Le operaron del tiroides y le dijeron que debía permanecer dos meses de baja, pero a los 15 días de la intervención ya volvió a su puesto de trabajo porque si no está él, «la tienda no se abre». Así lo expresa Ángel Domínguez, un autónomo extremeño de 44 años que hace más de una década está al frente de un negocio en Badajoz (La cama, donde vende colchones). Ya gestionó otros establecimientos antes. Hace pocas semanas ha tenido un problema médico y ha sido aún más consciente, asegura, de la desprotección de los trabajadores por cuenta propia. «Prefiero trabajar estando malo e incluso arriesgarme a una inspección de trabajo que recibir una limosna, que es lo que te dan, y perder clientes», sentencia. Porque, continúa, «si no costara tanto pagar la seguridad social, yo podría tener otro empleado, pero es que no me lo puedo permitir».

Domínguez lleva 18 años como autónomo y es solo un ejemplo de la situación que viven quienes tienen su misma realidad laboral. «No sabes nunca a qué atenerte, por ejemplo con la base de cotización para acceder después a la pensión», afirma. Lamenta que se siguen enfrentando a las mismas carencias de siempre, a pesar del cambio de ley que ha traído una serie de mejoras a este colectivo, por ejemplo, la tarifa plana de 50 euros el primer año. El problema es mantener la economía.

Además, reivindica: «Encima contamos con mala fama porque se dice que no declaramos todos los ingresos, que hay mucha economía en negro... Quien lo diga que se venga conmigo, que yo le explico cómo funciona esto y cómo peleamos para llegar a final de mes para pagar todo lo que nos exigen».