Se llaman José Antonio Mendo y Juan Ignacio Sánchez, tienen 27 años y padecen síndrome de Down, un trastorno genético que provoca cierto grado de discapacidad intelectual. Pero ello no impide que puedan trabajar como cualquier otra persona. Alumnos del Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) de la Asociación Down Extremadura, los dos iniciaron el martes las prácticas en el Hospital de Mérida, que finalizarán el 17 de mayo. El primer día estaban "algo nerviosos" porque no sabían muy bien a qué se enfrentaban, pero ayer ya estaban más relajados y José Antonio comentaba incluso que su intención era prepararse las oposiciones para trabajar en el hospital.

El entra a las once y sale a las dos de la tarde. Su autosuficiencia le permite ir solo en autobús al centro hospitalario y, una vez allí, realiza labores de auxiliar administrativo, entre ellas, gestionar las altas y bajas en el sistema del SES o hacer fotocopias compulsadas. "Estoy orgulloso de trabajar aquí, me gusta mucho el hospital y la relación con los compañeros de oficina es muy buena", asegura. Estas son las mismas impresiones de Juan Ignacio, que se mueve por los pasillos del hospital como pez en el agua. Su madre le lleva a las 08:30 horas, ficha a las nueve y, tras coger su vestuario de la taquilla, se pone manos a la obra. Su función es múltiple, desde atender en recepción a familiares y usuarios, hasta bajar al almacén de suministros para llevar los pedidos a planta, pasando por el traslado de pacientes en silla de ruedas a la consulta de rehabilitación. "El martes me equivoqué con el pase de tarjetas y me enfadé un poco conmigo mismo porque quería hacerlo todo perfecto", señala, aunque su compañera, la celadora Carmen Sanz, le exculpa afirmando que "se desenvuelve muy bien y que parece un trabajador más".

En su caso, tiene un descanso a las diez de la mañana para el desayuno aunque no puede compartirlo con su amigo José Antonio, que entra más tarde. "Es una alegría compartir esto con él, estudiamos juntos en el Colegio de Sordos y, aunque a veces discutimos, nos llevamos bien". Los dos habían participado anteriormente en talleres de jardinería o electricidad pero esta su primera toma de contacto con el mundo laboral. Las prácticas les ayudan a verse en un ambiente de trabajo real y les facilitan la adquisición de habilidades sociales, matiza Cristina Amado, técnico de Down Extremadura y profesora del citado PCPI. Es la primera vez que la asociación concierta unas prácticas en un hospital, otros alumnos con síndrome de down las han hecho ya en una clínica de Plasencia y en un ambulatorio de Don Benito. "En las prácticas se pierde el colegueo de las clases, aprenden cómo es el trato formal hacia los demás lo que implica una mayor responsabilidad", subraya Amado.

Su inserción laboral es factible, sobre todo, en empresas privadas que, al igual que la administración pública, tienen que reservar un cupo de la plantilla a personas con algún tipo de discapacidad. El objetivo es que algún día se cumpla su sueño y consigan un empleo remunerado.