Recuerdo aquel pescador, pero no cómo se llamaba. Juan de la Manca, Luis el Gitano o cualquier otro nombre lorquiano asociado a la recóndita memoria idealizada de una infancia estival feliz y aventurera. El hombre era mayor y vestía de oscuro. A veces se sentaba a la puerta de la casa de mi abuela, debajo de la reja negra que filtraba las luces del malecón, proyectando en la pared encalada del cuarto de dentro una enorme sombra de filigranas andaluzas. Negro sobre blanco tranquilizador, relajante y bello. Cuando el hombre venía al atardecer, yo le contemplaba de lejos, curiosa e intimidada. No sé si era una visita, acompañaba a mi tío a pescar o rendía cuentas. Pero evoco ahora su presencia digna, su habla reposada y su enigmático dibujo en el brazo. Un trazado negro alargado cuya forma exacta he olvidado, veteado minúsculamente por menudo vello blanco y fino. Mi imaginación calenturienta inventaba fantasías en su inescrutable vida pasada, testigo de la cual era aquella marca oscura de extraño parecido con la sombra de la reja en la pared blanca del cuarto. Yo no me atrevía a acercarme, paralizada entre la veneración, el respeto y la curiosidad. Un día le pregunté a mi hermano: --Eso es un tatuaje- respondió misterioso. De la guerra. --¿Pero lo lleva pintado? --No, tonta. Eso no se quita ya nunca. --¿Es para siempre? --Pues claro. Y entre los misterios de mi infancia ese fue uno y no pequeño. Luego averigüé que aquellos dibujos dolía muchísimo hacerlos. --Se les pincha con una aguja e inyectan tinta. Así no se borran.

No conocía entonces el significado de indeleble, ni supe nunca qué ocultaba o ensalzaba el tatuaje de mi pescador. Pero me pareció magnífico y temible que su piel se convirtiera en su memoria. Si alguna vez me acordé del oscuro visitante al oír aquello de "mira mi pecho tatuado... Es el recuerdo del pasado que nunca más ha de volver" lo ignoro. Sea dolor de lo perdido, homenaje al amor más poderoso que la muerte, estética moderna o adicción, el tatuaje es para mí la hermosa metáfora de una ofrenda. Mi piel en memoria imborrable.