TEtl gran Aristóteles señalaba la doble cara del poder, la pura que tiene como objeto servir al bien común de los destinatarios del mismo, y la degenerada, que solo sirve a los intereses partidistas de los que lo detentan. Lo que posteriormente apuntó Rousseau , cuando contraponía la voluntad general frente a la voluntad particular o individual. Dos pensamientos que hoy se ven de actualidad en nuestro país y, que debe hacer, hoy más que nunca, reaccionar a los que se consideran líderes de la cosa pública. Especialmente, cuando las encuestas hablan de un claro desprestigio de la clase política; por lo que les obliga a buscar nuevas fórmulas jurídicas capaces de reconvertir lo que hoy muchos ciudadanos consideramos el toque de queda de los partidos políticos.

El sistema electoral español adoptado en 1977, tras la Ley de Reforma Política, permanece casi inalterable después de más de 35 años. Un sistema electoral que pretendía fortalecer partidos políticos y darles la mayor cobertura después de la dictadura. Esta situación de partida ha cambiado; y hoy nos encontramos con unas formaciones políticas opacas, con escasa democracia interna, y con casi todo el poder en sus manos: legislativo, ejecutivo y judicial. Los contenidos de ese sistema electoral (listas cerradas y bloqueadas para la elección de diputados, fórmula de D'Hondt para el reparto de escaños en función de los votos obtenidos, etcétera) constituyen las bases de este modelo que algunos demandamos modificar con urgencia.

Ha habido una serie de reformas, pero ninguna de los aspectos antes señalados, como si se quisiera atar y tener bien atado quiénes están y cómo se confeccionan las listas electorales. Los ciudadanos no tenemos la opción de elegir a los mejores y a los idóneos, sino a los que nos designan los comités electorales de los partidos. Así pues, el designado se encuentra agradecido y responsabilizado hacia el partido y no hacia el ciudadano. Efectivamente el voto en España no es obligatorio, pero esto no quiere decir que a la inmensa mayoría de los españoles nos dé igual un político que otro.

XLA PROPUESTAx por parte del presidente extremeño de abrir las listas y limitar el mandato va en la dirección de abrir el espectro político a la ciudadanía. Y además acotar los plazos de gobierno es establecer una fecha de caducidad a los que entienden el sillón de la política como su eterno puesto de trabajo. Debemos ir a un sistema puro de listas abiertas, no bloqueadas. Y hay que hacerlo bajo la convicción de no tener miedo a la democracia y al sentido de la responsabilidad de los ciudadanos.

Estas decisiones se han de tomar ya, especialmente porque somos muchos los que pensamos que los ciudadanos no pasan de la política, son los políticos los que pasan de los ciudadanos. Como mantenía María Zambrano , que consideraba que la conciencia histórica de los españoles no existía porque en mucho tiempo en nuestro país, la historia la hacían unos pocos y la padecían los demás. Hay que revertir esto, para la que historia la hagamos entre todos. Y esta se logrará si los que votamos representan directamente a los ciudadanos, y no continuamos edulcorados bajo una democracia de representación indirecta como la actual.