El Producto Interior Bruto (PIB) extremeño creció el año pasado un 3,5%, según las estimaciones, aún provisionales, que el Instituto Nacional de Estadística (INE) dio a conocer recientemente. Este aumento, inferior a la media nacional (4%), situó esta variable macroeconómica en 18.519,8 millones de euros, superando así, casi una década después, los 18.154,8 millones del 2008, que hasta ahora marcaban el máximo de la serie histórica.

Sin embargo, se trata de cifras expresadas en euros corrientes, sin tener en cuenta el efecto de los precios, que de 2008 a 2017 han aumentado un 8,4% en la comunidad autónoma —en media anual del IPC—. Por contra, la comparación en términos de volumen muestra que la actividad destruida sigue sin recuperarse por completo en Extremadura. Si en el 2008 la región se situaba en un índice 101,7 (la base es igual a cien) el año pasado se cerró en un 100,9. Esto supone que, en términos constantes —descontando la inflación— el PIB extremeño continúa moviéndose todavía en un nivel claramente por debajo del alcanzado antes de la crisis.

En magnitudes per cápita, la evolución es, aparentemente, más positiva, de 16.663 a 17.262 euros por extremeño, si bien esta mejora se ha visto impulsada por la pérdida de población en Extremadura, que entre 2008 y 2017 ha pasado de 1,091 millones de habitantes a 1,073 millones. La media continúa siendo la más baja del país, pero con una ligera convergencia (ha pasado de ser el 67,4% del PIB español al 69,1%).

Las estadísticas del INE revelan además que la suma de los salarios pagados en la región —cotizaciones incluidas— también sigue sin recuperar los valores anteriores a la crisis, ni en términos corrientes ni en relación a lo que suponen dentro de la producción extremeña. Así, en 2016 —último año disponible en este caso—, las nóminas abonadas en la región sumaron 8.255,4 millones, un 2,3% más que en el 2015, pero todavía lejos de los 8.750,3 millones del 2008.

En un contexto de destrucción de empleo y de políticas de contención salarial la remuneración de los asalariados tampoco ha recobrado su importancia dentro de la distribución del PIB, que en ese mismo periodo de tiempo ha caído del 48,2% al 46,1%.

En sentido contrario ha evolucionado el Excedente Bruto de Explotación. De 2010 a 2016 este apartado, que comprende los beneficios de las empresas públicas y privadas, pero también las rentas de los autónomos o los intereses que genera el capital, entre otros conceptos, ha aumentado de 8.129,2 a 8.320,2 millones de euros y del 45,1% del PIB al 46,5%.

Las estimaciones de PIB real trimestrales que publica la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) apuntan en la misma dirección que las cifras del INE. Si se toman como base los primeros tres meses del 2008 (índice 100), el cuarto trimestre del 2017 sería un 99,64 (en términos desestacionalizados y ajustados de efecto calendario). Estableciendo la misma comparación, en España se habría alcanzado ya el 102,24. «Lo preocupante es que Extremadura está creciendo tanto interanualmente como intertrimestralmente por debajo de la media nacional desde el 2014», confirma Julián Ramajo, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Extremadura (Uex).

ESTRUCTURA SECTORIAL / La estructura sectorial es uno de los factores determinantes a la hora de explicar la diferente velocidad a la que las regiones españolas están saliendo de la crisis, igual que también determinó en un primer momento el impacto que esta tuvo en cada una de ellas. Por ejemplo, recuerda este catedrático de Economía Aplicada, la elevada dependencia que la economía extremeña mantiene con el sector público hizo que en un primer momento los efectos de la recesión se dejaran notar menos, pero ahora este sector está «parado, lo más que se llega es a cubrir las jubilaciones». Además, el peso de la industria manufacturera, el sector que está «tirando de la economía a nivel nacional» es muy escaso en el tejido productivo extremeño, prácticamente la mitad que a nivel nacional (6,9% por 13,1%, respectivamente). Aparte de eso, lo que queda es, fundamentalmente, la agricultura, muy dependiente de factores coyunturales, y un sector servicios «de poca productividad. El de alto valor añadido aquí es muy escaso».

Otro elemento en el que Ramajo hace hincapié es en la pérdida de habitantes. «Las personas que se están yendo son las más preparadas, que es lo más terrible. Estamos perdiendo talento, gente con una productividad potencial enorme que, si lográsemos retener, a medio y largo plazo eso se notaría».

¿Y cómo se revierte esta situación? «Es complicado —responde este experto—. Esto son políticas de largo plazo. Aquí el cortoplacismo de los políticos funciona mal. Hay que atraer grandes empresas. Igual que ahora estamos hablando del sector turístico, con un acuerdo para atraer grandes parques de ocio, tendría que haber un pacto regional con los grandes partidos, sindicatos y la confederación empresarial para atraer grandes empresas. Facilitarles las cosas para que ellos hagan sus cuentas y les merezca la pena venir a Extremadura».