TStabes cuánto me cuesta partir el turrón. No puedo comerlo y lo paso mal desde que tú no estás para partírmelo a cachitos y ponérmelo en el plato. Yo no sé comprarlo. Cuando voy al súper y me pongo delante de la estantería de los turrones no sé cuál escoger. Todos tienen envolturas tan brillantes y con letras tan doradas. Ya no es como antes, que solo había el duro o el blando y, en contadas ocasiones, podían encontrarlo hasta con fruta. Lo de la fruta es ya más moderno, como tú sabes.

¿Te acuerdas cuando le traje turrón de fruta a Elena ? Lo había comprado en Madrid. Ahora soy incapaz de distinguir el blando del duro, por eso no lo compro. Fíjate, Ana , como son las cosas, desde que te fuiste... Miento. Tú nunca te has ido, siempre estarás conmigo, además eso de que te has ido lo dirán los demás. Yo te tengo siempre cerca, te siento y escucho tus pasos por el pasillo, y también cuando dejas las zapatillas a un lado de la cama para acostarte.

La otra noche hizo mucho calor, por eso no te arrimaste tanto a mí, pero hoy ha cambiado el tiempo y hace un poco de fresco. Si quieres antes de acostarnos caliento un poco la cama. Es fácil. He comprado una bolsa de agua, y es estupenda. La otra, la que te compró tu hija no le encontraba. Llevaba más de una semana que no daba con ella, por eso cuando pasé por la farmacia y la vi en el escaparate entré a comprarla.

XHAYx que ver lo simpático que es don Braulio . Aunque no me preguntó por ti, aunque yo le dije que estabas como siempre, con tus achaques. El no me contestó, había mucha gente en la farmacia, por eso creo que no se dio cuenta de lo que le dije, de lo contrario me hubiera preguntado. Tú sabes que cuando caíste enferma, todos los día me preguntaba por ti. Hasta un día me ayudó a elegir turrón, ese que a ti te gusta. El 188..., no sé qué. Creo que termina en 7 o en 6, ¡qué más da!. Pero él me lo eligió y acertó. Sabes a quien me encontré el otro día, a Dolores , la de Vicente el droguero.

Está tan vieja, iba a casa de su hija. Pobre Vicente, murió cuando podía haber disfrutado de los nietos. Lo que son las cosas, deseando jubilarse para estar con los nietos y al mes de la jubilación se muere de un infarto. No somos nadie. Pero tú y yo hemos tenido suerte. Dos hijos y cuatro nietos preciosos.

Juan es un poco más despegado, y tarda en traérnoslos, pero Elena siempre ha sido diferente. No pasa un día que no vea a sus hijos. Elena ha salido a ti. Tú siempre has sido muy atenta y has estado en los detalles. Yo he estado más preocupado por llegar a fin de mes, y además yo soy más despegado, aunque soy así con los extraños, nunca con la familia nunca. También sé que me meto en cosas que no debo. No fue culpa mía lo de la Navidad pasada. Tu nuera se puso como una basílica porque intenté darle a la niña, a mi nieta, un poco de turrón. Además, era del blando y se lo había aplastado un poco.

XTU HIJOx se calló y no dijo nada. Es un calzonazos. Tampoco era para estar más de un mes sin venir a vernos. No, si ahora yo tuve la culpa, yo sé que fui un contestón. Acaso no tuve razón, y no le dije las cuatro verdades que tú y yo habíamos hablado tantas veces. Ya, ya... que no hay que ser al pan, pan y al vino, vino. Pues que quieres que te diga, soy así y no voy a cambiar. Aquí he traído un poco de turrón para comérnoslo juntos. Es del blando, ya los dientes no son lo que eran. Algún día tendré que ir al dentista, me parece que tengo una muela picada.

Tu hija me dijo el otro día que me fuera a vivir con ella. Yo le dije, Ana , que me encontraba muy bien viviendo contigo, y que si había vivido cuarenta años contigo, ahora no hay motivos para cambiar. No te preocupes, ya nos apañamos tu madre y yo, le dije. Tu hijo, también está mañana me ha dado la vara con lo bien que se está en una residencia y que con mi sueldo podía costearme una buena. Le dije que si podía irme a su casa. Se lo dije para oírlo, porque sabía su respuesta. O mejor dicho, la respuesta de su mujer: vivimos en un piso pequeño y no hay espacio para uno más.

Con ellos cuatro ya estaban más que apretados. Le contesté, que sólo era una broma, que nunca le causaría problemas con su mujer. Está bueno el turrón, que he traído. Está refrescando y el sol se ha ido. Esta Navidad ya me han dicho tus hijos que el día 24 lo paso con uno y el 25 con otro.

El fin de año dicen que han alquilado una casa en el campo y se van a pasarlo con unos amigos. Me han insinuado que si me voy con ellos, le he contestado que prefiero pasarlo aquí, en casa contigo. Ya le he dicho a la vecina que me compre turrón del que a ti te gusta. Una Navidad sin turrón no es Navidad.

XBUENO,x tengo que ir a hacer la cena, que luego se hace tarde y a nuestras edades hay que hacer bien la digestión antes de acostarse. Ana, ¿sabes una cosa?: yo siempre tengo turrón, sea o no Navidad. Me las ingenio para tener hasta en verano, porque lo congelo y lo voy sacando poco a poco. Pero tus hijos no lo saben. Se enteran y no me dejan comerlo, por aquello del azúcar. Los hijos siempre jodiendo. Te joden de pequeños y cuando son mayores lo siguen haciendo y, si no, sus mujeres o sus maridos. Te quiero, Ana.

Arregló un poco el ramo de flores que le había traído, miró el retrato que había en la lápida y sacó un pañuelo para limpiarse las lágrimas que recorrían su rostro arrugado. Todos los días la visitaba y todos los días le llevaba el turrón que a ella le gustaba.

Nota: Rafael me trajo esta carta que había escrito por estas fiestas el año pasado. Siempre la navidad la pasa mejor con el turrón, y piensa que muchos de los lectores tienen la misma sensación.