"Desde que trabajo por cuenta ajena estoy encantada". Pilar Barrientos no pudo soportar la presión de ser empresaria y entiende que esa condición predisponga a padecer una adicción. En su caso, no tomó psicofármacos, pero recuerda que en su última etapa al frente de un negocio (una tienda de lencería en Badajoz), solía recurrir al ibuprofeno --para el dolor de cabeza-- a diario. También fumaba más de lo habitual y si se iba a tomar una cerveza después de trabajar, recuerda, "la cogía con más ganas de las habituales".

Son los efectos --cree-- de tener que hacer frente a las muchas preocupaciones que supone hacerse cargo de un negocio y llevar una casa. Además, como divorciada, durante mucho tiempo tuvo que cuidar de su hija en solitario. Toda esa presión desembocó en la liquidación de su tienda, al frente de la cual, no obstante, llevaba casi una década. "No tiré la toalla a las primeras de cambio, pero llegó un momento en el que tuve que elegir entre mi negocio y mi salud".

Ahora disfruta de la segunda como empleada de una consultoría. No añora el "temblor de piernas" que, según dice, ataca a muchos empresarios a final de mes y, o sea, a la hora de pagar nóminas y rendir cuentas con Hacienda. Una tensión que, según el último estudio de Cepes, lleva a más de una de las mujeres que tienen esa responsabilidad a recurrir a algunas sustancias adictivas.