Sandra Zabala ha hecho y deshecho el camino entre La Vera y Madrid. Primero se fue en busca de oportunidades, pero cuando nació su hijo, replegó alas y volvió a Jarandilla de la Vera en busca de una vida más sosegada que la que le ofrecía la capital. Poco después de aquello, llegó la jubilación de su madre y ella decidió ponerse al frente del negocio familiar, una tienda de alimentación que había abierto la matriarca en 1987 en Losar y bautizó como Casa Angelita. Zabala hizo una inversión, actualizó el negocio y amplió la gama de productos, que van desde productos típicos de la zona (como los quesos o el pimentón) a otros de primera necesidad o incluso prensa. También contrató a una empleada para poder disponer de algo de tiempo para estar con su hijo. «Quería mantener el espíritu de la tienda cuando la llevaba mi madre y abrir todos los días, pero con un niño pequeño, necesitaba una ayuda y así creaba un puesto de trabajo», cuenta la propietaria.

Clientela fiel

El establecimiento apenas tiene 50 metros cuadrados, pero está en un lugar privilegiado del pueblo, en plena plaza de la Viñuela, un enclave rodeado de bares y en el que paran los autobuses. Es una tienda con solera y eso le ha acarreado una clientela de muchos años que iba allí con los ojos cerrados porque sabía que fuera el día que fuera seguro que estaba abierto. «Pero aquí no nacen niños o nacen muy pocos, la gente del pueblo se va haciendo mayor y los jóvenes que se quedan no compran igual. Y ya no compran en la tienda del pueblo, van a las grandes superficies, donde pueden encontrar todo», subraya la empresaria.

Así que poco a poco su local se ha ido quedando como el establecimiento del «picoteo diario» de cuestiones básicas o de «los olvidos» durante la semana. «Vives ahora pensando en que llegue el fin de semana, vengan turistas y endereces un poco la semana con ventas algo más elevadas», cuenta. Pero no siempre pasa, y menos en los meses de invierno, cuando la climatología hace que días que se prevén buenos en afluencia de visitantes al pueblo «se quedan en nada por la lluvia, mientas tus gastos no hacen más que crecer y crecer».

Para la empresaria, faltan incentivos para consolidar el empleo en los pueblos, a pesar de que a su juicio «el servicio que dan este tipo de establecimientos es básico», dice. Por eso hay momentos en los que la situación se vuelve muy cuesta arriba: «resistes, pero a veces cuesta mucho. Y yo sé que no me voy a hacer rica, pero al menos me gustaría poder tener un sueldo. Y una vez que pagas todo, no siempre llega».