Pelo cano, arrugas en la piel y muchas historias aún por contar son algunas de las diferencias entre Alejandro Hurtado, de 86 años, y Juan Grillo, de 42. Aunque pertenecen a dos generaciones muy distintas de la historia reciente de España, ambos han conseguido acercarse y comprenderse gracias a las ganas de trasmitir lo hermosa que es la vida de uno y la ilusión por aprender del otro. Se trata de una bonita y tierna relación que nació fruto de un concurso patrocinado por la Obra Social de Caixa Cataluña, llamado ´Tienes una historia que contar´.

Desde su puesta en marcha el pasado mes de enero de este certamen de periodismo intergeneracional, 30 han sido los estudiantes y otros tantos los mayores extremeños de más de 70 años que han participado. Esta es la primera vez en la que Extremadura acoge el concurso con la intención de recuperar la historia de boca de quienes han vivido los principales acontecimientos del siglo XX y relatados por los más jóvenes.

En diciembre se otorgarán los premios. Las personas mayores ganadoras podrán ver cumplido el sueño de su vida. Unos han pedido viajar a Viena, otros a Sevilla... En el caso de los estudiantes, los tres finalistas serán recompensados con premios en metálico de hasta 5.000 euros y tendrán la oportunidad de ver publicados sus artículos en distintos medios.

Con más o menos experiencias, con mayores o menores logros, el caso es que todas las personas mayores tienen algo importante que aportar. No solo aquellas que han llegado hasta los libros de historia son dignos de contar sus vivencias. A veces, nos olvidamos "de esos pequeños engranajes de la máquina que son tan o más importantes que aquello que sobresale y sin los cuales nada sería posible", señala María Jesús, una estudiante que ha participado en el concurso.

Sería casi imposible resumir lo que han sentido los 30 estudiantes extremeños que han recuperado las vivencias de esas personas de edad avanzada; sí, esas que son una enciclopedia abierta, pero que muchas veces pasan desapercibidas ante nosotros, los que vivimos en una sociedad en la que como describe María Jesús, "se valora tan poco a las personas mayores; en esta cultura de la velocidad, de la caducidad, del ritmo desenfrenado en la que todo el mundo corre, pero que es incapaz de parar para plantearse hacia dónde y por qué lo hace-".

Sentido del humor, ganas de sonreír a la vida, capacidad de superación... son las lecciones básicas que desde su humilde intención han enseñado los ancianos a los jóvenes. Cada uno a su manera, a todos ellos les tocó formar parte de "una España muy diferente a la de hoy en día...", repite una y otra vez Lucía Bizarro, protagonista de uno de los relatos presentados al certamen.

Vuelta a la vida

Alejandro quedó huérfano de padre a los seis años y fue enviado a un colegio en el que vivían niños en sus mismas circunstancias. En el 36, cuando comenzó la Guerra Civil, se dedicó a vagabundear por las calles de Cáceres. "Si comía no cenaba, si cenaba no almorzaba...", cuenta al recordar aquellos duros días. Pasaron los años y Alejandro aprendió el oficio de albañil. Trabajó en la construcción del ferrocarril de Cáceres y, como lo cuenta su biógrafo Juan, "aquí fue donde se enganchó otra vez de nuevo al tren de la vida". Un camión que trabajaba en la obra volcó, con la mala suerte de que descargó todo el material que portaba sobre Alejandro, quien quedó sepultado bajo los escombros. Lo dieron por muerto hasta que, por fin, se recuperó.

Juan nos habla de su ya amigo Alejandro como "una persona fuerte que ha sabido sonreír a pesar de lo difícil que ha sido para él la vida, no como para nosotros que hemos nacido con prácticamente todo hecho", cuenta Juan emocionado. El protagonista de su historia, Alejandro, apunta que la sociedad actual es "como si la cambiáramos a mil por mil de la anterior. Yo viví una vida completamente diferente a la de hoy", señala invadido por la nostalgia que brota al recordar aquellos años.

Una vez concluido el relato, Juan se siente muy satisfecho con el resultado, especialmente por la "satisfacción personal de hablar y sobre todo escuchar a estas personas, que la mayoría están solas y les hace mucha ilusión que alguien se interese por ellos". "A Alejandro se le saltaron las lágrimas cuando le leí su historia. Nos hemos hecho amigos y desde entonces no he dejado de visitarlo". "Para mí el premio no es el económico, sino conocer a Alejandro, escribir algo con concienciación...", dice Juan.

"Lo que he aprendido en la vida es que hay que seguir viviendo y ser feliz con lo que se tenga; porque hoy en día cuanto más tienes, más quieres". "La juventud no come de nada porque tiene de todo, en cambio nosotros comíamos de todo porque no teníamos de nada".

Alegrías y sin sabores

María Elena González ha aprendido de Ana Martín que "hay que ser muy positivos. A lo largo de la vida hay muchas alegrías y sinsabores, pero hay que afrontar lo que venga con la mejor actitud posible, porque siempre habrá momentos malos, pero en lo adverso hay que pensar que llegarán tiempos mejores".

Esta conclusión es compartida por los protagonistas de las historias contadas, miembros de una generación que ha vivido momentos duros como la guerra o la muerte de un hijo.

Estos estudiantes nos han dado una lección vital; han roto con la imagen del joven despreocupado. Pero han sido las personas mayores, las que nos han enseñado algo todavía más importante: a ser valientes y a vivir feliz con lo que se tenga, pues el tiempo, como ellos bien saben, pasa más rápido de lo que podamos imaginar.