Un tipo listo, este George Clooney. Hay que serlo para saber fomentar la imagen de liberal comprometido y, a la vez, llenar de muescas la cabecera de la cama; para abanderar la causa de Darfur sin perder esa sonrisa de quien se ha soplado un par de martinis; para dejar de hacer desde hace ya tiempo proyectos típicamente hollywoodienses como El pacificador o La tormenta perfecta para servirse de proyectos serios como Buenas noches, y buena suerte o Syriana ; para convertirse --después de todo, alguien tiene que hacerlo-- en adalid de la verdad y la justicia; para demostrar que, en el mundo real, los medios de comunicación fallan, el capitalismo mata y los héroes, tipos como Michael Clayton, tropiezan.

Rodada en Nueva York, donde Gilroy ha vivido casi toda su vida, este explica que "no hay otro lugar que concentre tanto dinero, actividad e intensidad".

El personaje que Clooney interpreta en su nueva película no es un hombre acostumbrado a hacer lo correcto. "Es alguien complicado. Todo lo que le ha solucionado hasta ahora, su encanto, su carisma, su autoridad, se vuelven inútiles, según transcurre la historia", afirma Gilroy. "Cuando estás perdido, ni todo el carisma del mundo te ayuda a encontrar el camino a casa".

SU AUTORIDAD NATURAL De hecho, a medida que el filme avance empezará a combatir el sistema, pero no necesariamente porque quiera hacerlo, sino porque las cualidades que tan bien le habían funcionado para sobrevivir dentro de él --su enorme carisma, su trato con los clientes, su autoridad natural-- empiezan a fallarle.

Por eso, y por cómo sus ojos soportan toda la carga del deber, la duda y la culpa, es una variación del personaje arquetípico de los thrillers conspiranoicos de los años 70.

De hecho, tanto Clooney como Tony Gilroy, director y guionista de Michael Clayton han expresado su admiración por el cine de Alan Pakula --Klute, El último testigo, Todos los hombres del presidente -- y Sidney Lumet --Serpico, Network (Un mundo implacable) --. Películas llenas de dilemas éticos y ambigüedades morales, de cinismo y desconfianza en cualquier autoridad institucional a causa de los asesinatos políticos, Vietnam y el Watergate, y que discutían los errores del gobierno como si fueran, por extensión, fracasos del pueblo.

INFLUENCIA INTELECTUAL Sus protagonistas combinaban cierto nihilismo contracultural con una fe, al menos residual, en el sistema, y es normal que les dieran vida actores como Robert Redford y Warren Beatty, que eran estrellas de éxito capaces de ejercer influencia intelectual, autoridad creativa y poder ejecutivo. Estrellas, sí, pero también autores. Todo un modelo para George Clooney.