Juan Francisco Pombo Lozano quedó sepultado por un talud de tierra cuando trabajaba el pasado jueves en la construcción de un residencial en Moraleja. Han pasado casi 48 horas y aún no sabe que su compañero en el trabajo, Félix Luceño Mendoza, moría prácticamente en el acto.

Postrado en una cama del Hospital Ciudad de Coria, recuerda perfectamente qué ocurrió aquella mañana. "Era casi la hora de irnos a comer. La excavadora estaba sacando tierra de la obra, cuando un talud se vino abajo y cayó sobre nosotros sin que pudiéramos hacer nada". Pasó varios minutos sepultado bajo tierra junto a Félix. "El sangraba mucho, no sé cómo estará, creo que se encontraba mucho peor que yo". A Juan Francisco le ayudaron sus compañeros a salir, los mismos que no pudieron hacer nada por salvar la vida de Félix.

Francisco se encuentra bien. A última hora de la tarde de ayer, y todavía con algunos dolores en el costado, recibía el alta hospitalaria y abandonaba, acompañado de su mujer, la habitación número 112 en la que permanecía ingresado desde el pasado jueves. Ahora comienza a pensar en volver a trabajar y recibir el alta médica definitiva, pero "El miedo todavía está en el cuerpo, pero por lo menos estamos aquí para contarlo. Podía haber sido mucho peor, aunque es mejor no pensar en eso".

Desgraciadamente Félix Luceño y Juan Francisco Pombo han pasado ya a engrosar las listas de siniestralidad en Extremadura, una comunidad autónoma en la que cada día se produce una media de 77 accidentes laborales.