Permítanme que por esta vez me dirija a ustedes utilizando la primera persona. Pero la ocasión lo exige: las líneas que siguen son mi presentación como director de El Periódico EXTREMADURA y la manifestación de mi compromiso al aceptar esta responsabilidad.

Nunca he sido, y temo que por muchas vueltas que me diera la vida nunca seré, otra cosa que un periodista. Y para un periodista dirigir un periódico es uno de los anhelos más arraigados. Hacerlo, además, en tu tierra y en un periódico en el que viví en primera línea su nacimiento como diario regional, puesto que fui de octubre del 85 a febrero del 88 el primer responsable de la entonces recién creada Delegación en Badajoz, es poco menos que material para un sueño.

Vuelvo a esta casa 19 años después de que iniciara su aventura regional. No es ocasión para hacer un repaso histórico de este tiempo, pero sí para dejar constancia en pocas líneas de que la transformación de este periódico de un diario local y vespertino en lo que ahora es ha constituido uno de los avances más significativos en los medios de comunicación extremeños de la etapa democrática. Aquí y ahora, afortunadamente, ya no se respira la atmósfera de pioneros que era el aire nuestro de aquel tiempo. Porque el proceso de regionalización de este periódico nos permitió vivir la inolvidable sensación de que las cosas estaban recién creadas, pero para qué engañarles: también vivíamos con la zozobra del futuro incierto. Teníamos ilusiones, pero todas eran cortas.

Ahora, 19 años después, creo que el cambio producido por este periódico encuentra su mejor forma de expresarse precisamente en eso, en el tamaño de la ilusión. Aquí ha trabajado mucha gente --los que todavía están; los que se han ido, algunos incluso de la vida; los que han venido entretanto, y ante los cuales sin excepción me inclino--. Aquí llegó el Grupo Zeta y rescató Editorial Extremadura y la puso en el mapa de las empresas rentables y asentadas. Pues bien, al final todo el mundo ha venido trabajando estos años para que, poco a poco, pudiera irse agrandando el tamaño de nuestra ilusión: ya podemos tener sueños más largos; ya podemos estar esperanzados con hacer un periódico cada vez más arraigado, cada vez más necesario para los extremeños; ya podemos ilusionarnos con que El Periódico EXTREMADURA llegue a ser el diario al que la sociedad acude en la confianza de que le va a explicar qué pasa en esta tierra. Y podemos, y esto es lo verdaderamente decisivo e importante para ustedes, expresar compromisos en voz alta.

Uno de los lugares comunes del periodismo es decir que los dueños del periódico son los lectores. Me da la sensación --yo también soy lector de periódicos-- de que cuando oímos esa frase nuestros labios dibujan una sonrisa sardónica: no nos lo creemos. Los dueños de los periódicos --y perdonen la tautología-- son las empresas propietarias de los periódicos. Si les dicen que ustedes son los dueños de este periódico no se conformen. Son mucho más que eso: son nuestra razón de ser. Comparto con Heinrich Böll la idea de que los avances sociales que están por venir lo harán sobre todo por el cumplimiento de las constituciones. Y la nuestra, la de 1978, establece que los españoles tenemos derecho a recibir información veraz. Los periodistas tenemos la inmensa responsabilidad de gestionar ese derecho. Y de hacerlo bien o mal se deriva, nada menos, que la conformación de la opinión pública. Es muy sutil, tal vez para la mayoría de nosotros resultaría difícil explicar por qué es importante ser informados bien, pero todos alcanzamos a comprender que en este asunto no nos jugamos el estar al tanto de las últimas noticias. Lo que nos estamos jugando atañe a nuestra condición de ciudadanos. Y la responsabilidad y el compromiso de los periodistas, y por tanto de éste que hoy les escribe, es poner al alcance de todos aquella información que les sea útil para robustecer su condición de ciudadanos libres. La objetividad en la información no existe... afortunadamente. Si existiera yo estaría entre los que la considerarían uno de los males del periodismo, porque la objetividad exigiría periodistas inmaculados y --paradójicamente-- ajenos a lo que pasa en el mundo, es decir, desinformados para no incurrir en desequilibrios que hagan imposible la objetividad.

Los periodistas debemos ser como son los lectores: personas con sus propias ideas y sus puntos de vista. En este sentido, la ya célebre definición de periodista de Indro Montanelli ("el periodista es gente que le cuenta a la gente lo que le pasa a la gente") es el mejor resumen de lo que quiero decir. Lo que tiene que ser el periodista es honesto, que significa recoger y exponer los hechos con sencillez y claridad y suministrar al lector todos los puntos de vista posible de una noticia para que éste tenga elementos que le permitan sacar su propia conclusión. A hacer este tipo de información me comprometo desde estas líneas, sin que ello tenga por qué empañar el aprobar o criticar ideas o acciones de gobierno de las instituciones. Pero desde la independencia y la libertad de juicio, que no es asunto fácil y nunca lo ha sido.

Acabo con un último compromiso. Entiendo que un periódico es una institución, uno de los pilares en que se articula la convivencia de una sociedad. Este periódico lo es, y a fortalecer esa condición para tratar de contribuir a conformar una Extremadura cada vez más libre y exigente consigo misma, nos vamos a dedicar en cuerpo y alma todos los que trabajamos en esta casa.