Acoge la población de águila imperial ibérica más importante del mundo y, a la vez, es un referente a nivel regional y nacional para los amantes de la caza; constituye una de las muestras de bosque mediterráneo mejor conservadas del planeta y, al mismo tiempo, concentra el grueso del aprovechamiento (producción y extracción) de corcho de la comunidad autónoma; y cuenta con algunos de los dólmenes y restos prehistóricos mejor conservados de la península, pero sigue siendo una gran desconocida para los turistas que llegan a Extremadura. Sierra de San Pedro es hoy --como reconoce Cipriano Hurtado, presidente de la Junta Rectora de este paraje del oeste de Extremadura-- el mejor ejemplo de desarrollo sostenible con el que cuenta la región.

Precisamente para poner en valor ese aspecto, acaba de publicarse Sierra de San Pedro. Huellas y vivencias , un libro de formato amplio que retrata a través de fotografías y una treintena de artículos la simbiosis casi perfecta que hombre y naturaleza han logrado alcanzar en este punto de la comunidad autónoma. A través de sus páginas, el lector podrá profundizar en la historia, el patrimonio natural y paisajístico, la riqueza cultural, las tradiciones o el folklore de la zona. "La idea es divulgar toda su riqueza, pero sin limitarnos solamente a la flora y la fauna. Queremos reflejar la armoniosa convivencia que han mantenido durante siglos el ser humano y el medio ambiente", explica Cipriano Hurtado.

La naturaleza, la biodiversidad, es la joya de la corona de Sierra de San Pedro. Declarada Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) en 1989, cuenta con 115.000 hectáreas de encinas, alcornoques, durillos, enebros o brezos. La serranía cuarcítica, de altitud no muy elevada, vertebra todo el territorio. Incluso los ecosistemas: abajo en las dehesas, por ejemplo, anidan una veintena de parejas de águila imperial ibérica, conformando el núcleo de población más importante de esta especie a lo largo y ancho del planeta; y arriba, en los riscos, lo hacen 243 parejas de buitre negro, una cifra que solo supera Monfragüe. Otro dato más: aquí se perdió el rastro del lobo en