La tormenta no duró más de 20 minutos, pero se llevó por delante el trabajo, el tiempo y el dinero invertido para toda una campaña. Poco hacía pensar a Antonio Calderón que el pasado lunes iba a caer una tromba de agua y granizo capaz de acabar con toda la cosecha de melones y sandías, 25 hectáreas en total, que junto a un socio tenía plantadas en una parcela cercana a Santa Amalia. "La semana pasada estaba todo cubierto por las plantas", lamenta este agricultor mientras camina por lo poco que ha quedado de su plantación después de sufrir una fuerte lluvia de granizos del tamaño de "huevos de codorniz".

"Yo nunca he visto una cosa igual", comenta este agricultor echando la vista atrás porque, asegura, normalmente cuando cae granizo se pierde buena parte de los frutos de las plantas y estas quedan muy dañadas, pero nunca tan perjudicados como esta vez.

Sostiene que este año, en el que ya había invertido más de 120.000 euros en preparar la tierra, en abonos y fertilizantes, ya no se puede salvar, por lo que no hay modo alguno de recuperar nada de este dinero. "Esto no es una pena, es una ruina". Una buena parte de la culpa de que no haya podido rentabilizar lo más mínimo su inversión la tiene la entrada tardía del verano. Como cada año, Antonio sembró a finales de marzo y abril. Habitualmente se comienza a cortar los melones y las sandías sobre la segunda quincena de junio, pero este año el retraso del calor no ha permitido que la planta tuviera un desarrollo normal, de forma que la recogida se esperaba para mediados de julio.

En esta misma situación se encuentran muchos agricultores de las zonas de Calamonte, Arroyo de San Serván, Guareña y Torrefresneda, donde los cultivos de tomate, olivar, cereales, viña, maíz y frutales se han llevado la peor parte. La pérdidas son millonarias: casi 17 millones de euros, para los productores de unas 4.000 hectáreas afectadas, según los primeros cálculos.

Los peritos ya han pasado por la parcela de Antonio, y el resultado no es menos desolador que el aspecto de su melonar. "Dicen que aquí ya no se puede hacer nada".

Pero las pérdidas de la tormenta no terminan en el plano económico. Las consecuencias sociales también se harán notar este verano en las zonas afectadas, porque los jornales perdidos se contarán por miles. Solo para recoger la producción de estas 25 hectáreas, de las que salen en torno a las 50 toneladas de melones y sandías, es necesario contratar a 30 personas --todos ellos vecinos de los pueblos de la zona-- que trabajan a diario durante un mes y medio para sacar adelante la plantación.

Siempre que la climatología se ceba con el campo los seguros agrarios comienzan a hacer sus peritaciones para calcular las compensaciones de los agricultores. Sin embargo, si el productor no ha previsto que esto pudiera ocurrir, como es el caso de Antonio, el panorama que se presenta es mucho peor. Por todo ello, y teniendo en cuenta la situación que atraviesa el sector, obligado a incrementar sus costes de producción por el aumento del precio de carburantes, abonos, fertilizantes y la factura eléctrica para el regadío, las organizaciones agrarias ya han pedido la declaración de ´zona catastrófica´ para aliviar las pérdidas de los agricultores. Y es que, como dice el refrán, nunca llueve a gusto de todos.