los miembros de la asociación Natura 2000 Javier Jiménez, Marcos Coronado, José Rubio y Salvador Vaquero acaban de regresar a Extremadura tras su aventura amazónica y ya se plantean realizar una exposición fotográfica y editar un libro rememorando la gesta de Orellana e incorporando sus experiencias personales y las leyendas de los indígenas.

La expedición partió el 8 de noviembre de la Casa de Orellana en Trujillo, en un gesto de los miembros de la asociación conservacionista por apoyar la preparación de los actos conmemorativos por el nacimiento de Francisco de Orellana en 1511. Tras vivir la experiencia del Amazonas, coinciden en que, aunque aún quedan grandes extensiones selváticas vírgenes tal como las debió hallar el conquistador extremeño, "la amenaza de la depredación humana de sus recursos naturales se cierne sobre uno de los ecosistemas más vulnerables del mundo, donde muchos bosques han sido esquilmados, se arrasan cientos de hectáreas para convertirlas en tierras ganaderas y el tráfico de animales y la búsqueda de oro y minerales preciosos sigue llevando a hombres sin escrúpulos a arrasar el corazón de los rincones más inhóspitos y vírgenes".

Reconocen que el gobierno brasileño "está haciendo un enorme esfuerzo por proteger extensas áreas de selva", declarándolas reservas federales, o dando tierras a los últimos indígenas e invirtiendo en la mejora de sus aldeas; "pero en realidad la especulación maderera sigue existiendo, hay grandes extensiones desforestadas para generar ranchos ganaderos; además, todo el mundo va armado en la selva y no son extraños los asesinatos de agentes de medio ambiente que los traficantes matan y arrojan al río". Por ello, su conclusión es que faltan medios para garantizar mínimamente la protección de los sensibles ecosistemas de la selva tropical.

En cuanto a la supervivencia en la cuenca amazónica, aseguran que resulta sumamente difícil. A los peligrosos animales de las aguas, como las pirañas, el candirú o los yacarés, se suman los de la selva, como serpientes venenosas arbóreas y terrestres, jaguares, arañas gigantescas o la mítica anaconda, y sobre todo los que vuelan y apenas pueden verse como los mosquitos de la malaria.

Los expedicionarios quisieron experimentaron la supervivencia: durante varios días se internaron en la selva, comiendo el pescado que conseguían en el río, fundamentalmente pirañas, y construyendo su campamento con troncos, sobre los que colgaban sus hamacas para evitar dormir en el suelo. Otro de los objetivos fue tomar contacto con las tribus indígenas que habitan las márgenes del río y que, pese a encontrarse muy civilizadas, aún conservan la herencia ancestral de danzas y leyendas que ha perdurado gracias a la tradición oral.