Juan Luis Ambel, Posada de Maravillas, se convertirá hoy en el segundo torero que confirme doctorado en San Isidro (las Ventas, en Madrid), una cita clave en su carrera, que, sin embargo, afronta con serenidad, ya que, como afirma en una entrevista a Efe, "Solo con verme anunciado en Madrid ya me siento ganador".

"En mi caso, Madrid no me puede quitar nada, porque no tengo nada después de San Isidro. Por eso, afronto la tarde con la idea de disfrutarla al máximo, de sentirme torero delante de la exigente afición de las Ventas y convencerles para que, a partir de ahí, las cosas puedan empezar a rodar", señala el joven espada extremeño.

Posada de Maravillas confirma la alternativa en el día del patrón, san Isidro, y con un padrino y testigo de excepción, su paisano Alejandro Talavante, que ya ha dejado impronta en el ciclo, y el peruano Roca Rey, hasta el momento el único torero de a pie en descerrajar la Puerta Grande de las Ventas, y los toros de Juan Pedro Domecq, triunfadores de 2015.

Un cartel "impresionante" en el que no es "ni el favorito, ni el más preparado" de los tres, pero para el que se siente "totalmente capacitado", primero "por la confianza" que tiene en sí mismo, y segundo, "por la ilusión y la tranquilidad" que le da el hecho de ir a Madrid "con una mano delante y otra detrás".

Así y todo, la preparación ha sido "buena", tiempo ha tenido para ponerse a punto, ya que desde que tomara la alternativa, el 3 de octubre del pasado año en Zafra los únicos pitones a los que se ha enfrentado han sido los de los "quince o veinte toros" que ha podido matar a puerta cerrada en el campo.

"Ha sido un invierno duro, más aún cuando te ves parado; pero, aun así, este tiempo sin torear lo he invertido en duros entrenamientos diarios, de ahí que vaya preparado más que de sobra para ir a Madrid con garantías", asegura Posada.

Y eso que todavía arrastra las secuelas de una gravísima lesión que se produjo en Pamplona en 2004, cuando al entrar a matar a un novillo se seccionó los tendones de su muñeca derecha, por lo que aún necesita rehabilitación y fisioterapia casi diaria.

"Eso sí es lo peor de todo. Cuando hago un esfuerzo como torear, se me queda la mano rígida y se pone hasta negra. A veces molesta e incluso duele, pero es lo que me tocó vivir. Esta profesión es así, y hay que afrontarlo", reconoce.

QUIERE EL RECNOCIMIENTO Como también admite que le "encantaría" que, tras su paso por Madrid, la afición taurina le reconociera como uno más de esa hornada de jóvenes espadas que está revolucionando y refrescando el panorama actual, "uno de esos nuevos valores que tanto necesita el toreo".

"Toda profesión necesita de una evolución. Pienso que ahora estamos atravesando una época buena en la que están saliendo nuevos toreros que despiertan una ilusión tremenda entre el aficionado y hacen que los de arriba no puedan bajar la guardia y les obligue a arrear. Hace mucha falta esa competencia, esa rivalidad en el ruedo", confiesa el joven pacense, último eslabón de la dinastía (nació en el siglo XIX) en activo más longeva de la tauromaquia.