Las migraciones climáticas son ya una realidad en Europa, no algo que ocurrirá en un centenar de años, según explica Dina Ionesco, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Pero pasan desapercibidas ante la falta de acuerdo sobre una definición global. «Esta es una de las grandes preguntas de la movilidad humanas relacionadas con la degradación ambiental y con el cambio climático», señala Beatriz Felipe, investigadora española de Migraciones Climáticas. Para ella la definición más adecuada es la propuesta por la OIM, que dice que son migrantes climáticos aquellas personas que individual o colectivamente no puede seguir viviendo en su lugar de residencia y se van de manera forzada, o relativamente voluntaria, y que entre los motivos para marcharse está el cambio climático en sus diferentes expresiones: desde impactos repentinos, como pueden ser las inundaciones o un incendio, hasta eventos de degradación paulatina como sequías o la subida del nivel del mar.

Estos flujos migratorios pueden cruzar las fronteras nacionales, pero normalmente son internos: «El desplazamiento significa que no se trasladarán necesariamente lejos, sino que se alejarán y perderán sus medios de vida y muy a menudo estas personas ya se encuentran en una historia de migración muy compleja», añade Ionesco.

Alexandra Bilak, directora del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos (IDMC, por sus siglas en inglés) dice que en los países europeos, aunque están más preparados ante los eventos climáticos extremos, hay una falta de información sobre qué ocurre con estos migrantes climáticos: “Gran parte de la información que hacemos en nuestra vigilancia se basa en informes de los medios de comunicación y muchos países carecen de un sistema a nivel nacional para agregar estas cifras en bases de datos sólidas que puedan ser rastreadas durante períodos de tiempo más largos”, afirma. Con el cambio climático se esperan más eventos climáticos extremos, más frecuentes y más intensos, y por lo tanto un mayor número de desplazados, precisa Bilak.

Otra dificultad a la hora de elaborar estadísticas es encontrar personas que se autodenominen migrantes climáticos. “La gente cree que está migrando para buscar una vida mejor, escapando de la pobreza, y no se da cuenta de que lo que está detrás son una serie de causas unidas al cambio climático”, indica Felipe.

Las zonas rurales, por el vínculo económico de sus habitantes con la tierra, son las más vulnerables al cambio climático. «La gente tiende a abandonar las zonas rurales donde sus trabajos están en peligro, especialmente en el futuro con el impacto del cambio climático y tienden a huir o a emigrar hacia las zonas urbanas».

El empoderamiento de los municipios para estar mejor preparados ante este flujo de personas tiene que ser una prioridad clave para el futuro: «Donde las actividades económicas humanas están más ligadas a la tierra, que al final se está viendo tan afectada por inundaciones, sequías, etc. pues al final es donde más claramente se está viendo que las personas tienen que adaptarse o irse a otros lugares si la tierra ya no produce», dice Felipe.

La región mediterránea es una de las zonas más expuestas del continente europeo.