El pasado sábado por la noche Manuel Granado cumplía con su rutina como voluntario de Cruz Roja en Plasencia. Para entonces la situación en el Estrecho ya se había desbordado con la llegada de cientos de migrantes rescatados en el mar y los compañeros de Cruz Roja Andalucía estaban desbordados. Y Granado recibió una prealerta en su teléfono con la petición de ayuda de los compañeros de Cádiz. «No me lo pensé, les dije que en cuanto terminara, cogía ropa y me bajaba», dice. Y así fue como se integró en el primer equipo de voluntarios extremeños que el domingo se plantó en el corazón de Cádiz para montar un albergue con capacidad para 150 personas en el pabellón de la Mirandilla. Primero acudió un cotingente de 13 personas de distintos puntos de la región y otros cuatro que ejercieron de apoyo durante el montaje. El martes, como la situación aún era complicada, otros seis voluntarios de la región se desplazaron para relevarse con los destacados ya allí (los turnos no pueden superar las 72 horas) y mantener la ayuda.

El albergue instalado por los extremeños ha sido el primer enlace con la población civil para parte de los subsaharianos llegados el pasado fin de semana (principalmente a hombres, pero también a algunas mujeres y a niños acompañados), tras la intervención de Salvamento Marítimo y la primera atención de los equipos de Ayuda Humanitaria y la Policía Nacional. «Llegan agotados, con situaciones muy complicadas en sus países de origen, con muchos meses de viaje hasta llegar aquí. Pero también ves en la cara de muchos de ellos esperanza. Y te planteas cómo será la situación de su país para exponerse a venir así», dice Víctor Domínguez, que ha ejercido como coordinador del equipo extremeño de Cruz Roja allí.

Aunque algunos de los voluntarios habían colaborado de forma individual en la atención a migrantes, y la mayoría tienen experiencia en la atención de emergencias (en incendios o en catástrofes como el terremoto de Lorca), esta era la primera vez que Cruz Roja Extremadura desplegaba un equipo completo en el Estrecho. «Estaba la barrera del idioma, pero la relación con todos ellos era muy buena. Agradecían enormemente cualquier gesto básico, como indicarles donde podían cargar el móvil o en qué zona había una red wifi desde la que podrían contactar con sus familias, porque eso es lo que más les preocupa a la mayoría», explica Domínguez. Y para esos pequeños gestos y otros, también básicos, como proporcionarles una cama, ropa limpia, material de aseo o comida, han acudido esta veintena de extremeños durante cuatro días; para ayudar a los migrantes y también a los que habitualmente les ayudan, «Los compañeros de Cádiz llevan muchos meses atendiendo a las miles de personas que están llegando a sus costas. Están haciendo un esfuerzo enorme y nosotros solo hemos dado un respiro a esos equipos que llevan tres o cuatro meses sin descanso», dice Domínguez.